jueves, 26 de marzo de 2015

EL PODER DE LA SANCIÓN SOCIAL


Unir los escenarios paralelos
En Colombia,  como  en muchos países  de  sistemas  que  encuentran sus orígenes en  el  derecho romano  escrito, a diferencia del  consuetudinario  anglo-sajón,  se mueven dos  escenarios paralelos, que poco se tocan, aunque estén asfixiados.

 No se trata de afirmar que un sistema  es mejor que el otro, ni  de analizar el anglo sajón. Pero son dos ambientes culturales, dos mentalidades.  Una más discursiva, la otra más pragmática; la sajona  más casuística; la  que proviene del derecho romano,  más  humanista. Una produjo  la inquisición  y  la otra, el apartheid, dos maneras de excluir: una  alegando, la otra, ignorando.

Volviendo a Colombia: ¿Cuáles son  esos dos escenarios?  

 

En el primer escenario nuestro de todos los días, predominan  un lenguaje  jurídico formal,  los caudillos  como salvadores,  las  leyes como solución, los  proyectos como discusión  en la que  no importan ni las cifras ni  el seguimiento, las demandas y contrademandas,  los  incisos,  los  numerales,  las interpretaciones, la  Constitución y sus reformas, la Asamblea Constituyente  sin haber decantado  la anterior, las  elecciones, las encuestas  como expresión de la  opinión, el  Congreso como eje delo político, el  comportamiento de las  cúpulas, más que  el cómo para llegar a resultados .  Allí prevalece lo  formal  sobre lo sustancial,  se sacrifica un mundo para pulir un verso  como decía el abuelo  de la paloma, y  el tiempo de los  cambios  se posterga.  

Por su aspecto  positivo, es el reino de los  filósofos y de los juristas; por el negativo, el de los  leguleyos, de los picapleitos, de lo rígido e inmutable,  del poco dinamismo. 

  La manera como los miembros  de la  Corte Constitucional afrontaron  el caso Pretelt es sintomática: ambigüedad, reunionitis,  lentitud  en las decisiones, miedos jurídicos, incapacidad de entender las lógicas mediáticas,  desencuentros con la modernidad.


En el segundo  escenario nuestro de todos los días  predominan  el debate  acalorado,  la mamadera de gallo, la parranda,  la risa, la inmediatez,  la capacidad  práctica, el rebusque, la flexibilidad,  el desinterés por la política,   el bien hacer todo lo que no sea formal, la capacidad de innovación  y de  creación. Pululan improvisaciones   desestructuradas, poco solidarias, y  salidas por la tangente por la presión de  la inmediatez, por  la mal llamada  malicia indígena que por cierto  lo es de  todos los que  no actúan en el primer escenario. O  lo que es peor, característica también de los que se instalan la anomia,  el fatalismo del “no hay nada que hacer”, y   descartan cualquier futuro en  “este país de m…”  como si los otros  países fueran de azahares. 

 Con esos dos escenarios paralelos que  poco se encuentran,  y por lo  mismo, no inciden el uno sobre el otro, no resulta extraño que prosperen  el caudillismo, la desigualdad,  el individualismo,  las prácticas del mal gobierno, las roscas, los clanes,  la mermelada, la improvisación y otros  ingredientes.

 En el mundo  teórico de los  derechos  humanos, pululan organizaciones que los defienden pero terminan incidiendo muy poco en  impedir  su violación en el segundo escenario; se burocratizan los conflictos; el Estado se bloquea y solo  se plantean  soluciones  teóricas  de reformas no cuantificadas y  postergadas. 

En el mundo  pragmático de los individualismos, cada  quien busca salvar su  pellejo gracias a la ley de la ventaja  sin importarle mucho saltarse las normas  siempre y  cuando se salga adelante.  Los escenarios jurídicos  se ven como  un obstáculo  y no se percibe que  el derecho  o sus discusiones  sean  algo más que un  ladrillo.

 

LA SANCIÓN SOCIAL

Habría un posible punto de encuentro para superar el paralelismo estéril o las posturas  radicales del todo o nada. 


 Reacciones como las que se han producido  a raíz de la llamada crisis de la  justicia ,  argumentaciones contundentes  de senadores como  Claudia López,  organizaciones de juristas como  Dejusticia o la Corporación para la Excelencia  de la justicia ,  Transparencia  internacional,  medios críticos  como los digitales  kien y ké, La Silla Vacía y  la otra verdad,  las redes digitales, los blogs,  los  medios independientes regionales, no pueden ser ignorados   ni por  los fatalistas  ni por los  “rosqueros” . Son una manera  positiva de ejercer la sanción social.

Siempre y cuando  venzan  el impulso ajeno  de excluir y el propio fatalismo, aparecen iniciativas  que  fortalecerían  ese nuevo escenario, que no es la  tercera vía teórica y mal copiada de Blair, ni  la del izquierdismo trasnochado de los sesentas,  ni el canto del autoritarismo  caudillista. 


 Es la del poder  de sanciónsocial que necesita alimentarse por ejemplo, no de las filtraciones, sino  ejerciendo un derecho de petición para analizar  las nóminas  de Procuraduría  y de fiscalía  [1] y así  detectar y  ponerle  coto , por sanción  social,  a la realidad  hasta ahora inseparable del clientelismo de las tres ramas.

 Recoger  aquí y allá iniciativas sin  color  político ni  discriminaciones,   sino en un ejercicio práctico de lo que se teoriza, se describe y se cuestiona,   pero  no se cambia.
 


[1] Sugerencia  por cierto que viene de alguien del primer escenario,  Alfonso   Gómez Méndez






miércoles, 18 de marzo de 2015

OCHO APUESTAS DEL MALDESARROLLO COLOMBIANO



©MTH (obra y foto)
 A juzgar por el desbarajuste, la  cadena de paros  con violencia, los bloqueos de carreteras como  medidas rutinarias,  la  aparición del Smart, perdón  ESMAT, la  repetición de la repetidera de las crisis sociales, las protestas con destrozo, los acuerdos que se incumplen,  bien valdría la pena  analizar los errores de  apreciación cometidos  desde el siglo  pasado : 

 1. Apostarle todo al desarrollo de lo privado para unos pocos, aunque cueste violencia, sin tener en cuenta que se necesitan  servicios  públicos.

 2. Apostarle todo  al transporte  por carretera  y no  al  fluvial  y sobre todo,  al  de ferrocarriles.  Una decisión  tomada  desde  hace  más de un sigloque luego  se  fue “desarrollando” por la  presión de las multinacionales de llantas, de automóviles, de camiones, de  tractomulas  etc. etc. Lo fluvial se  consideró    otra  “costura”  y todavía  queda por ver cómo  va a concretarse por el río Magdalena. 




3. Apostarle todo  al transporte privado y  desmontar lo público, no solo en el caso anterior  sino en  el  transporte  urbano.  La lentitud  en concretar  la eficiencia en  el  transporte  público  contrasta con la rapidez – no casual- con que se abrieron las puertas   a la importación de  automóviles y  taxis,  lo que enriqueció a los distribuidores , pero bloqueó  toda posibilidad de  desarrollo del  transporte  masivo y  llevan a  “planear” (sic),  cincuenta años después, cómo  va  a ser el “metro” de nuestros  sueños en ciudades como  Bogotá.

4. Apostarle todo a la altura de los edificios    con lo cual   los estratos altos se  clavan su propio cuchillo  en ciudades como Bogotáde  la calle    80 a la 100 y de la   séptima a la  autopista,  pero también el "modelo"  delos dos gigantescos adefesios de la  circunvalar  poco antes del  parque nacional, que le tapan los cerros a la mayoría de los habitantes),   Medellín ( el Poblado, con Space incluido,  convertido en un tugurio vial estrato seis) o Cartagena  (Bocagrande ídem, lo mismo que sucederá  con la  vía  a  Barranquilla ) acabando con   las  carreteras que no resisten  y   sobrecargando los servicios de agua, luz y  telecomunicaciones)

5. Apostarle todo a las roscas,  clanes y nepotismos como  manera de escoger a los funcionarios y empleados  públicos   de las tres ramas, lo que  le abrió la puerta  a la corrupción y enterró la carrera administrativa. A propósito: ¿Qué diablos sabía de transporte  nacional la  simpática ministra de transporte,  antes  secretaria general de la  alcaldía de  Barranquilla? ¿Qué diablos saben de  temas ambientales  el actual y los anteriores ministros de  medio ambiente, salvo dos?
 Está tan anclada  esa práctica  funcionarial, que  contaminó desvergonzadamente a las  Cortes ,  luego de ser   mala costumbre  institucionalizada en las  ramas  ejecutiva  y  judicial. Y si no se  cambia de mentalidad, lo será también cuando lleguen  las FARC  o  la  Marcha Patriótica de doña Piedad a la política,  como ya ha sucedido en las  tres últimas administraciones  “izquierdistas” de Bogotá, por ejemplo.

6. Apostarle todo a  la capacidad de los partidos  o movimientos políticos,  creyendo que en ellos  y en sus  caudillos estaría la eficiencia en el manejo de los asuntos públicos

7. Apostarle todo a la inmediatez de los resultados,  lo cual es un error  cometido  tanto por los votantes, como por los  elegidos y nombrados al  volverse cautivos de su propia imagen.

8. Apostarle  todo  a la  supuesta “ideología “ de liberales  , conservadores, polistas, verdes  y de todos los colores,  etiquetados con los  desuetos nombres de “izquierda” o “derecha” ,  sin analizar  un   principio  indispensable para cualquier desarrollo humano sostenible:    exigir  eficiencia y hacerle  seguimiento.
 
¿Cuándo nos convenceremos de que los errores  de nuestro maldesarrollo  no son políticos ni ideológicos sino de procesos,  de ética y  de convivencia  priorizando el  bien común y  sin  ventajitas?





jueves, 12 de marzo de 2015

Política, periodismo, derecho y ética: ¿confusiones semánticas?





En  el  escándalo   que sacude  a  la Corte Constitucional,  algunos    medios de comunicación y  periodistas han asumido la dudosa responsabilidad  de fomentar  las confusiones semánticas, en particular  en los contenidos  de  las palabras que utilizan.
 
Escuché a una periodista  seria  de RCN  poner en  el mismo costal  de  lo que calificó  “distinto de lo  jurídico”,  a lo político y lo ético.  La ética pública no puede reducirse  a  lo  político. En sentido similar, aunque opuesto, las  palabras del entonces  Ministro  Oscar Iván  Zuluaga  en una  citación al Congreso cuando se cuestionó  algún negocio de  los hijos  de Uribe  y  él  alegó:  “ Mi  ética es la ley” .  

 Desde otro aspecto, en su afán de rating, no pocos  medios  convierten en fuente  de “equilibrio” – un principio de la ética periodística-  la "verdad" de  los  narcotraficantes  y  la de los acusados. Ambas fuentes, por cierto,  muy solicitadas por  los  medios  y las  “mesas de trabajo”  que no investigan. 

La responsabilidad política es  también distinta de la  responsabilidad  ética. Aunque  ambas  sean distintas de la responsabilidad jurídica o de la periodística, todas tienen vasos comunicantes. Pero  no pueden reducirse  las unas a las otras, como lo logra la  obsesión de  juridicilización que  afecta a la sociedad colombiana como pocas.  

 Hablar de lo jurídico  a toda hora como punto de referencia  de lo  bueno o lo malo, lo aceptable o inaceptable  es banalizarlo.  Y  es un síntoma  que  proviene  de  características culturales  como:

 Leguleyismo:  creer que todo se soluciona con normas, heredado de la administración de las colonias españolas, que lleva a que no solo “se obedece  pero  no se cumple”, sino  que  se  “legaliza” cualquier  propuesta política  con  normas   que no se considera un deber ético  aplicar.  Ello reduce  la eficacia simbólica del derecho, para utilizar la expresión de  Mauricio  García Villegas.

Caudillismo: creer que la bondad  o la maldad radican en las cúpulas.  Las cúpulas, por lo general, se reducen a un solo personaje. Un ejemplo  significativo  es de  otra periodista  (y excusen la insistencia-  casual- en el  género)  que cubre presidencia por CM& y  se  limita a resumir  los dichos y hechos del señor Presidente. ¿Puede  reducirse la institución  presidencial a las eres y venires del Presidente?  ¿No sería interesante saber, como lo investigan y escriben los  periodistas norteamericanos,  cual es el poder de quienes  trabajan en Presidencia? ¿Qué hace, por ejemplo,  el enviado del Dios  Sarmiento Angulo,  el discreto  Nestor Humberto Martínez , en  el territorio del  Palacio  Presidencial?  Investigaciones de este tipo  serían mucho más interesantes;   pero el  temor reverencial periodístico, que  vulnera el  principio ético de independencia,  además de la  admiración por el  poder, cohíben  la capacidad  periodística de guardar  distancias y  fomenta, en este caso, la mediocridad.

El espectador , 11/03/2015
Confusionismo y discursividad: Un ejemplo claro de cómo se confunde  la perspectiva ética y la  jurídica es la  presunción de inocencia,  derecho  humano fundamental que alega  cualquier cuestionado para   impedir  el cuestionamiento  ético. Por eso mismo,  y con  evidente delicadeza  para  evitar que a su turno  se le abalancen  para cuestionarlo,  el Ministro de Justicia Yezid Reyes  recalcó que  si  bien  el  Dr. Pretelt  no tiene ninguna obligación  jurídica  de renunciar  por  la  susodicha ( presunción de inocencia )  en cambio,  le sugiere que renuncie. Buen  ejemplo de  la  “pequeña diferencia”,  lo es también el artículo de María Isabel Rueda  cuando describe,  en aplicación del  deber ético de veracidad,  la  poco ética actitud del ex magistrado Escobar ,  qua asistió, sin haber sido  invitado a la entrevista  que ella le hizo  al magistrado Pretelt.   No es simplemente  una “metida de pata” o “dar papaya” como  él califica livianamente sus  comportamientos.

Recomendado: Como estamos en la  onda ética, bien  valdría la pena una reflexión  sobre el tema

Paz difusa-confusa y medidas concretas

A  propósito de  contenidos de las palabras,  un hecho, un acuerdo y una intención  trascendentales  en el  proceso de negociación con las FARC, porque aterrizan  y concretan  la   confusa y difusa  paz.

 
 Hecho: la ida de los cuatro  generales a La Habana.

Acuerdo: el desminado conjunto.

Intención: reunir a los  diversos   en una  comisión. No tanto por ser Comisión  sino para que por lo menos se escuchen  los unos  a los otros,  sin esa mezquindad  y peleadera  que  tanto afectan  cualquier iniciativa de consensos.