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Foto MTH |
Parodiando
a Darío Echandía en su inquietud sobre el poder,
hoy 20 de julio, es día propicio de mi regreso de vacaciones como abuela
cibernauta, para preguntar: ¿La colombialidad para qué? ¿Solo para izar la bandera, para emocionarse con los goles de “nuestro” James, para tomar gaseosa de Ardila
Lule y comer frisoles recalentados? ¿Solo para creerle a Pacific Rubiales
que prefiere los chigüiros
naturales y no el petróleo? ¿Solo para seguir ignorando lo importante, haciendo énfasis mediático en las ramas del bosque?
Lo primero que
tendríamos que preguntarnos:
¿A
qué colombialidad pertenecemos?
Veamos algunas posibilidades, en espera de
las que ustedes propongan:
¿Colombianólogos? Pocos son hoy en día los que nos preguntamos (o al
menos hacemos el esfuerzo no pocas veces
fallido) ¿Quiénes somos?
desde una perspectiva emocional, amorosa,
pasional, enternecida, triste, alegre,
amargada, de corazones llorones, patrióticos, enternecidos, pusilánimes,
de Jesús o comerciales, et al, sí lo
sabemos y podemos catalogarnos. Pero en
un día como hoy, o, mejor todos los días,
valdría la pena recordar y releer lo que los extranjeros piensan de nosotros, como los viajeros del
siglo 19, los expatriados de la
Guerra Civil, los Colombianólogos de muchas universidades europeas
y norteamericanas, o los colombianos académicos que viven en otras latitudes y tienen la perspectiva
saludable de inquietarse por nuestra complejidad
. ¿Por qué será que no se escucha ese interés académico, a veces profundo, a veces basado en estereotipos repetitivos? En todo caso, una primera inquietud: ¿No le faltará mucha más profundidad a los académicos colombianos actuales para tomar el relevo, estancados en elevar el número de sus publicaciones?
¿Colombiafobos? Que los hay , como las brujas y en los lugares más
insospechados: expresan
que no quieren vivir en esta Colombia de
Mierda ( excusen pero así hablan) en la
que nada funciona, en la que no hay el
orden británico, la calidad de vida Miamense,
la comida francesa ( pero
sin incluir o mencionar los derechos
humanos) y sobretodo se quejan porque no hay
como los PHD colombianos egresados de universidades Gringas
que, esas si, son buenísimas (sin mencionar
cada vez más abierta a clientes latinoamericanos que paguen bien ). Pero ,
eso sí, conocen muy bien a nuestro país. ¿Serán tan buenos colombianos que solo un puñado es capaz de honrar
y luchar por el, país?
¿Colombianerosehuépaé?
Nacionales o extranjeros que reducen
lo bueno de Colombia a la rumba ,
la parranda, las fiestas con
harto trago, que conversan
de espaldas a los artistas,
cantantes, guitarristas, orquestas, sin
escuchar a los que los entretienen ¿ Entenderán que el esfuerzo
ajeno, ese de los que tanto dicen amar, es disciplina, sudor, lágrimas, procesos racionales para
llegar a metas musicales,
futbolísticas o de otra índole?
¿SadomasoColombianos? Es decir, la receta perfecta para que subsistan la inequidad, las castas, los clientelismos apoyados pasiva o activamente, la burocracia
que ha bloqueado al Estado con su ineficiencia.
En otras palabras,
el placer de los poderosos en discursear, sojuzgar , maltratar, ignorar derechos
fundamentales como la educación y la salud
o el simple derecho a satisfacer
la sed de agua y no la del traguito .
Pero también , el conformismo de los sojuzgados y pasivos
en aceptar la corrupción como un comportamiento ético, los
crímenes como la consecuencia de la
fatalidad , los nepotismos y las castas como algo inevitable en el ejercicio
dela política, la violencia, la exclusión
y el cinismo como arte de gobernar.
¿fundamentacolombianos? Es decir , los que no aceptan reflexiones
como éstas, para los cuales Colombia es una religión que no admite comparación
alguna porque es un país verraco, con gente verraca, la Colombia es pasión que se recuesta en sus
paisajes ( pero los contamina ). Fundamentalistas que creen
en absolutos como la Patria de Uribe o
en el pueblo de Gerlein para no tener
que afrontar problemas tan
cotidianos como la sed, o la usurpación de tierras, los asesinatos , y el robo a mano armada
de la pobre Colombia. ¿Que tal si le agregamos reflexiones a nuestra agenda cotidiana?