jueves, 4 de abril de 2019

LA VERDAD Y EL VIRUS DEL DESBALANCE IDEOLÓGICO






En un equilibrado artículo sobre Venezuela en el New York Times y AFP reproducido por El Espectador (29/03/2019), Alberto Barrera Tyszka detalla lo difícil que es enterarse sobre lo que realmente sucede en Venezuela, en parte por la polarización y la consecuente falta de matices.


Y se repite y se repite..la imagen 

Pone un ejemplo: el camión de ayuda humanitaria que ardió en el puente entre Colombia y Venezuela. Los medios (y no solo colombianos), atribuyeron el incendio a las fuerzas de choque de Maduro.
  El Times, en un análisis más reposado, demostró que “era debido al desprendimiento accidental de una bomba Molotov que los manifestantes de la oposición lanzaban hacia las barricadas del régimen de Maduro”.

El autor, que utiliza la expresión “contexto tan erizado” al referirse a la percepción mediática de la Venezuela de hoy, recalca cómo lo que llama la “verdad de la vehemencia” es  diferente de la “verdad de la investigación periodística”.

A mi modo de ver, una de las consecuencias de la vehemencia ha sido, en Colombia, creer que Maduro caería pronto. Agregaría que nuestra manera de afrontar los problemas es, en términos generales, además de vehemente, ideologizante (sucede lo mismo en otros países, pero ese no el  tema concreto de hoy).  

 Las explicaciones son muchas y van desde la mala fe y la fe en sí misma, hasta la costumbre de mentir y de creerse las mentiras. Pasan de la incapacidad de tomar distancia, a la pasión ciega de interpretar la realidad según lo que se sienta o se apoya. Eso ha sucedido con Venezuela, con Hidroituango, y con la Minga indígena que además, parte de un estereotipo, favorable o desfavorable según la esquina en que se encuentre quien describe la realidad sobre “los indígenas”.

 Por cierto, esa distorsión de la realidad sería un buen tema de tesis si la academia no estuviera ocupada en otros menesteres teóricos, en foros con   sillón incluido, o especulando sobre “el sexo de los ángeles” para utilizar la expresión de Víctor Hugo.

En términos generales, el periodismo colombiano, sobre todo audio visual, no es de gran ayuda por sus ligerezas, su empeño en polarizar y su falta de investigación. Por eso mismo, además de lo que se ha planteado en relación con los dueños, las redes sociales y los remordimientos de Mark Zuckerberg, la responsabilidad por la verdad debe provenir también de los ciudadanos comunes y corrientes.

 La mejor manera de actuar sobre las redes sociales no es satanizándolas, como sucedió, sin éxito, cuando Gutenberg inventó la imprenta. A pesar del fanatismo y el miedo a lo novedoso, le quitó poder a los monjes, socavó la autoridad del voraz papado y preparó la reforma protestante. Pero fue, ante todo, liberadora.

VERDAD, REGULACIÓN Y GOBIERNIZACIÓN

En la última asamblea de la Sociedad interamericana de Prensa, y como reacción a la competencia de las redes sociales para los periódicos de capa caída que no han sabido adaptarse a la realidad, no faltó quien propusiera una regulación, que a la larga   significa emular con países como China y Cuba, que lo que hacen es censurar lo que no les gusta.

Si el asunto es de búsqueda de la verdad, la ciudadanía debería prepararse, en vez de espantarse por lo que sale en las nuevas y viejas tecnologías.  Las metodologías de análisis de medios deberían enseñarse desde las escuelas, lo que hasta ahora no se le ha ocurrido, que yo sepa, ni a los ministros de educación, ni a Fecode, ni a los colegios, ni a los candidatos a las elecciones de octubre, para citar solo algunos casos.

Pasiva, la ciudadanía no reacciona ante proyectos de gobiernización de regulaciones y mantenimiento de la concentración oligopólica.  Solo se emociona o peor, la llevan a protestar contra la tecnología.

La satanización de las redes sociales en Colombia y en los países que se pueden catalogar de ciudadanía polarizada, lo que hace es dejar que el odio y las distorsiones ganen allí cada vez mas terreno, y la autoridad reguladora busque un apoyo populista hacia lo “gobiernista” para supuestamente acabar con los excesos.

Lo más fácil es echarle la culpa a las redes sociales, como está de moda hacerlo hoy. Pero como sucede con las grandes innovaciones, la satanización exclusiva del vehículo es un camino sin salida. Hay que buscarla más bien en la realidad real, en la que siempre hay una responsabilidad de los seres humanos de carne y hueso, cualquiera que sea el vehículo de comunicación que se escoja.

¿hay que creerle a todo  protagonista mediático?
 Los seres humanos, por supuesto, hacen mucho ruido desde y en lo mediático, pero lo mediático   no es solamente las redes sociales, sino lo que media entre el ser humano y su expresión:  como el papel (próximo a desaparecer), lo audiovisual, las empresas intermediarias, los editores y múltiples factores humanos de presión, que influyen en los ciudadanos. No importa que antes se les llamara receptores y ahora, gracias a la posibilidad de interactuar, usuarios.

En la avalancha de imágenes, queda cada vez más difícil detectar   cuales son del aquí y el ahora. Imágenes repetidas una y otra vez, en particular sobre violencia, van determinando de manera incierta nuestra noción de verdad, tanto en las redes sociales como en los medios   tradicionales audiovisuales.


En las redes sociales muchas veces nos manifestamos con un like. ¿Pero es eso   comunicación, o simple adhesión? ¿Es diferente esa adhesión de la adhesión a las imágenes audiovisuales?

 La adhesión sin reflexión, más allá de estar velozmente en favor o en contra, ayuda a los que tienen   poder o avidez por tenerlo. Se acepta tragar entero sin racionalizar.  

 Gracias a la imagen, tragamos hechos, como, por ejemplo:

PROSUR COMO REVANCHA DE UNASUR.  Un ejemplo   patético de ese virus en el que se lleva la contraria por revancha política, es el de la apresurada creación de PROSUR, en la que poco hay más allá de la foto y del personalismo de los líderes que se han aficionado a las propuestas y creen   que basta con que ellos se unan para que sucedan.

LA VALLA DE MARRAS. Otro ejemplo, más que patético, retador, pero a la vez de la manera fanática, ignorante y mentirosa  como  nos quieren hacer tragar el análisis de la realidad, es el de la valla impulsada por la   senadora Holguín y sus Paolitos, y defendida por el Centro Democrático.

LOS “DUEÑOS” DE LAS VÍCTIMAS.  Gracias a que un ciudadano descubrió que la foto que mostraba Herbin Hoyos era una foto vieja, su poder   sobre las víctimas se ha derrumbado. Eso demuestra que la verdad  de los hechos  es un argumento infalible. A la larga, el engaño hace perder credibilidad, siempre y cuando los ciudadanos ayuden a detectarla.

LA PEDOFILIA DE LA IGLESIA:  Lo que nunca se creyó posible : la reacción solidaria  y mediática de las víctimas  abrió el telón   sobre la infamia y las redes sociales jugaron un papel más importante de lo que se cree en tumbar el tabú que prohibía referirse a prácticas delincuenciales en el seno de la Iglesia.
Ese saneamiento interior, que extirpa lo que se oculta,  y cuya  revelación es mérito de sus víctimas, puede costarle a la Iglesia católica su derrumbe, casi tanto como le costará   al Papa Francisco   haber   asumido el riesgo de liderar la protección de los niños ante los abusos sacerdotales. Contrasta, en este   tema como   en tantos otros de nuestra Colombia, con la falta de indignación de las iglesias colombianas ante el asesinato de los líderes sociales.  La verdad de estos hechos intolerables  resalta la parquedad de la Conferencia Episcopal, que no sale de sus pronunciamientos generales y por lo mismo, evasivos.

¿Cual será, entonces el antivirus que permitirá, desde la ciudadanía, fortalecer las verdades  colombianas?  Mermarle   a la discursividad, caerle sin contemplaciones a los silencios cómplices,  a las distorsiones, al eufemismo, a la peleadera. Partir de la realidad y evaluar la que  entregan  los   mensajeros y protagonistas  mediáticos. Preguntarnos, como usuarios de las redes, si basta con hacerle clic al “me gusta” y preguntarnos: ¿estoy polarizando?  Y si la repuesta es   afirmativa, buscar matices que lleven a reconciliar. Es decir, tratar de escuchar al otro, aunque el otro   solo se escuche a sí mismo, observar y deducir.

A propósito...  Y cuando los presentadores  hacen publicidad, ¿dónde está la verdad que informan? ¿se les cree, o no les  importa que se les crea? ¿Y el medio,  lo considera "normal? Alguna  vez, a  nadie  se  le ocurría. ¿Ahora la ética y el respeto lo permiten?


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