Eso de “histórico”, en la Galaxia Internet, se usa cada vez más. No por los libros que escribieron la historia, sino cuando surge un episodio marcado por un peculiar estremecimiento mediático.
Es, por ejemplo, en el caso de la revista Semana, un medio de comunicación que -piensan algunos- se vacía de contenido. Es decir, de sustancia, es decir de sus estrellas. Es decir, de sus figuras conocidas – Daniel Coronell, Daniel Samper (Ospina), el gran Vladdo, Mariají. Es decir, aquellos que algunos colombianos lectores apreciamos en términos periodísticos, siempre y cuando no se les alborote el ego...
Sin embargo, a mi modo de ver, lo “histórico” de este episodio tiene otro sentido.
En la realidad no inflada mediáticamente, la procesión en Semana revista iba por dentro hace rato. No se notaba, porque a los periodistas cargaladrillos se les fue despidiendo despacito, muy despacito, como bien lo reportó un grupo de periodistas que tuvo que crearse de manera subterránea para que no fueran a su turno echados. Echados de éste u otros medios de comunicación colombianos que se creen dueños del país, para utilizar una vieja frase de Julio Silva Colmenares.
Hay quinientos "periodistas" en Semana, de los cuales no se dice que hacen revistas comercializadas por financiación, eso es mucho.
Porque a los buenos reporteros cargaladrillos se le fue despidiendo después de años de trabajo investigativo anónimo, en economía, en lo militar, en lo social, en el conflicto. Investigaciones que no dependían tanto de las filtraciones. En ellos, en esa labor minuciosa, estaban los verdaderos cimientos de la revista.
Un buen ejemplo es Ricardo Calderón Villegas, por supuesto, porque ese sí ganó muchos premios internacionales. Aunque era predecible que, como periodista, no aguantaría ese mal ambiente en que el negocio termina importando más que el periodismo, lo treparon al puesto de Alejandro Santos, y a este último, lo treparon a lo alto de la bandera, a un cargo undívago que llamaron “Presidencia”. Presidente de unas publicaciones undívagas de suntuoso papel satinado (ver foto) mientras la astuta Doña Vicky ascendía en forma fulgurante al estrellato mayor. Si quiere saber su estilo, lea la sentencia del juez en la tutela que interpuso una hermana del testigo Monsalve en el caso Uribe
https://www.circuloperiodistasdebogota.org/wp-content/uploads/2020/10/479157950-Fallo-Tutela-2020-078-1-doc.pd
Pero lo “histórico” tampoco está en doña Vicky, ni en la peleadera por su origen intelectual no santista, ni en su manera de utilizar el artículo semanal para sus indignaciones por cuenta propia, ni en las filtraciones que -como a tantas otras estrellas- alimentan su estrellato.
Tampoco, por cierto, está en Alberto Lleras, el que fundó la revista, ese si buen escritor, y de quién la revista decidió olvidarse en la era López.
Felipe López: curioso personaje, cuya mayor gracia periodística radicaba en hacerse el misterioso-importante, en el sentido de estar siempre entretelones, enterándose de los chismes, creando la adicción por los confidenciales. Pero en este mundo bogotano de castas, la altura no resultó en su hija María quien no parecía gustar de la herencia que le querían imponer. Ni siquiera radica en López, a quien el joven nuevo y rico dueño, hijo del banquero Gillinsky, llamó en una entrevista el “mejor periodista del país" , ni en los pálidos Rodrigo Pardo o en el editor general.
¿En qué radica, entonces, lo “histórico”? A mi modo de ver tampoco está en el entierro del periódico en papel, que ya no conocerán las nuevas generaciones. Un destino inevitable, una revolución a lo Gutemberg que no depende de los dueños, de las roscas, ni de nuestro pequeño provincialismo colombiano que nos quiere colocar en el centro de todo lo que pasa en el mundo. (Una ridiculez más, desde luego, como la importancia que le atribuimos al embajador, por cierto otro Santos) en las elecciones estadounidenses. A ese provincialismo le hacen eco, a mi modo de ver, demasiados periodistas.
No. Lo histórico radica en lo económico. Por `primera vez, un cacao dueño de medios comete el error de dar papaya, pontificando sobre el periodismo, negando que se está metiendo en los contenidos, magnificando lo digital cuando lo entienden como modelo de negocios y no de periodismo, defendiendo a FOX porque “la mitad de los norteamericanos piensa de una manera y la mitad de otra manera”. No, aterrizado señor Gabriel Gilinsky, eso no es una buena definición del periodismo.
Eso no se hace, “doctor” Gilinsky. Sarmiento Angulo solo muy de vez en cuando recuerda públicamente que es el dueño, cuando el grupo Aval la embarra pero, de resto, disimula. El Grupo Santodomingo tiene el tatequieto implícito en las palabras "Espectador"y "Cano". El señor Ardila Lulle solo se indigna en privado con lo de las gaseosas, esas que quiere tumbar Redpapaz para que los niños no se llenen de azúcar. Al grupo Prisa le basta con la autocensura de “sus” periodistas , porque El País era otra cosa.
No señor nuevo e inexperto hijo del dueño. Tampoco se dice que la digital “es la mejor plataforma para democratizar contenidos”, ni atribuirle a lo digital colombiano, que de enero a octubre, el incremento de los negocios haya sido mayor en lo digital que en el papel. recuerde que no es por su calidad, sino por la pandemia.
Conclusión : ¡Pilas! Los nuevos periodistas colombianos tendrán que mirar otros horizontes, que no vendrán con solo lanzarse a lo digital, como tampoco vendrán de “negocios” que poco a poco van equiparando lo mediático-periodístico a un espectacular “producto”.
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Nota: buena entrevista, y buena defensa de lo que es el periodismo, la de Camila Zuluaga, de BluRadio al señor Gilinsky. Un consejo: no se quede de presentadora y siga como periodista, aunque ello signifique estar siempre en la cuerda floja de los oligopolios.