Tristeza, sensibilidad, sentimiento de pérdida: sustantivos que mejor definen la personalidad artística de Cesar Acevedo, tomados de los (a mi modo de ver) dos mejores trabajos periodísticos colombianos sobre la película y el director - guionista de “ La tierra y la sombra”: el de Francisco Escobar, de la revista Esquire Colombia (acompañado del video de Fabián Medina) y el de Ángel Unfried, editor de la Revista el Malpensante. Ambos recomendados.
En medio de una previsible avalancha mediática, ambos trataron de sacar a Acevedo de las preguntas obvias o estúpidas (como, según lo describe el propio Acevedo, qué equipo de fútbol le gusta, cuyo autor merecería por lo mismo que le quitaran el diploma de comunicador social –o cualquiera que tenga-).
En cambio, sea dicho de paso, César Acevedo le hace honor a la tradición de excelencia de la facultad de comunicación social de la Universidad del Valle. Y a la de profesores como Jesús Martín Barbero, que le dieron un impulso conceptual definitivo. Allí, Acevedo se graduó con una tesis laureada, la manera de concretar esa obsesión que duraría ocho años en y que le abrió las puertas de la financiación con un primer reconocimiento: una beca de la Fundación Carolina.
La obsesión de Acevedo encuentra sus raíces en la infancia y en el hecho de que tuvo que recorrer interminablemente los paisajes de caña, en los ires y venires de visitas a su familia dispersa en el propio Valle. Necesitó, como todo trabajo audiovisual, plasmarse gracias a un equipo de méritos similares al del director cada uno en su campo y con el entusiasmo y la mística de quienes se entregan al arte por el arte mismo. Desde el director de fotografía y compañero de universidad de Acevedo, también egresado de la universidad del Valle, Mateo Guzmán, la directora de arte, los editores, los productores y los actores, todos motivados por la necesidad de contar una historia desde los cinco sentidos.
Volviendo al cubrimiento periodístico de la película, tanto Unfried como Escobar entrevistan a Acevedo en ambientes no convencionales. Uno en el parque nacional y el otro cubriéndolo de cenizas y fotografiándolo en un cañaveral . No sé que tanto le gustaría esto último, pero en todo caso, el video que sale de allí dice mucho más sobre el personaje que lo poco que nos ilustran los demás. Y la entrevista a César Acevedo revela mucho.
La crítica de cine, todavía primaria en Colombia, cree muchas veces que lo importante es describir sus propias opiniones sobre el cine en vez de explicarnos por qué una película sobresale entre las demás o está condenada a la mediocridad. Qué la hace diferente o por qué simplemente cae en el estereotipo de Hollywood. Por qué marca un hito o no.
Así, la importancia del sonido, que explica Unfrield minuciosamente, con el buen tino de publicarse en el Malpensante antes de la presentación de la película en Colombia, predispone favorablemente a los cinéfilos rasos, a escucharla con más cuidado del que le pondría al audio de una película “normal”. Permite descubrir que en la película los ruidos (sean trinos de azulejos, de camiones , o de un tren cañero que no es como el trencito de los canticuentos infantiles, o el raspar de la cuchara en el plato) son tan o más importantes que la imagen y requirieron unas largas grabaciones, adicionales a la filmación.
Así también permite descartar la absurda idea de un crítico de cine en el sentido de que el personaje que falla es el niño que debería, sigue el gurú, tener mas protagonismo. Pero no: representa el futuro que observa sin participar todavía, pero que absorbe como una esponja todo lo que le rodea en el presente.
De los dos artículos mencionados se puede sacar en claro que la película se hizo sin la menor colaboración de los ingenios azucareros, que se tragaron al Valle y que tienen jefes invisibles, como lo repite el capataz ante cualquier solicitud humanitaria de los corteros de caña, por ejemplo, cuando piden que que le presten atención médica al hijo moribundo.
En ese aspecto, la película plantea- mas allá de su intención poética- un problema social que no sale en el Minuto de dios, aquel que refina la mejor azúcar del país, y que tiene que ver con la manera como la agroindustria va poco a poco arrasando la identidad y la cultura campesinas. Y como – agrego- los Nasa fueron echados de allí por las mismas razones.
Tierra y sombra muestra los efectos del pasado; los ojos del niño que observa, el futuro, y responde por el arte al interrogante que se hacen algunos sobre el futuro: ¿seguirán las quemas que se justifican supuestamente para proteger el empleo de la mecanización? ¿ Se tragaran los ingenios las tres aguas sin las cuales ni Cali será más Cali ni el Valle, verde ? [1]
El nuevo cine colombiano que, sin duda ha florecido por estímulos estatales , tiene también ese componente de crítica social tan ausente en los unanimismos intelectualoides que van poco a poco avalando las aplanadoras económicas y políticas o los extremos de un cambio aun no definido en términos sociales sino teóricos por los movimientos subversivos.
“Tierra y sombra”: una película que hay que ver y no solo por un mal entendido patriotismo, sino porque es de una calidad merecedora de elogios. Si se va con el ánimo de apreciar el arte, lo simbólico adquiere una fuerza inusitada : Puertas, ventanas, cortina mecida por el viento, ceniza que se palpa, el ruido de la naturaleza y de los depredadores, objetos cotidianos, luz y sombra que recuerdan a Rembrandt, paisajes que encuentran su inspiración en Millet pero también árboles de Corot, todo aquello muestra por qué la película traspasa el umbral de lo local para instalarse en los valores universales, que no es lo mismo que el dudoso y light aporte de la globalización.
Espere próximo jueves décimo de diez mitos mediante los cuales cierto periodismo y/o los medios de comunicación refuerzan la "guerra social"
[1] Douglas Laing, agrónomo australiano, considera que la única solución es desplazar la caña de azúcar “El sector cañicultor del Valle está recurriendo para el riego de la caña, al agua fósil ubicada a 200 y 500 metros de profundidad, un agua costosísima de bombear, con más de 20.000 años , que podría resultar vital para el futuro de la región “ ( Conferencia, “Con caña , el Valle no será sostenible en el 2065”). El futuro de l Valle del Cauca son las frutas, las hortalizas, las legumbres, las flores. Y en la zona de ladera, no en la parte plana, el clúster de la avicultura"
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