viernes, 26 de octubre de 2012

¿Qué es blogverso? Es una gota de agua en un mar de datos

MTH1

VIRTUAL

SOY, un disco, ¿duro?
Pensamientos,
Sin  carne o hueso.

En un automático desdén:
VOY, navegando,
Por una existencia.

Como efímero dato:
Intangible, ¿presencia?
Temiendo el virus
Que me esfume. 

SOYnada más,
Pero tampoco:
¿Nada menos?
De lo que aparece...
 En  una pantalla:

¿Desconectada?
 

miércoles, 24 de octubre de 2012

PUBLICIDAD Y CONSTRUCCIÓN DE ÉTICA SOCIAL

¿Qué enseñan Pacific Rubiales y el "alma" de Bancolombia ?

¿BASTA CON PONERLE  “ALMA" O PASIÓN  A LAS “COSAS” ? 

 Pacific   Rubiales Energy,  creada durante   la era de la “confianza inversionista” del Presidente Uribe por la iniciativa de  cuatro empresarios  venezolanos ,  que  luego  colocaron sus acciones en la  bolsa de  Toronto ,  ha incursionado en  Colombia en   petróleo, carbón, oro, hierro, acero , producción de  energía, cultivos de caucho y palma de aceite.  Aunque vendió a Sarmiento Angulo su participación en  El Tiempo, también es dueño de Cablenoticias  y   se  promociona  con la emisora  de radio  W  como  siendo  Colombia para ti y para mí.    

Pacific  Rubiales es el segundo productor de petróleo  del país. Sus utilidades fueron   de 554  millones de dólares en  el 2011, duplicándose respecto del 2010. Después de álgidos  conflictos con sus trabajadores,   tercerizados en un 80%  a través de cooperativas de empleo,   en especial por las condiciones del  campamento de Puerto Gaitán en que  éstos  se alojaban y que  produjeron  violentas  manifestaciones,  la empresa   promovió en el  2012  una campaña  publicitaria. Aparecían  niños,  trabajadores, amas de casa, todos agradecidos y   con la mano en el corazón. Cada uno repetía la frase: Pacific Rubiales  es  para mí   y la conclusión del spot era: Pacific Rubiales es Colombia y es  para   ti.

Obviamente  esa campaña, desde el punto de vista   de la empresa,  es  jurídicamente  lícita como estrategia  de imagen.  Como  también es lícita la propaganda de  Postobón, del Grupo Ardila Lulle, que nos trata de convencer  que  cuando avanza ( porque  los colombianos  compraron $5000 millones de agua oasis) también  avanza Colombia;  la de Avianca, que nos vende a Colombia, a pesar de haber dejado  de ser  colombiana - a mi modo de ver, en este caso,  para bien de la eficiencia.

  Más allá  de la peleadera, de las “echadas”   y de las acusaciones  que van y vienen entre  periodistas, les propongo  analizar  el tema desde los receptores. ¿Podemos los  colombianos  aceptar sin beneficio de inventario las estrategias publicitarias  como  verdad  absoluta,  sin ningún reparo ético? ¿No es en cambio más  saludable  resistirnos  y protestar  cuando esas publicidades  buscan  reemplazar toda capacidad de análisis crítico sobre la responsabilidad social de las empresas  en cuestión?  

 A  los receptores les corresponde  también apoyar al periodismo independiente. No dejar  que  la publicidad construya sin contrapeso  nuestra identidad  nacional. Por añadidura, la  estrategia de Pacific  Rubiales es  convencer a los colombianos de que la empresa comparte emocionalmente  su destino.  Pero no es la única que tuerce la  valoración emocional  para satisfacer el business. 

 Cuando   Sarmiento Angulo   compró El Tiempo, según Semana,  citada irónicamente  por María  Jimena Duzán,  fue “para preservar la supervivencia de un patrimonio nacional”. La estrategia de Banco  de Colombia,  que   gira alrededor de la palabra  alma,  es contrarrestar el impacto   negativo  que tiene  en los imaginarios  el  sector  financiero ( que en la realidad por algo ha producido en el mundo  movimientos como   el de los indignados, en el sentido de que, a pesar de  sus  muchas utilidades  , no se interesa mucho  por la gente). 

El crítico y experto Omar  Rincón fue uno de los pocos que  cuestionamos   esa rudimentaria   aproximación,  y refiriéndose al  manifiesto de Bancolombia  comentó :

  Un manifiesto es una declaración pública de principios e intenciones “¡Vamos bien!  Y también una tesis narrativa y ética       “La transformación trascendente de la organización hacia un grupo  financiero cada vez más humano “ – Lo aceptaron – sigue comentando  Rincón- : los bancos no son humanos…  ¿  será  cierto que  a la gente de Bancolombia  lo que la mueve y obliga a hacer las cosas  es… “la gente, esa gente que está a nuestro alrededor y que tiene una actitud maravillosa “cuando el servicio y el  trato en sus oficina son, simplemente,  “desalmados”.

        Los  creativos, tanto como los encuestadores,   tienen unos presupuestos primarios y consumistas  sobre lo que  somos  y queremos los  colombianos.  Hay  unas  inteligencias desperdiciadas, en este caso en estrategias publicitarias, pero hay que  subrayar  y contrarrestar ese desperdicio siempre, lo que se logra reaccionando  contra el “lavado de cerebro”.   

 No  siempre  el  propósito de la publicidad es  negativo en la transmisión de valores. Por ejemplo, la publicidad del Banco de Bogotá, que muestra   como progresan  colombianos de   carne y hueso de estrato 1, 2, y 3 en sus   pequeños almacenes, en su educación   y en su retorno,  como profesionales,  al pueblo  natal. Desde luego,  no se puede  concluir  que el banco, por esa publicidad,   tiene más  responsabilidad social, sino que  los colombianos debemos  ser más analíticos sobre lo que  nos está  lavando el cerebro. 
 En  el primer grupo, de  inteligencias  desperdiciadas,  puede colocarse  a  los creativos  de   Colombia es pasión, por fortuna ya  terminada,  cuyo impacto resta  por evaluar.  Si bien la frase  el riesgo es que te quieras  quedar apelaba  al sentido de aventura, bastante apagado  en las sociedades industrializadas,  desde el comienzo de la campaña   algunos expertos  advirtieron  los  problemas que presentaba:

El eslogan de la campaña “Colombia es pasión” es absolutamente genérico porque se podría aplicar a cualquier producto, servicio o país. Así las cosas, ¿cuál sería la diferencia si el producto que se anunciara fuera: “Racing es pasión“, “el teatro es pasión“, “el fútbol es pasión“, “el automovilismo es pasión“… ¿Nos garantiza eso que vamos a ser mejor aceptados en el mundo? Parecería que no. Todo es pasión y cualquiera es apasionado, según parece.
Este eslogan no dice nada. Los símbolos cuando son buenos son apropiados fácil y rápidamente por los colectivos y creo que con éste, el trabajo ha sido arduo, por lo que ha resultado más costoso posicionarlo en la mente de los ciudadanos y consumidores.
De otro lado, y aunque me ganaría más dinero diciendo que la comunicación lo puede solucionar todo, mi deber ético es decirle a los interesados que la comunicación en cualquiera de sus formas nada puede hacer si la realidad del producto, el servicio o el país es diametralmente opuesta a lo que se pretende comunicar.
Por supuesto que comunicar los atributos ayuda a desviar la atención de las debilidades, pero lo más sano es solucionar esas debilidades para no tener que invertir tanto en comunicación de crisis.  Víctor  Solano

 Pero estas   fueron  voces aisladas. Sin pena ni gloria,  Colombia es pasión  fue sustituida  por  la menos  nociva CO,  sin que hubiera   una  cuantificación de lo  gastado   versus el impacto sobre   las cifras de turismo. En la página   web  del Ministerio de Industria, Comercio y Turismo de Colombia, se menciona más  el número de  habitaciones adicionales que  van a construir las empresas hoteleras internacionales o lo que se piensa alcanzar, que los resultados reales de aumento del turismo y la relación de causalidad entre  las  campañas y  el   aumento de turistas.  

  Pensar que con el lado  bueno de la pasión,  es decir,   recalcando aquella tajada del diablo  que  añoran  la sociedades  industrializadas  se lograría  vender  la marca  país era sobrevalorar  el atractivo  emocional  como  elemento  fundamental de nuestra identidad   colombiana.  

Por el contrario,  un análisis crítico  recalcaría la necesidad de mejorar los procesos, los métodos,  la racionalidad del cómo,  para   contrarrestar  resultados negativos de  lo emocional, hacer   más perdurables los positivos,  y a la vez, para   reforzar  aquello que  nos caracteriza como colombianos.

 Un ejemplo  exitoso es  el de  Colombiamoda  que,  poco a poco y   con  persistencia,  sin mayores  esfuerzos publicitarios,  se ha vuelto un referente de calidad   para la ciudad  de Medellín,  por el rigor con que  se organiza, la calidad de    los expositores nacionales y extranjeros , la utilización de las artesanías colombianas  por las diseñadoras. En pocas palabras,  Colombiamoda ha hecho más por el país  y  su calidad  profesional,   que   la  exaltación de nuestras facetas   apasionadas en CNN, como también han  hecho más por el país el rigor de artistas como  Shakira y  Juanes, Totó la Monposina ,   el grupo   caleño “delirio” , el Colegio de Cuerpo y su   director Álvaro Restrepo, Martha Senn  y tantos  otros.  

 La lista anterior, para  recalcar que  el arte  es tanto rigor como sensibilidad  y que no es justificable  el  argumento según el cual  lo emocional, lo sensible, lo artístico,   la creatividad  en  general, y  por supuesto la capacidad de innovación son  incompatibles con lo racional,  la  disciplina,    la capacidad argumentativa y autocrítica , el seguimiento y evaluación constante  de los  procesos para   perfeccionar los  resultados.   

 En términos   generales,  muchos     grupos de poder no  están dispuestos a  aceptar una ética del trabajo y  de la responsabilidad social  que  no se base  de manera tan prioritaria en el impacto de la imagen “amorosa” que  quieren proyectar como  sociedad y como individuos.  Pacific Rubiales  nos trata de convencer que  es para   ti y para mí. Menos  mal que los medios alternativos y sus periodistas investigadores  han destapado la farsa.

Lo que define realmente nuestra colombianidad es la capacidad de expresar  en hechos,  en resultados  y en    el fortalecimiento  de nuestra reputación  como sociedad democrática,   acciones sociales que  resuelven la inequidad y la pobreza. 

  Nuestra colombianidad está en el orgullo que suscita la  calidad   de productos   concretos,  demostrada nacional e internacionalmente,  no en lo que nos imaginamos que los demás piensen de nosotros.
En suma, los referentes  patrios- se construyen con algo más  profundo.   Cada  vez    impacta menos    la convicción de que  con la pasión resolveremos nuestros problemas  y nuestras contradicciones. Y cada vez más parece indispensable revisar esa  discursividad emocional que transversaliza nuestros comportamientos   colectivos,  y  nos ha llevado a   subvalorar lo  que hay que hacer  el cómo hacerlo. 

Más allá   de la productividad y de la imagen publicitaria, el análisis  nos lleva entonces   a lo ético: una reflexión  constructiva  sobre  lo que valoramos  como sociedad y las distorsiones que se presentan  en estas valoraciones. Ello requiere un enfoque  crítico constante,  más   que la adhesión  o el odio apasionados,  no sólo  en el caso de los medios de comunicación, sino  sobre las actuaciones de nuestros   hombres y mujeres públicos y sobre las empresas que tanto dicen amarnos. Requiere afrontar el individualismo que caracteriza  nuestros comportamientos  y el ejemplo que recibimos a diario  de los  modelos   que están  en la  escena de  lo público. 

  Se trata de que  los  ciudadanos   acostumbremos  la mente  a detectar lo que,  como  colombianos, nos  favorece y nos  perjudica en los  comportamientos    que a diario  inciden  en  la construcción de  una  ética  colectiva, dejando a un lado los prejuicios,   y fijándonos más en los procesos y en  la  relación de causalidad entre estos, sus contextos  y  los resultados. 

Por  una  disfuncionalidad  entre lo que  decimos y lo que practicamos,  entre lo que se nos afirma y  la realidad, se  violan tanto los derechos humanos.  Por eso  existe una  perversa  proliferación de ONG que se  autocalifican como sus defensores. Por esa disfuncionalidad   se hace predominar lo  formal de los procesos   colectivos  sobre lo  real, estimulando la discursividad y  sus  diarreas mentales. Por eso también los  noticieros le dedican un desproporcionado cubrimiento a lo judicial, los  jueces  caen en el  encantamiento mediático y los  diálogos – monólogos   o las mesas de trabajo se proponen como  la manera  disolvente de resolver los  problemas nacionales.      

A los colombianos y no solamente   a los periodistas,  nos corresponde demostrar que,  para utilizar la expresión del cofrade Alfonso Palacio Rudas, “no tragamos entero”

lunes, 1 de octubre de 2012

La peleadera




PELEADERA, CAUDILLISMO Y  TRABAJO EN EQUIPO

 En el mundo real de la Colombia  territorial, las relaciones interpersonales  entre los colombianos son bastante más complejas que en lo virtual. En demasiadas ocasiones rige aquello que un sanandresano me definía como la Ley de la Ventaja.  En su caso,  la aplicada por  los atropelladores  venidos de la Colombia continental sobre los raizales del archipiélago.

 Hace muchos años, la descripción de  un funcionario internacional   me pareció  de una  asombrosa exactitud:
Cualquier discusión la toman ustedes de una manera muy personal. Difícilmente aceptan perder. Cuando se debate un tema álgido en una reunión, uno está acostumbrado  a que, al final de la reunión, cambia el tono y las relaciones entre las personas se normalizan.  Cuando hay divergencias entre ustedes, en cambio, es como si se les fuera la vida.

 A partir de allí, el atarván o el  ventajoso  encuentran un clima favorable. Desde  otra perspectiva,  esa relación disfuncional entre colombianos produce en la víctima o  quien ni siquiera alcanza a serlo, la reacción de  pasar agachado  y el temor a asumir  las consecuencias de la realidad. Estas características relacionales, en su grado extremo, explican la  acumulación de nuestras  violencias  en distintos escenarios: el hombre despechado que le echa  ácido en la cara a la mujer que rompe la relación (“ si no es mía no será de nadie”);  el maltrato intrafamiliar ( “el que manda aquí soy yo” ; las masacres de los  paramilitares y las  minas antipersona de la guerrilla (aunque no gane, gano), los asesinatos de sindicalistas o de maestros ( como lo matamos, ya  no existe). Así,  las cadenas de odio  se reproducen insistentemente por una necesidad atávica de excluir al otro.  

 Las consecuencias,  en términos colectivos, por parte del resto de la sociedad que no participa de estas cadenas  de violencia, son múltiples. El debate público, ingrediente   fundamental de las democracias y sin  el  cual la libertad de expresión no tiene sentido  se reduce a tomar partido de una manera emocional en la que lo menos importante es la parte argumentativa y lo que más importa es estar a favor o en contra.

 Otras consecuencias: acentuar el  fatalismo (propio de los absolutos como “la justicia no sirve para nada”. Pero también, quizás reacción de  la mayoría de los colombianos, encerrase en su propio mundo, ignorar lo que está sucediendo, no sentirse afectados, marginarse, pasar agachado, acudir  al chiste como una catarsis sin afrontar la realidad.

En cualquier caso, queda un rescoldo cultural que se reproduce más o menos sutilmente en comportamientos sociales. Consiste en actitudes que, si bien no son extremas ni delictivas llevan, en un amplio espectro, a comportamientos relacionales que van desde la anomia hasta la hipocresía, la inautenticidad, la mezquindad, el “me tiro al otro porque si, aunque  yo no tenga la razón”.

HACIA LO SISTÉMICO

En  los estudios sociales  se ha subvalorado la importancia específica de la comunicación   y Colombia no es la excepción.

 Las disciplinas están en Colombia muy encerradas  en sus respectivos saberes, como la sociología (en particular la violentología), el derecho, la antropología, la ciencia política, la sicología social y el trabajo social. Por su parte, en cierta forma cusumbosolos y poco tenidos en cuenta, los teóricos de la comunicación se han alejado de la realidad, no solo por voluntad propia de encerrarse en su mundo  sino también porque la comunicación no ha encontrado el debido soporte científico que la  construya como campo, para utilizar la expresión bourdieusiana.

 De manera general, ni los politólogos ni los  sociólogos,  con pocas excepciones, se han metido a fondo en el  tema.  Manuel   Castells  lo ha hecho,  no solo para explicar el fenómeno de la Galaxia  Internet  o la era de la información, sino también para analizar el poder desde la comunicación. Con estos pioneros se empieza a vislumbrar la importancia de su dimensión para explicar al mundo y los nuevos interrogantes  sobre los  ecosistemas  de los seres humanos con el advenimiento de lo digital virtual. Aspectos como la fragmentación de la identidad, posible al asumir diversas personalidades en la red van creando espacios y tiempos en que la vida real se vuelve tan solo un aspecto de la existencia, lo que debe llevar a repensar  nociones como político, sujeto, nación y a profundizar en el aspecto relacional.

 En la realidad real de los colombianos, los comportamientos cotidianos recalcan cómo el predominio del individualismo ha  minimizado el sentido de lo colectivo hasta el punto de que  tanto en el sector privado como en el público - pero sobre todo en este último- el interés común no logra incidir mayormente en la eficiencia del trabajo en equipo. Dos actitudes  comprueban esa aseveración.

La primera, la impuntualidad en las reuniones de trabajo, una costumbre que le da la prioridad al que llega tarde,  que se refleja  también en  el incumplimiento de los plazos para  entregar  pedidos o trabajos académicos. Como en el caso de la señora del supermercado que justifica su irrespeto a los demás con un “¡qué pena!”,  el retardado adquiere por costumbre el derecho a que se le repita lo que  se  adelantó antes de su llegada, gracias a una vaga disculpa “excúsenme, pero el trancón, tuve un inconveniente, me dejó  el bus, se  enfermó mi mamá,  etc., etc…”

La segunda actitud  tiene que ver con el desinterés por lo que hacen los demás, combinada casi siempre  con el celo por conservar los feudos de poder.  Ese desinterés estimula la desconfianza,  la “peleadera”  y  lo que los bogotanos llamamos  mala leche, que no solo perturba el clima organizacional, sino que contribuye a la ineficiencia. En la academia, esa actitud tiene varias facetas: el miedo a mostrar el producto del trabajo intelectual, no solo por temor casi siempre infundado a que alguien se lo robe, sino a la – esa si fundada-  la crítica  de los pares, por  la propia mediocridad y la carencia de innovación, sobre todo en las ciencias sociales, enroscadas en diagnósticos repetitivos.

 ¿Y DE LA COLOMBIANIDAD QUÉ?

 En un  esquema de democracia por bandos y bandazos, tan lejano de una democracia argumentativa y racional, el juego de poder no está en buscar un consenso fundacional entre las verdades sino en tener el poder suficiente para transformar la mentira en verdad, sobre la base de que una sola verdad es la que debe predominar sobre las otras.

Lo que caracteriza el debate público de las inteligencias inútiles es entonces la emocionalidad, que prefiere la exaltación a lo argumentativo  y la peleadera al consenso. Se fomentan así las diarreas  mentales en vez de la investigación y de la precisión, se mantienen las desigualdades sociales, el poder de las roscas y de los clanes, nuestra mediocridad en las disciplinas científicas y sociales .

El tip positivo : La creatividad artística  es a veces una punta de lanza  de la reacción contra la ceguera colectiva. Recientes películas colombianas como Páramo muestran de manera  vanguardista, emocionalmente conceptual, el papel de lo relacional en la espiral de la violencia, lo que  presupone  apelar a la  reflexión argumentativa  racional para traducirla en lo emocional y en lo estético.


(Del libro en preparación “Colombia y sus inteligencias  inútiles, desperdicios de  pasión y de procesos”. No  citar  la fuente lo demerita a Ud.,  no a mí)

(Continuará) 



Escobar y el mal : de lo virtual a lo real



La serie  televisiva “Escobar, el  Patrón del  mal” está próxima a su final. En términos generales,  y  aunque con episodios  desiguales, indiscutible  calidad   de la  serie   y de  la mayoría de sus actores.  Algunas preguntas  para el debate:

1-     ¿Influyeron  las  lógicas comerciales en  el contenido?

2-      ¿Hubo distorsiones  históricas? ¿A qué obedecieron?

3-     ¿Son más “héroes” los    mafiosos  que las víctimas?

4-     ¿Se volverá  fuente de la memoria  histórica?

5-     ¿Afectará los imaginarios  colombianos  sobre  el narcotráfico?

Diarreas mentales


¿DISCURSIVIDAD,  LEGULEYADAS, INTERNET Y PRAGMATISMO COMERCIAL? (1)

  En la formación de  nuestra idiosincrasia, todavía detectable a pesar de la  globalización,  es muy  clara la herencia española  de  verbalidad y del  apego a la norma.  Según un viejo chiste  europeo, el inglés  descubre la  verdad, el  alemán la explica, el  francés la complica,  el italiano la  adorna y el  español la defiende. 

Las  manifestaciones  positivas de esa característica  son el histrionismo y  la seguridad jurídica, tanto  como  lo  son  el desarrollo  del  sentido del oído  en las  montañas andinas  y, además,  en  las regiones de influencia   africana, del  tacto sensual  por medio de la piel.

 ¿Tenemos incrustado  todavía tan profundamente  el síndrome de la Malinche[i],  madre  violada,  tan distinta de las deidades africanas, griegas ?  Me resisto a creerlo, pero    conservamos  muchas  características del laberinto  que  señaló  con profunda emocionalidad el genial poeta  Octavio Paz cuando se propuso sacudir a los mexicanos  del complejo de  inferioridad ante los conquistadores pasados y actuales.  En Colombia, ese  complejo llevó  en la conquista y la colonia a que las  que llama inteligencias  fueran  descritas  así , con evidente  sico-rigidez,  por  Don Miguel Triana:

  Esas dos inteligencias enfrentadas  no se entienden: el indio piensa  que se le engaña y se anticipa  a  engañar. A todo responde con embolismática o  dubitativamente, con una astucia y con una  fingida simplicidad que  asombra. Cuando  el interés  le hace hablar en intimidad, se muestra zalamero, sugerente y graciosamente embustero y deja ver a las claras que busca, en su interlocutor, por medio de la  seducción halagüeña un instrumento de sus pasiones  o un cómplice de sus picardías “[ii]

 No sé  ni quiero saber  qué porcentaje de la una y de la  otra hay en el colombiano de hoy, pero  sí que pueden  conjugarse  en  diarreas mentales  y apego a la grandilocuencia ,  ineficiencia de los procesos y demora en los resultados; fatalismo , imaginarios distorsionados,  y en  el sentimiento colectivo  de que  se valora  más el decir que el hacer.

 En Colombia lo discursivo, es decir,  el exceso verbal  y  lo  leguleyo entendido como  el apego a la maraña de normas incumplidas, convierten en negativa  nuestra habilidad  comunicacional, al utilizarla colectivamente -  sucede con frecuencia-, como el camino más fácil y cómodo para  “solucionar” (entre comillas por supuesto) los problemas sociales.

 En la era  digital, esas  raíces  culturales  que  formaron  nuestra colombianidad  se  suelen diluir, aunque  mantienen curiosas  manifestaciones  como  el insulto soez  en los comentarios a los columnistas de la prensa escrita, en vez de la calmada argumentación . En la realidad real , el histrionismo sigue siendo  más  valorado  que sus  contenidos  y que  el hacer,  no  solo en la arena política, sino también en los liderazgos  sociales, incluido el que se ejerce a través de lo mediático

 En lo mediático, y  salvo casos que se cuentan en una mano, la investigación  periodística queda relegada  al último lugar y se  privilegia la entrevista  sobre cualquier otro género. En el periodismo radial programas  de “opinión”  se caracterizan  más por  el intercambio de  espadas  verbales  que por la profundidad del razonamiento y el conocimiento detallado del tema.  

 El formato de los  noticieros radiales  es todavía el de  los “caciques”   del periodismo como lo  fueron Juan Gossaín  ( maestro también de la  forma escrita)  y   Francisco Santos y lo siguen siendo  Darío Arismendi y  Julio  Sánchez, o  Néstor  Morales . 

 No se trata de demeritar sus  capacidades oratorias o descriptivas, por cierto tan diversas como lo es  su respectivo bagaje  cultural,  sino de  recalcar que  la capacidad investigativa  es mucho menos  cotizada que  la  forma en que se presentan los hechos y lo testimonial.
  
La similitud de contenidos y  el formato de los noticieros televisivos,  que obedece  a  la estructura oligopólica de los  medios, no es pura casualidad. También  trasluce esa mayor valoración de la  forma  que de los  contenidos. Solo hay  unas  cuantas excepciones  a la  regla general, notorias por lo escasas, como lo  han sido  las notas televisivas  de  Mauricio Gómez, que analizan sistemáticamente temas  como la minería  en el municipio  concreto de Segovia, o la utilización  de las  regalías  en el Meta,  o los problemas  específicos del río Bogotá en  todas las fases de  su recorrido, o el estado real de los puertos .

 Tanto en periodismo como  en política y como por desgracia se empieza a presentar  en lo  judicial, la discursividad es el criterio  predominante  en la  construcción  de la opinión de los públicos[iii].  A mayor  discursividad,  menor capacidad  de razonamiento,  y  mayor uso del  formalismo  histriónico. Acudo  a  Diarreas  verbales  para  describir la  valoración  de  la fogosidad que luego se diluye,  y  la manera  como se  aplauden las lógicas de confrontación[iv].

 Es decir,  el predominio de lo formal sobre lo  argumental; del efecto inmediato sobre las  consecuencias a mediano y largo plazo.

(Del libro en preparación “Colombia y sus inteligencias  inútiles, desperdicios de  pasión y de procesos”. No  citar  la fuente lo demerita a Ud.,  no a mí)

(Continuará) 



[i]  Octavio paz,  El laberinto de la Soledad, posdata  , vuelta al laberinto de- la soledad”, Fondo de Cultura Económica, México, tercera  edición pág. 237 ,    Gente de las afueras, moradores de los  suburbios  de la historia, los latinoamericanos somos los comensales no invitados que se han colado por la puerta trasera de Occidente, los intrusos que han llegado a la función de la modernidad  cuando las luces están a punto de apagarse -llegamos tarde a todas  partes, nacimos cuando  ya era  tarde en la  historia,  tampoco tenemos un pasado o, si lo tenemos hemos escupido sobre  sus resto, nuestros  pueblos se echaron a dormir  durante un siglo y  mientras  dormían se los robaron, no  lo gramos  conservar siquiera lo que los españoles  nos dejaron al  irnos, nos hemos apuñalado entre nosotros…
[ii]  Percepción de  Don Miguel Triana, citado por  Diego Montaña Cuéllar,  en Colombia País Formal y país Real, Editorial Platina , Buenos Aires, y  Ediciones Suramérica Bogotá,  1963, Buenos  Aires, pág 47
[iii]Yo soy bastante  radical, como siempre, en el sentido de que te decía que, para mí, la opinión pública no existe, utilizando la frase de Bourdieu. En todo caso, es una ficción, o es ambigua.  Primero, se habla de la opinión pública como si fuera una sola opinión, un consenso generalizado sobre algún tema. Segundo, porque el concepto mismo de opinión pública ya no obedece a las realidades históricas,  como  sí sucedió en su momento. Opinión pública, como voluntad general, se consolida  en épocas de la Revolución Francesa. Antes, en el  siglo  XVII,  en  la Inglaterra de Locke  es un control social positivo. Obedece a unas circunstancias históricas muy particulares: el nacimiento de lo que podríamos llamar las democracias liberales,  muy centradas  en el individualismo. Así se va desarrollando el término de opinión general, que tiene la intención de proteger al individuo  de los excesos del gobernante. El concepto de opinión pública ha sufrido una serie de modificaciones históricas de acuerdo con los contextos históricos. Hoy  me sugiere varias  inquietudes.  Por ejemplo: ¿Qué sentido tiene la opinión pública frente a temas que  me parecen prioritarios como inclusión y exclusión,  términos  que a la vez  cuestionan otro:  la  “masa” , propio  de la hoy superada  ficción de la “ sociedad de masas”.  Masa  era la opinión pública, o al revés y viceversa, porque en el fondo,  la opinión pública es una masa. En el siglo XX, la masa todavía opina de tal o cual manera,  en todo caso  como pretexto y manipulación. Hoy en día,  la interactividad, inclusión o exclusión de las  redes hacen que  un término como opinión pública sea impreciso para describir lo que sucede.  Me parece también, además de   permitir manipulaciones,  puede llamar a reflexionar sobre otras palabras como “pueblo”, que nada le dicen a las nuevas generaciones y que todavía utilizan los políticos.  ¿Qué es el pueblo?  ¿Es válido  hoy en día  ese concepto cuando términos como nación están siendo revaluados en favor de identidades nacionales,  que son mucho más concretas y cuando  predomina el “yoismo” (yo digo, yo opino, yo creo)?  Opinión pública es un término , a mi modo de ver completamente inadecuado y objeto de enormes manipulaciones, entre otras por las  encuestas  que pretenden  concretarla estadísticamente  y recortan la capacidad de debate“  MTH  en “ conversaciones de sobremesa” , Javier Darío  Restrepo, María Teresa Herrán,  inédito2010-
[iv] Mediante las cuales  la discrepancia  o pelea verbal y gestual alimentan el rating, del cual depende la venta de publicidad.