jueves, 30 de julio de 2015

DÉCIMO DE DIEZ MITOS CREADOS O REFORZADOS POR LOS MEDIOS Y/O EL PERIODISMO, QUE CONTRIBUYEN A LA “GUERRA SOCIAL”.



  Lo primero: aclarar que 10  es un número  simbólico,  proveniente de la obsesión humana  por hacer  listas              (7 recetas para adelgazar, 8 maneras de ser feliz,  los 5  libros más vendidos,  9 consejos para entenderse  con su jefe o su pareja, 10 mandamientos de la ley de Dios o de la ética ciudadana,  cinco  pecados capitales, etc. etc.).  Y eso,  sin contar la lista de las promesas que nos hacemos a nosotros mismos el 31 de diciembre.



 Las listas  obedecen  al mito de nuestra incapacidad:  para rebelarnos contra  el  fatalismo o lo absurdo, tratamos de encerrarlos en lo posible.  Así le ponemos límite a  nuestra inseguridad individual,  a esa sensación de que no podemos  escaparnos -como diría Zigmunt Bauman-  del miedo y  la incertidumbre. Pero si la humanidad fuera  tan incapaz,  no habría avanzado más allá de las listas.


Circunscribo el mito 10  a lo colombiano, aunque ojalá otros pesquen mitos en sus  propios  ambientes, incluidos los internacionales, porque  la globalización no se  ha tragado  todavía  las diferencias  culturales que existen entre países. Diferencias que,  entre otras  razones,  explican  las dificultades de  una Unión Europea  concebida desde  lo económico, con países tan diferentes  culturalmente  como Alemania y  Grecia.

La globalización – que no el humanismo-  es una  manera  de suprimir  nuestras  diferencias uniformándolo todo. Así, la paz, en el caso colombiano, engloba, para diluirlas,  las inmensas responsabilidades que debemos asumir TODOS los colombianos  tanto en nuestros  comportamientos individuales como colectivos. Y así, en sentido contrario, poco  a poco  nos  vamos despojando de  la discursividad  ambiental  para entender  las consecuencias reales del cambio climático.


 Por  lo mismo,  hace falta reiterarlo:  esos  10 mitos  que crean o refuerzan los medios y el  periodismo colombianos,  contribuyendo así a la “guerra social”,  pueden ampliarse  o encogerse. Multiplicarse o derrumbarse, al vaivén de la voluntad de quienes los construyen y de los propios destinatarios  de lo mediático,  quedándose en la pasividad o llevando a  ejercer el poder de cambiar de canal , de  ser  interactivos  de manera constructiva,  de  cuestionar contenidos para  no tragar entero, como decía el  cofrade Palacio Rudas.

En ese sentido, el décimo mito que recoge  los  nueve anteriores, aporta también  el deseo de no  mitificar lo que está  sucediendo, aquí y en el Cafarnaúm occidental,  con el periodismo y lo mediático  “tradicionales”.

 Nos  aferramos a mitos  que  se derrumban poco a poco. Periódicos  en un esquema estático de  papel. Programas radiales encabezados por “mesas de trabajo”. Televisión  que mezcla  contenidos con  publicidad, al punto que a veces  esta es más  verosímil  que  los secretos  que se inventan para las  niñas pechugonas sobre el jet set  internacional o la política de los rumores.  Pausas  rígidas para  intercalar publicidad  pero mezclándola  luego  con contenidos “noticiosos” centrados en el  Presidente o el Vice-presidente (que prepara  así su campaña para el 2018). Periodismo  que  los  medios quieren convertir en “marca “ pero que  termina pareciéndose al otro medio  oligopólico,  porque  siempre entrevistan las mismas fuentes o  repiten los mismos temas .

En el fondo, periodismo, medios de comunicación, receptores tienen  miedo  de afrontar el futuro . Y los usuarios que no cuestionan o que insultan por twitter  tienen miedo del otro – trátese de las  FARC o de Álvaro Uribe Vélez, o de ser ellos  mismos incapaces de  argumentar.

 Es una  certeza  inventada por el miedo  creer que las  cosas no van a  cambiar,  que uno no las puede  cambia,  o que el periodismo no necesita  profundizar  porque  el rating , creado y alimentado  por las  empresas, es  la  razón de la  subsistencia de uno y otra.

 Son tan avestruces las empresas  que esconden  o maquillan estadísticas  que  demuestran  el estancamiento de  los llamados medios tradicionales,  como los que  se aferran a partidos, aceptan sin  cuestionar los avales inaceptables, o viven , como  el Procurador,  y  las FARC o el ELN, en su pequeño mundo  decimonónico de  ideas prefijadas.

No solo en periodismo, sino en educación,  en infraestructura,  en  productividad, en  calidad de lo producido,  el mito  se refuerza con  el lema incesante  de que  “ somos los primeros y somos los mejores”.

Nairo, Mariana Pajón, Falcao, las futbolistas, y tantos otros, saben que  para ser mejor  hay que saber perder y  reconocer sus propias  carencias . Y  eso no  lo hemos  podido aceptar como ciudadanos o como gobernantes.




 Duramos años  padecimos un complejo de inferioridad frente a  lo extranjero.  Ahora nos abruma un  complejo de superioridad nacional. Inventado, para  no reconocer que nuestras carreteras son pésimas y las de Ecuador excelentes,  o que la educación chilena  nos lleva muchos años de ventaja y calidad,  a pesar de las protestas callejeras  de sus  estudiantes que, sea  dicho de paso, no tiran cocteles  molotov. Quizás porque lograron tumbar a Pinochet  y  los nuestros quieren creer en  el mito de una revolución  decadente de las FARC y el ELN, cuando no son manipulados por  el  microtráfico.

Sin embargo, hay  perspectivas que van apareciendo  en  los  escombros  de una  mitología de las empresas  oligopólicas o de un periodismo  sometido a  paradigmas que  ya no son válidos.

 En lo que tiene que ver  con la  indefinible “paz” , ¿ Qué tal si  medios y periodismo  se propusieran repensar el  cubrimiento noticioso y  el periodismo de opinión,  y  si los ciudadanos,  analizarlos , en  vez de desecharlos o  aceptarlos tal como son?

¿Cómo? analizar si:
  • Promueven  la reconciliación  ciudadana.
  •  Construyen  una  convivencia  que parte del respeto al  otro.
  • Evitan la discursividad y se empeñan  en  explicar el cómo y el por qué
  • No utilizan  la peleadera  como  financiación de  sus  empresas  o de los programas de opinión, bajo apariencias míticas de solidaridad.
  • No caudillizan  la información obsesionándose con  el Presidente, el vice Presidente y los tres o cuatro políticos que  no representan  ni el gobierno ni lo que sucede en política.
  • No se basan en tanto  video  de la policía  sobre delincuencia sino encuentran caminos propios para  fomentar  las precauciones ciudadanas  frente al delito.
  • No  creen que hay temas tabú, que los  todopoderosos  son el bien y los demás, el mal.
  • Estimulan el cambio en vez de  esconder la inequidad o  los errores  de lo “tradicional” (partidos políticos, ONG decadentes o burocratizadas,  guerrillas decimonónicas, vínculos de la política con el paramilitarismo).
  • Rechazan  medios de comunicación que utilizan al periodismo como producto.
  • Desmenuzan qué quieren decir  palabras como “posconflicto” ,“diálogo” y convivencia.
  • Muestran  los  horrores  del pasado en un persuasivo contexto de “imposible  repetición”.
  • No  abruman con las denuncias ni  aceptan que si todo  el mundo es culpable, nadie es culpable. Por lo mismo, evitan  generalizaciones ( “el congreso es corrupto”).
  • Aceptan  que “si todos ponen , todos ganan”, pero concretan  en el plano personal  de cada quién  qué quiso decir  Mockus  con eso.
  • No le ponen  tanto leguleyismo al cubrimiento noticioso o  al periodismo de  opinión ni  judicializan la noticia. En cambio, buscan al ser humano y se preguntan por el interés  público en todas las circunstancias.  
  • Prefieren dedicarse  a detectar las mentiras, más que aceptar las verdades  mentirosas de los protagonistas  de las noticias.

Y no dejen nunca  de  hacerse  preguntas  a sí mismos, como lo recomendaba  mi maestro Sócrates.

Fotos MTH

 





 


sábado, 25 de julio de 2015

¿Quién cubrió mejor el estreno en Colombia de la película "Tierra y sombra"?






                  Tristeza,  sensibilidad, sentimiento de pérdida:    sustantivos que   mejor definen  la personalidad  artística de Cesar Acevedo, tomados de los (a mi modo de ver) dos  mejores   trabajos  periodísticos  colombianos sobre   la película y el director -  guionista  de “ La tierra y la sombra”:   el de Francisco  Escobar, de la revista  Esquire  Colombia (acompañado del video de Fabián Medina)  y  el de Ángel  Unfried, editor de la Revista  el Malpensante. Ambos recomendados.

En medio de una previsible avalancha mediática,  ambos  trataron de sacar  a Acevedo de  las  preguntas obvias o  estúpidas (como, según lo describe  el propio    Acevedo,   qué   equipo   de fútbol le gusta,  cuyo autor merecería por lo mismo que le quitaran el diploma de comunicador social –o cualquiera que tenga-).

  En  cambio, sea  dicho de paso,  César Acevedo le hace  honor a la  tradición de  excelencia  de  la  facultad de comunicación social de la  Universidad del Valle. Y a la de profesores  como  Jesús Martín Barbero, que  le dieron un impulso conceptual  definitivo. Allí,  Acevedo se graduó con una tesis  laureada,  la manera  de concretar  esa  obsesión   que duraría ocho años en  y que le abrió las puertas  de la  financiación con un primer reconocimiento:  una beca de la Fundación Carolina.


La  obsesión de  Acevedo  encuentra  sus raíces   en la infancia  y en  el hecho de que  tuvo que recorrer interminablemente los paisajes de  caña, en los ires y  venires   de visitas a  su familia dispersa en el propio  Valle.  Necesitó, como  todo trabajo audiovisual,   plasmarse  gracias  a  un equipo   de  méritos  similares al del  director cada uno en su campo y   con el entusiasmo y la  mística de quienes se entregan   al arte por el arte  mismo. Desde  el  director  de  fotografía y compañero de universidad de Acevedo,   también egresado de la universidad del Valle, Mateo  Guzmán,  la directora de arte, los  editores, los productores y los  actores, todos motivados  por la necesidad de  contar una historia  desde los cinco sentidos.

   Volviendo al cubrimiento periodístico  de la película, tanto  Unfried   como Escobar      entrevistan a   Acevedo  en   ambientes  no convencionales. Uno en el parque nacional y el otro   cubriéndolo de cenizas y fotografiándolo  en un cañaveral . No sé  que tanto le gustaría  esto último, pero en todo caso, el  video que sale de allí   dice mucho más  sobre el personaje que  lo poco que  nos ilustran   los demás. Y la entrevista a César  Acevedo revela mucho.




La crítica de cine,  todavía primaria en Colombia, cree  muchas veces que  lo importante es   describir   sus propias opiniones  sobre el  cine en vez de  explicarnos  por qué una película sobresale entre las  demás o está condenada  a la mediocridad.  Qué la hace diferente o   por qué simplemente cae en el estereotipo de Hollywood.  Por qué marca un hito o no.

  Así,  la  importancia del  sonido, que explica Unfrield minuciosamente, con el buen  tino  de  publicarse   en el Malpensante antes de la presentación de la película en Colombia,  predispone  favorablemente  a los cinéfilos rasos,  a escucharla  con  más  cuidado  del  que   le pondría al audio   de  una película  “normal”.  Permite descubrir que en la película  los ruidos  (sean trinos de azulejos, de   camiones ,  o de un tren cañero que no es como  el trencito de los canticuentos infantiles,  o el  raspar de la cuchara en el plato) son tan o más importantes   que la imagen  y requirieron unas largas grabaciones, adicionales  a la   filmación.

Así también permite descartar la absurda idea de  un  crítico de cine en el sentido de que el personaje que falla  es  el  niño que debería, sigue   el gurú, tener mas protagonismo.  Pero no:  representa el  futuro que observa sin participar todavía,   pero  que  absorbe  como una esponja  todo lo que le rodea en el presente.

De los dos  artículos mencionados se puede sacar en claro  que la película se hizo sin la  menor colaboración de los ingenios azucareros, que se  tragaron al Valle y  que   tienen  jefes invisibles, como lo repite el capataz ante  cualquier solicitud humanitaria de los corteros  de caña, por ejemplo, cuando   piden  que  que le presten atención  médica al   hijo moribundo.   

En ese aspecto, la película plantea- mas allá de su  intención poética- un problema social que  no  sale   en el Minuto de dios, aquel que refina la mejor  azúcar del país, y  que  tiene  que ver  con la manera  como  la agroindustria va poco  a poco arrasando  la identidad y  la cultura campesinas. Y  como – agrego- los  Nasa  fueron echados de allí  por las mismas razones.

 Tierra y sombra muestra los efectos del pasado;  los ojos del niño que observa, el futuro, y  responde  por el arte al interrogante que se hacen algunos  sobre el futuro: ¿seguirán las quemas  que se justifican supuestamente para proteger el empleo de la mecanización? ¿ Se tragaran los ingenios las tres   aguas   sin  las  cuales   ni Cali será   más Cali  ni el Valle, verde ? [1]

El nuevo  cine colombiano que,  sin duda ha florecido  por   estímulos estatales , tiene  también  ese componente de crítica social tan  ausente en los unanimismos intelectualoides  que van poco a poco avalando  las aplanadoras  económicas y políticas  o los extremos  de un  cambio aun no  definido en términos sociales sino teóricos  por los movimientos subversivos.

 “Tierra  y sombra”: una  película que  hay que  ver y no  solo por un   mal entendido patriotismo, sino porque es  de una  calidad merecedora de   elogios.  Si se va con el ánimo de apreciar el arte,  lo simbólico   adquiere una fuerza inusitada : Puertas, ventanas,  cortina mecida por el viento,  ceniza que se palpa,  el ruido  de la naturaleza y de los  depredadores, objetos cotidianos, luz y sombra que  recuerdan a Rembrandt, paisajes   que encuentran su inspiración en Millet  pero también árboles de Corot,   todo aquello muestra por qué   la película   traspasa el umbral de lo local  para instalarse  en  los valores  universales,  que no es lo mismo que  el dudoso  y  light aporte de la  globalización.

Espere próximo  jueves   décimo  de  diez mitos   mediante los cuales cierto periodismo y/o los medios de comunicación  refuerzan  la "guerra social" 



[1]  Douglas Laing,  agrónomo   australiano, considera  que la única  solución  es  desplazar la  caña de azúcar  “El sector  cañicultor del Valle   está recurriendo para el riego de la  caña, al  agua fósil ubicada  a 200 y 500 metros de profundidad, un agua costosísima de  bombear, con más de 20.000 años , que  podría resultar  vital  para el futuro de la región “ ( Conferencia, “Con  caña , el Valle no será sostenible    en el  2065”). El futuro  de l Valle del Cauca son las frutas,  las hortalizas, las legumbres, las flores. Y en la zona de ladera, no en la parte plana, el clúster de la  avicultura"

jueves, 23 de julio de 2015

Noveno de diez mitos: en el desastre de la salud pública, la principal causa es financiera. ( dedicado a Héctor Abad Gómez, adalid de la prevención , de la medicina integral y social con un enfoque de derechos humanos)





Exámenes  con   máquinas ultra modernas. Remisión  de un esespecialista a otro que  examinan  por pedazos  e impresionan  por su  tecnología de punta, aunque no resuelven el  problema de salud. Entonces, la paciente de una de las más  prestigiosas EPS y prepagadas le pregunta a un  médico  tradicional  de cabello blanco  y ánimo bondadoso:


 ¿qué está  pasando  con   nuestro sistema de salud en  plena  “crisis” ?

- “Lo que pasa-  responde- es que los médicos ya no auscultan  a los pacientes, no  se toman el trabajo de  examinarlos  sino muy   por encima, no los palpan y ni siquiera los miran. Consultan sus computadores,  teclean a toda carrera –  muchos   re-escriben a mano los resultados para entregarlos al paciente- y luego los remiten a especialistas. Tanto es así, que ahora hay especialistas generales de la especialidad”.

Otro médico también  resume la situación: 

-“ Se cree que  un médico general -que debería  ser la base del sistema de salud-  puede ser cualquier médico: un  recién egresado sin experiencia  que la va a conseguir  como médico general. Pero ese punto de  partida es absurdo, porque no se le al  sistema de salud la garantía de que  hará un primer diagnóstico  acertado y  remitirá al paciente  al especialista adecuado”.

   En la mayoría de  los casos, en esa  primera aproximación  al sistema de salud y porque los  propios médicos  están desbordados ,  el  acetaminofén es  la  “solución”   que se da en la base para salir del problema y del paciente.

¿Tendremos algún día un sistema de salud  centrado en la salud de las personas  más allá  de la  salud de las finanzas?-  se pregunta en   un editorial de la revista  “Gerencia y políticas de salud”  el  médico  Francisco J. Yepes. El experto en salud pública  había  titulado  el editorial ¿ Cual es el propósito  de nuestro sistema de la salud?[1]

En esas  dos preguntas   está el meollo del desastre  de la  salud pública en Colombia, que no se puede  describir  de otra manera y, por supuesto,  no atribuible   solamente a este  Gobierno. Es  responsabilidad de  todos los  que siguieron  a la ley 100, que fueron poco a poco  dándole un exagerado peso a lo  financiero, olvidándose del  ser humano. No escucharon  voces premonitorias en salud pública como  la de Héctor Abad Gómez.

CUANDO LOS MEDIOS Y EL PERIODISMO REFUERZAN EL MITO…

Salvo algunas notables  excepciones, en el cubrimiento  de la interminable y creciente crisis del sector salud, los medios de comunicación y el periodismo se tragaron ese mito.

 El mito, así engullido,  creció.  Dio  por  sentado que una reforma  financiera del sector salud, basada en el libre mercado ( y de la cual  fue uno de los adalides el  entonces Senador Uribe)  resolvería los problemas de salud de los colombianos.

Sin duda, un enfoque  poco humanista.  Por cierto,  reforzado hoy  por el actual  ministro  Alejandro Gaviria, economista “puro”. Tan impresionante es  su manera de comunicar,  que uno se pregunta  si  él  “ve”  las tragedias humanas de los pasillos  de los corredores tan mostradas por los reporteros  (sin  contexto ni proyección). O si  “ve” los  seres humanos llamados médicos y enfermeras, más allá   de  considerarlos como  datos.

Lo anterior sin desconocerle, por supuesto,  su  capacidad como decano  de  la facultad de  Economía de la Universidad de los Andes  o sus posgrados  internacionales,  ni su esfuerzo por  combatir perversidades y  corrupción y  enfrentarse a la leonera  de los medicamentos.


 A lo que voy:  el periodismo  traga entero  el “plan de Choque”, el  billón  y medio en  inyección  financiera que  Minsalud   le brinda   como  paliativo a los hospitales y que mitiga las protestas. 

Así,  unos y otros  garantizan que mañana todo  quedará “en calma”.

Pero a lo largo  de la  aplicación  de la ley 100,  el mito de lo financiero  como  causa  fundamental  de la crisis del  sistema  de salud,   reforzado por la poca investigación periodística,  llevó a minimizar  la preocupación  por  los elementos  inhumanos  del sistema  y las causas   humanas del desbarajuste financiero.

Sin duda, el periodismo contribuyó  de manera  sustancial  a destapar la  corrupción  de los engordados   por  la bonanza. Es decir las EPS,  o el  manejo  administrativo de los hospitales.  Pero su  irresponsabilidad  social, sobre todo audiovisual, ha sido encerrarse perezosamente en tres temas :

  • -       La  reforma jurídica  del sistema  de salud y el marco estatutario de la salud. ( cubrimiento leguleyístico del trámite  en el Congreso que no tiene en cuenta al ser humano)   
  • -       Un cubrimiento “miserabilista” de la salud que muestra  la crisis  hospitalaria  con la  misma pornomiseria como se cubre  el   hacinamiento de las cárceles. Se instala  el mito de que  ese  tratamiento indigno es “normal”
  • -       Un cubrimiento  mediático inmediatista de  la protesta  de  los hospitales y  el sector  salud, que lleva a  no hacer seguimiento  ni a   preguntarse sistemáticamente  sobre el por qué   de la  deuda de  5 billones que tienen las EPS con los hospitales.

       ¿ Consecuencias?   No se promueven tres aspectos de la política pública en salud y de los prestatarios del servicio:
  •  Que el  fin  del  sistema es  el ser  humano  y no  evitar quiebras
  • Que  más allá de la corrupción en unas pocas EPS hay que hacerle  seguimiento  a  lo más  grave: los procedimientos, el costoso desperdicio de recursos y la  organización administrativa,  en  muchos casos lamentable.
  • Que  sin ese seguimiento,  cualquier inyección financiera que  se le ponga  al sistema, será inútil: créditos blandos, compra de cartera, giros directos etc. .


Recomendado :  que el periodismo  se meta realmente en las entrañas   del sistema de salud para detectar cuales  son los procesos ineficientes  y por qué.

Próximo jueves : décimo   de diez mitos  que  desde los medios de comunicación  propician la guerra social.

  
 








[1]  Además ¿Por qué la crisis multisistémica de la salud? http://www.scielo.org.co/pdf/rgps/v12n24/v12n24a01.pdf
Luces y sombras de la reforma de la salud en Colombia. http://www.idrc.ca/EN/Resources/Publications/openebooks/486-4/index.html