Unir los escenarios paralelos |
En Colombia,
como en muchos países de sistemas
que encuentran sus orígenes
en el derecho romano escrito, a diferencia del consuetudinario anglo-sajón, se mueven dos
escenarios paralelos, que poco se tocan, aunque estén asfixiados.
No se trata de
afirmar que un sistema es mejor que el
otro, ni de analizar el anglo sajón.
Pero son dos ambientes culturales, dos mentalidades. Una más discursiva, la otra más pragmática;
la sajona más casuística; la que proviene del derecho romano, más humanista.
Una produjo la inquisición y la
otra, el apartheid, dos maneras de excluir: una alegando, la otra, ignorando.
Volviendo a Colombia: ¿Cuáles son esos dos escenarios?
En
el primer escenario nuestro de todos los días,
predominan un lenguaje jurídico formal, los caudillos
como salvadores, las leyes como solución, los proyectos como discusión en la que
no importan ni las cifras ni el
seguimiento, las demandas y contrademandas, los
incisos, los numerales,
las interpretaciones, la Constitución
y sus reformas, la Asamblea Constituyente
sin haber decantado la anterior,
las elecciones, las encuestas como expresión de la opinión, el
Congreso como eje delo político, el comportamiento de las cúpulas, más que el cómo para llegar a resultados . Allí prevalece lo formal
sobre lo sustancial, se sacrifica
un mundo para pulir un verso como decía el
abuelo de la paloma, y el tiempo de los cambios
se posterga.
Por
su aspecto positivo, es el reino de los filósofos y de los juristas; por el negativo,
el de los leguleyos, de los picapleitos,
de lo rígido e inmutable, del poco
dinamismo.
La manera como
los miembros de la Corte Constitucional afrontaron el caso Pretelt es sintomática: ambigüedad,
reunionitis, lentitud en las decisiones, miedos jurídicos,
incapacidad de entender las lógicas mediáticas, desencuentros con la modernidad.
En el segundo
escenario nuestro de todos los días predominan
el debate acalorado, la mamadera de gallo, la parranda, la risa, la inmediatez, la capacidad
práctica, el rebusque, la flexibilidad,
el desinterés por la política, el bien hacer todo lo que no sea formal, la
capacidad de innovación y de creación. Pululan improvisaciones desestructuradas, poco solidarias, y salidas por la tangente por la presión
de la inmediatez, por la mal llamada malicia indígena que por cierto lo es de
todos los que no actúan en el
primer escenario. O lo que es peor, característica también de los
que se instalan la anomia, el fatalismo
del “no hay nada que hacer”, y descartan cualquier futuro en “este país de m…” como si los otros países fueran de azahares.
Con esos dos escenarios paralelos que poco se encuentran, y por lo
mismo, no inciden el uno sobre el otro, no resulta extraño que prosperen el caudillismo, la desigualdad, el individualismo, las prácticas del mal gobierno, las roscas,
los clanes, la mermelada, la
improvisación y otros ingredientes.
En el mundo
teórico de los derechos humanos, pululan organizaciones que los
defienden pero terminan incidiendo muy poco en
impedir su violación en el
segundo escenario; se burocratizan los conflictos; el Estado se bloquea y
solo se plantean soluciones
teóricas de reformas no
cuantificadas y postergadas.
En
el mundo pragmático de los
individualismos, cada
quien busca salvar su pellejo
gracias a la ley de la ventaja sin
importarle mucho saltarse las normas
siempre y cuando se salga
adelante. Los escenarios jurídicos se ven como
un obstáculo y no se percibe
que el derecho o sus discusiones sean algo
más que un ladrillo.
LA SANCIÓN SOCIAL
Habría un posible punto de
encuentro para superar el paralelismo estéril o las posturas radicales del todo o nada.
Reacciones como las que se han producido a raíz de la llamada crisis de la justicia , argumentaciones contundentes de senadores como Claudia López, organizaciones de juristas como Dejusticia o la Corporación para la
Excelencia de la justicia , Transparencia
internacional, medios críticos como los digitales kien y ké, La Silla Vacía y la otra verdad, las redes digitales, los blogs, los medios
independientes regionales, no pueden ser
ignorados ni por
los fatalistas ni por los “rosqueros” . Son una manera positiva de ejercer la sanción social.
Siempre y cuando venzan el impulso ajeno de excluir y el propio fatalismo, aparecen iniciativas que fortalecerían
ese nuevo escenario, que no es
la tercera vía teórica y mal copiada de
Blair, ni la del izquierdismo trasnochado
de los sesentas, ni el canto del
autoritarismo caudillista.
Es la del poder de sanción,
social que necesita alimentarse por ejemplo, no de las filtraciones, sino ejerciendo un derecho de petición para
analizar las nóminas de Procuraduría y de fiscalía
[1]
y así detectar y ponerle
coto , por sanción social, a la realidad
hasta ahora inseparable del clientelismo de las tres ramas.
Recoger
aquí y allá iniciativas sin color político ni
discriminaciones, sino en un
ejercicio práctico de lo que se teoriza, se describe y se cuestiona, pero no
se cambia.
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