domingo, 21 de abril de 2019

PERIODISMO: DOS RECOMENDADOS Y UN APORTE DE LA LIGA CONTRA EL SILENCIO




YOLANDA RUIZ
EN EL FILO DE LA NAVAJA.
AGUILAR, ABRIL 2019

 RESPONSABLE, en términos de periodismo, es una de esas  palabras con mucho contenido: implica  capacidad de analizar, de buscar múltiples fuentes,  de  dudar, de  confirmar, de reconocer errores y de rectificar. En suma,capacidad de tener una  percepción humanista de los hechos, de tener como punto de partida el  respeto por las víctimas,  por  sus  colegas, y por sus compatriotas. 


Y, desde luego, tener la capacidad de “domesticar”  tanto el  llamado síndrome de la Chiva como el  ego alborotado, dos  consabidos impulsos  bastante comunes en  el ejercicio del periodismo.

 Desde  sus inicios  como reportera y pasando por los  distintos cargos de dirección en Caracol noticias  ahora  RCN radio, Yolanda  Ruiz ha sido y es es una  periodista responsable en todos los sentidos de la palabra. 


 Esa responsabilidad, a mi modo de ver, le ha permitido  ganar credibilidad entre sus pares y tomar distancia de  los grupos económicos  Caracol y RCN – ha trabajado en ambos-, lo que me  confirma la distinción   que siempre he  hecho  entre éstos y los periodistas que trabajan en ellos. Ella no  cree en esa distinción, o la acepta, pienso, como un elemento  propio del ejercicio del periodismo en  Colombia.

En todo caso, tanto   su trayectoria de responsabilidad  como sus decisiones -porque el periodismo  es decidir -sobre  todo cuando se es directora- implican preguntas y reflexiones.

  Por fortuna,  en un  ambiente de mediocridad  periodística  y de lógicas  comerciales  que  se alimentan de   polarización y de lógicas de confrontación, existen personas  como  Yolanda Ruiz. Y por fortuna ha tenido la buena idea de  consignarlas por  escrito. No solo   ahora    con este libro   “ En el filo de la navaja” ,  sino a través de  su  columna - término  decimonónico que seguimos empleando - ,  es decir, sus artículos   en El Espectador   y  las notas  que   ha estado tomando sobre lo  que implica el  ejercicio profesional:  desde la  oferta descarada  de sobres ,  hasta la  necesidad de rectificar, de  vencer los  miedos  cuando llaman a amenazar,   de enfrentarse  a  autoritarismos como el del  hoy Senador  Uribe ( que también tuve que afrontar hace  años cuando era Gobernador de Antioquia en el tema de las Convivir).  Necesidad de cuestionar ciertas prácticas  antiéticas  de  un periodismo espectáculo. En  fin, todos  los retos  del periodismo colombiano, que muy pocos  afrontan.  Un libro   recomendado, cuando  hay  tanto periodista “sobradito”, estilo Darcy Quinn y el polarizador José   Manuel Acevedo que  hace  preguntas de Si o No,   como  si la realidad colombiana  fuera tan simple ...

  “En periodismo - escribe Ruiz- , no importa la experiencia que se tenga, nunca podremos estar seguros de nada, Las dudas se mantienen, las certezas que  creemos tener se  desvanecen y en cada noticia hay algo que no acabamos de saber”.

A pesar  de mis   críticas al  esquema de “las mesas de trabajo” en radio, me alegra  que mujeres como ella o la directora de Noticias Uno, Cecilia Orozco, muestren  el camino de supervivencia de un oficio que, como  lo he llamado en este  blog, en la  era digital es  el de  comunicadores interactivos profesionales. No coincido con todos  sus  planteamientos, en  este caso en particular  frente a la era digital, pero lo  importante  es  que ambas   lideran porque  tienen incorporada  la ética  en  su ejercicio profesional.


… EL  1989  DE  MARIA ELVIRA SAMPER

1989
MEMORIA COLOMBIA
PLANETA, 2019

De diferente estilo, que refleja también  su profesionalismo, es el libro de   la compañera de mesa  de Yolanda Ruiz, Maria Elvira Samper. Recopila fecha por  fecha  lo sucedido trágicamente   en el año  1989 y desde años  anteriores. Lo termina con 5 entrevistas:  a Cesar Gaviria, Rafael Pardo  Rueda , Alfonso Gómez  Méndez ,  Aida Abella y Francisco   Leal Buitrago.  Algunos  por curiosa escogencia, pero en todo caso un  aporte documental   necesario  para   recordar que lo que hoy vivimos puede ser el preludio de un trágico retroceso  a esas épocas nefastas.  Un clima  que se caracterizaba,  como  lo  recuerda el prologuista, Prof. Francisco Gutiérrez Sanín, por  la ambigüedad generalizada sobre la extradición, las divisiones “feroces”, los enfrentamientos  duros entre liderazgos  claves,  o lo que realmente se hizo:  “muy poco, muy tarde”.


...Y  OTRO  NECESARIO  APORTE: EL DE LA “LIGA CONTRA EL SILENCIO”

Gracias a las redes: http://bit.ly/2Gv3TcI



La concentración oligopólica de medios  y el nefasto proyecto de ley  TIC  (que es  un retroceso de  30 años  pues se propone  volver a la “gobiernización” de entidades reguladoras), y salvo  ejemplos como  los  que acabo de mencionar de  empeño  individual,  tienen un evidente  efecto directo sobre la calidad del periodismo. 

¿Por qué? Porque muestran un nulo interés por los contenidos o su  desarrollo, que poco  a poco se van convirtiendo en un producto, como las morcillas. 

Hay noticias que no se dan, pero  lo  son.   Por ejemplo, las que, gracias a Internet y a  su  divulgación a través de  las satanizadas  redes  sociales, deberían  preocuparnos.  Según “La Liga contra  el Silencio”, un nuevo grupo de apoyo  al periodismo, de diciembre del 2018 a marzo  2019 han sido  retirados (eufemismo por sacados) 320  periodistas (Semana, 90; Televisa, 100 (  dueña de TV y novelas, Caras, Tu, Ser padres, Hoy), 120  de El  Tiempo y 90  de  N24 horas ( de RCN).

 La terminación de sus contratos  cumple todos los requisitos de ley, e incluye una cláusula de confidencialidad (que garantiza  el silencio). Y el  periodista que no firme  ese “mutuo acuerdo” o decida demandar  puede  gastar años en pleitos inútiles. Los  que salen se remplazan,   o bien por  “jóvenes sin experiencia”,  o bien su salida implica  recortes,   es decir,   más trabajo multimedia por el mismo sueldo.

¿Cuál es la repercusión de esos recortes? Inciden, sin duda en la calidad del periodismo. Por eso, el análisis de medios  se vuelve indispensable para los “receptores “(así se siguen llamando) de medios tradicionales.

Un ejemplo: lastimosamente en Semana, es notorio cómo hay cada vez menos investigación y cada vez  más  bocaditos  importados  sobre los ires y venires de estrellatos que poco informan (ver foto). La cultura de lo light es más barata  que una  buena investigación. Eso , sumado a la venta del 50%  al grupo  Gilinsky, ensombrece el panorama para los lectores.


La última Semana : refritos y bocadillos

 Ojalá   que los colombianos  no nos sigamos idiotizando con tanta  pendejada light.  Y, con tanto refrito porque,  como  decía una amiga mía: “ni amor reconsentido  ni  frito recalentado, porque no saben lo mismo”.



martes, 16 de abril de 2019

LAS REVELACIONES DE HUMBERTO DE LA CALLE SOBRE EL PROCESO DE PAZ



Correcto es quizás la palabra que mejor define a Humberto De La Calle, a quien la mayoría de los colombianos, entre los cuales me cuento, conocemos poco. 

Un ser humano correcto es aquel del que no se esperan ni trapisondas, ni deslealtades, ni mezquindades, ni medias tintas.  Es un ser leal, tanto a sus principios como cuando desde ese cuestionable “back channel” (mala maña del presidente Santos), le llegan sugerencias de que aparte a Sergio Jaramillo, a las que no hace caso. Por eso también le disgusta   la que llama “violencia buena”, de quienes   obran con odio por fe o convencimiento ideológico de SU verdad.

Humberto De La Calle es liberal de talante, no de etiqueta.  Y en el proceso de negociación, impuso desde el principio, en vez de improvisación, una disciplina ejemplar, característica que comparte con Sergio Jaramillo.  Tenía muy claro oponerse a la que llama “cultura nacional de regateo”. También, a tener “más confianza en el proceso que confianza en las personas”, a diferencia – escribe- del Caguán.  Tampoco iba a adaptarse a estrategias tanto mediáticas como de la guerrilla, de dividir para reinar.

Humberto De La Calle no es confianzudo. Mantiene cierta distancia fría y apresurada. Cuando al comienzo de su libro se pregunta por qué dedicó cuatro años de su vida a las negociaciones de La Habana, él mismo se responde: “porque sería inmoral no hacerlo”. Y uno le cree. Como uno le cree cuando acuña un viejo dicho, pero adicionándole “una porción nueva: ponerse en los zapatos del otro, pero no para usar los zapatos del otro “.

Este libro del Jefe Negociador era, a mi modo de ver, el más esperado de los de protagonistas de los acuerdos de La Habana, no solo por la personalidad   discreta del jefe negociador durante el proceso, sino porque marca la pauta. Una pauta de sinceridad en la que analiza errores y no magnifica resultados. Y que  tiene  desde el comienzo una   claridad  sobre las incompatibilidades básicas, sobre las cuales las  Las FARC querían una interpretación más amplia. Claridad también sobre lo que llama “las murallas”:
Diferenciar el fin del conflicto de la paz [1]
No abrir la mesa para tratar lo divino y lo humano
Nada está acordado hasta que todo esté acordado
Negociar bajo el fuego

 A diferencia de otros libros de testimonio, la parte   final de éste es más sesuda que las notas un poco desordenadas del principio, notas que tomó en las   largas veladas, casi conventuales, de La Habana. Sin duda, los mejores capítulos son los de temáticas cruciales: paz y justicia no son agua y aceite, (IV); tomar el conflicto por sus cuernos tierra y cultivos ilícitos (VI); los generales en su laberinto (VII) y el Epílogo.

Sus descripciones del entorno (capítulo III)   son más escuetas que literarias.  Pero su percepción de quienes   convivieron con él en ese largo camino es aguda, precisa y equilibrada.

Así, por ejemplo, sobre Sergio Jaramillo; “difícil encontrar a alguien con un mayor y auténtico sentido de compromiso con Colombia que Sergio Jaramillo Caro”; “personalidad difícil. Es un cultor del secreto”; “cada palabra ideada por Sergio Jaramillo tenía su peso específico”

Sobre Los generales en su laberinto:  el tema quizás más discreto en el curso de las negociaciones, pero fue un acierto del presidente Santos haberlos incluido desde el principio.  El autor describe las características de la personalidad tanto del frentero general Mora como la capacidad del General Naranjo de encontrar un enfoque original de cualquier tema o la que llamaron “hora Mora”, de las ocho de la noche para poner fin a interminables sesiones.

Sobre las FARC:  el análisis del adversario en la mesa es también   certero sin caer en las impresiones emocionales: “equivocados y anacrónicos, sin duda. Sectarios, al máximo. Pero el empeño   dialéctico no era despreciable. Para ir erosionando esa lógica, había que hacer un esfuerzo supremo y preparar los temas hasta el ultimo detalle”. Recalca cómo las FARC nunca aceptaron cárcel, un tema que hoy sigue siendo álgido.  No   duda en observar “el desprecio por las víctimas, arrogancia, dogmatismo, compulsión para evitar la figura del guerrillero derrotado “y “tenían una noción de paramilitarismo como algo estructural dentro del Estado”. Observa también que en la mesa, su estrategia fue a veces la de dividir para reinar, una estrategia que, a mi modo de ver, fue característica del   egocéntrico presidente Santos y explica buena parte de sus errores, en este como en otros campos.  En ambos casos, “muchos periodistas y personajes influyentes empezaron a caer en la trampa”.

ERRORES Y RESULTADOS

En términos generales, el autor reconoce errores colectivos como, por ejemplo, en materia de pedagogía y comunicación. Sin embargo, fijó una pauta saludable: la de no prestarse a lo que siempre me pareció baldío- y nunca fallé en mantener rigurosamente esa actitud-: montar un ring de boxeo en La Habana para divertir a los medios y a la opinión con diarias confrontaciones entre Márquez y De la Calle.”

Pero el máximo error colectivo fue convocar el plebiscito, creyendo que   habría un amplio apoyo nacional y que, también a mi modo de ver, proviene   de la obsesión colombiana por “un gran dialogo nacional "de los que   perdían el foco central de La Habana”.El pacto de refrendación    se fue convirtiendo en una refrendación popular “y con el plebiscito...Jamás pensamos que venía una derrota.”- comenta el autor. Derrota  relativa por escasos  votos pero  que el CD  no tardó en  convertir en  aplastante victoria, que nos ha llevado a la polarización  y al estado  actual del país.


La segunda firma después del plebiscito, en el Teatro Colón

Por cierto, con franqueza pero respeto, Humberto De La Calle considera un error la decisión de Santos   de “no incorporar al Centro Democrático   en las conversaciones, que “catapultó a Uribe y a su partido en motor de la oposición”

La firmeza del  jefe  negociador  en   mantener unidos e indisolubles los cuatro aspectos de “Justicia, verdad, reparación y   garantía de no repetición” fue “un mantra que ha sido nuestro centro de gravedad en las discusiones de La Habana”. Pero se lamenta que la privación de la libertad copara “casi todo el espacio de discusión”. Como ahora lo copan – agrego-  el caso Santrich, las objeciones a  la JEP y lo coparon  las relaciones entre la minga y el Presidente Duque, gracias a las lógicas de confrontación de los medios, pero ese es otro tema.

Lo molestó - y no es el único - la llamada “diplomacia paralela” de invitar a seis juristas a meterse   en las conversaciones: “hay quienes dicen que la idea fue de Timochenko. O de Álvaro Leyva. Otros creen que mas bien de un asesor   extranjero del presidente. Lo cierto es que así se procedió.”   Para el autor fueUn camino riesgoso, porque creó una brizna de ambigüedad en su mandato…Siempre me llamó la atención la vehemencia con las que las FARC sostuvieron que la comisión de juristas constituía un acuerdo.   Por parte de la guerrilla hicieron mucho ruido. [2]Los tres juristas invitados por el gobierno “le preguntaron directamente al presidente cual era el límite de su competencia” Les contestó   que “los  semáforos en rojo los ponía el Jefe de Estado”.  Esa manía creó  más ruido que otra cosa.

Sin embargo, considera   positivo  el plan del gobierno: “no poner todos los huevos en la misma canasta” y que hubiera un solo   vocero oficial. Y aclara: “a mi entender, la Habana no debía ser un púlpito”.

Las elecciones  provocaron un giro: “el proceso quedó atrapado, más que en una dinámica política, en una dinámica   electoral”. En particular por  la escogencia de Vargas Lleras de vicepresidente: “decidimos (con Sergio Jaramillo) plantearle nuestros temores al presidente”. Por supuesto, no hizo caso.

El autor hace un análisis realista sobre la Constituyente, que  es  también, a mi modo de ver, una obsesión colombiana que  fomenta  expectativas  de cambio  sin necesidad.   En el caso de La Habana,  recalca, “el hálito modernizante no logró permear   toda la sociedad, sino unas capas   de clase media y alta”; “hay compartimentos estancos, ciertas lagunas que discurren por fuera de la modernidad “. Y  coincido en su apreciación de otra mala costumbre de  cuestionar sin argumentos: "siempre me sorprendió el prestigio generalizado de lo logrado en la Mesa, frente a la indiferencia en Colombia, cuando no la franca y alucinante pugnacidad”

En un  largo recorrido, en   julio del  2012  se  aprobó Acto Legislativo 1 marco jurídico para la paz.  Allí opina: por la “debilidad de la noción de delito político, una de sus principales características es que propone un esquema de justicia transicional que se aleja de dicha noción casi por completo”.
  
ERRORES DE LAS FARC Y DEL GOBIERNO

El Jefe Negociador se opuso con Roy Barreras a una nueva ronda de conversaciones   que sugería Santos reunido con Uribe en Medellín.  Accedió y, concluye, eso salvó por lo menos el Acuerdo.

¿Y AHORA QUÉ?

Humberto de La Calle  observa  ahora un “panorama de fragilidad altamente nocivo". Y reitera cómo el reto más profundo es “aminorar de manera sustancial la inequidad” colombiana.

Y, como muchos, se lamenta  por  “la  postergación indefinida de cambios necesarios, teóricamente pregonada pero desbaratada en la práctica”.  Para Humberto de La Calle, problemas centrales como la inequidad, la desigualdad regional (“la pobreza en el litoral pacifico es casi nueve veces mayor que para la región compuesta por Caldas, Risaralda y Quindío”),las diferencias de equidad en género, no priorizar   poblaciones "que no tienen recursos para influir en la agenda nacional" y una clase dirigente que ha estado “por debajo de las exigencias actuales”.

 Es una lástima que después de tanto esfuerzo en La Habana, y no solo por parte de del Jefe Negociador sino de todos los integrantes de la delegación del gobierno pero también de las FARC, el resultado  haya languidecido de esa patética manera. Una de las razones: la dificultad de hacer en la práctica lo que se proponía en los acuerdos.

Sin duda, para el presidente Santos, el esfuerzo le mereció el Nobel.  De allí su presión,  fijando plazos para obtener resultados. Pero surge  una pregunta ante el testimonio de una persona tan dedicada  como lo fue Humberto de La Calle  (al que ni siquiera mencionó  Santos el día  del lanzamiento de ·”SU” ONG Compaz): Además de la propia   satisfacción  moral  por  su sentido del deber, ¿cual  fue la  recompensa  al  Jefe Negociador de un país en el que,  tanto en  el nivel  individual  como  colectivo, el mal agradecimiento es más importante que la gratitud?


[1]Lo que, a mi modo de ver, y como siempre se ha  analizado en este blog, (ver glosario) el presidente Santos no hizo.

[2]  Por parte de la guerrilla, Álvaro Leyva, Diego Martínez, Enrique Santiago;  por parte del Gobierno,  Manuel José Cepeda,  Douglas Cassel, ( experto  en DIH) y  Juan Carlos Henao. También fue Back Channel la intervención  posterior de la Canciller, del Ministro del Interior Juan Fernando Cristo, el senador Roy Barreras y  el Consejero  Rafael Pardo.  A mi  modo de ver,  esa que  llamo manía  se debe a un “ego alborotado”, como  el de Luis XIV, el “rey sol”  que no resistía  ser opacado y al   que  se le  atribuye la frase   "après moi le déluge". Sin embargo,  hay que reconocer  la valentía y la  audacia del Presidente  que llevó a buen término los acuerdos con las FARC.