La invención republicana del
legado colonial
Ciencia, historia y geografía
de la vanguardia política colombiana en el siglo XIX
Lina del Castillo
Universidad de los Andes- Banco de la República de Colombia
Pocos historiadores colombianos o extranjeros tienen la disciplina de enfocarse con perspectivas novedosas y equilibradas para reinterpretar la Historia de nuestro país. Es el caso de Lina del Castillo, profesora asistente de historia y de estudios latinoamericanos de la Universidad de Texas, master y doctora de la universidad de Miami. Su tesis doctoral, traducida del Inglés, será presentada el 9 de agosto a las 5:30 en el auditorio Miguel Urrutia del Banco de la República.
Se trata de un libro
de indispensable lectura y de
agradable y fluido estilo. Los soportes y pruebas documentales son
rigurosos, pero no para servir de “cajas
de citas” (como sucede mucho en trabajos
de nuestros académicos), sino
para demostrar irrefutables
planteamientos. El eje conductor: la geografía,
los científicos y las variadas y utilitaristas interpretaciones del pasado colonial.
No pocos académicos parten, sin beneficio de
inventario, de bases que presuponen neutras, o documentos primarios redactados en el hervor del momento, que distorsionan la interpretación posterior de
temas cruciales. Por ejemplo, lo
que nos
dejó la Colonia y lo que
recogió, descartó, y vigorizó la élite
independentista.
Entre otros muchos aspectos, el libro recalca además lo necesario
que resulta escudriñar la manera
como en el siglo XIX se describió a nuestros
héroes. Francisco José de Caldas bien
merecida tiene hoy nuestra admiración,
pero a veces por motivos distorsionados,
ya que
Caldas nunca dejó de ser partidario de la monarquía española,
lo que hace más dramático su sacrificio.
La autora analiza
en detalle esa distorsión histórica: sabio era, pero también monárquico. Eso sí, Francisco José de Caldas fue inspirador de una serie de
jóvenes profesionales, no solamente
bogotanos, sino de provincia. Estos últimos, curiosamente, fueron claves
para elaborar “el plano
topográfico de Bogotá, y parte
de sus alrededores”. Curioso, porque expresaron y plasmaron “la
dominancia de Bogotá” como
capital de la Nueva Granada, sobre otras ciudades que aspiraban a
serlo.
Del Castillo analiza la obsesión -a veces comprensible por
la necesidad de darle contenido a la nueva República-
que favoreció, en la primera mitad del siglo XIX, la “leyenda negra de una
monarquía española oscurantista y tiránica”. Sin duda, se produjo así un legado colonial
reinventado, que – escribe la autora- “sirvió de apoyo
a la teoría de la modernización”.
Demuestra también
cómo hubo consensos entre liberales y conservadores sobre la necesidad de la desamortización de bienes de manos muertas,
a pesar de sus perspectivas diferentes sobre la religión católica, porque obedecía
a razones económicas que las
élites compartían. En cambio, las consecuencias del supuestamente democrático sufragio
universal llevaron a una narrativa
que terminó por
sobreponer los derechos de los Estados sobre los
individuales.
En suma, lo que unificó a las élites fue
un relato anti colonial, y una búsqueda de modernidad.
LA CARTOGRAFÍA Y SUS CONTENIDOS
Encontrar el justo equilibrio en relación
con las consecuencias de los hechos o el
comportamiento no siempre consecuente de
los líderes y sus contextos históricos
requiere una especial vocación por la búsqueda.
Alejarse de senderos ya recorridos, para utilizar la expresión de Sartre
En un minucioso trabajo de varios años, Lina del Castillo se ha interesado por
la cartografía. Encuentra en los
mapas una gran cantidad de datos,
y los subyacentes pensamientos, prejuicios, tendencias,
pasiones, distorsiones políticas, universos
creados con la intención, en este caso, de “confeccionar una república”
¿Increíble que un mapa diga tanto? Pero
cierto.
Porque el estudio
de los cambios en la cartografía al
vaivén de la política, en particular en
el periodo de la Gran Colombia, es otro de los aspectos apasionantes
del libro.
Al seguir ese sendero de trazado de los mapas, Lina Del Castillo descubre, para los neófitos (es decir, el 90% de la población
colombiana entre la cual me cuento) una
serie de personas anónimas o
desconocidas que fueron minimizadas por
la ya mencionada en este
blog- obsesión jurídica y política (para
no escribir leguleya y politiquera).
Por ejemplo: ¿Quienes fueron
forjadores de toda una “economía
política de la estandarización y de la
circulación” – que permitiría,
no solo construcción de mercados
internos, sino darle a Bogotá, que tenía
rivales como Maracaibo, el estatus
de Capital de la Nueva
Granada? [1] ¿Qué era la Comisión Corográfica y cómo
influyeron sus recorridos por las regiones para "mapearlos”?
Hoy como ayer,
la Colombia real no es la de los
políticos ni la de los delincuentes.
Miles de personas la han
construido. El libro de Lina del Castillo
recalca el papel de Ingenieros militares, cartógrafos, naturalistas,
constructores, mineralogistas, botánicos, emprendedores, educadores. Y de instituciones como la citada Comisión Corográfica, o el Colegio
Militar (entre 1847 y 1833), reemplazado luego por el Colegio Central de Matemáticas. Por supuesto, el Instituto
fundado por Caldas, que luego llevaría su nombre por iniciativa de uno de sus pupilos independentistas,
Antonio José Restrepo. Y las
sociedades de artesanos
e institutores.
Al mismo tiempo, para delinear La Gran Colombia y la Nueva
Granada se contrataron extranjeros
como el pintor venezolano Carmelo
Fernández que, le dio contexto de acuarelas al ambiente y la naturaleza de la infraestructura
planeada, el profesor de Astronomía Aimé
y entre otros, por supuesto, Agustín Codazzi, de origen italiano.
Agustín Codazzi,
inspector y director del Colegio Militar,
contratado por el presidente Mosquera, fue otro de los personajes claves que supo guiar a sus pupilos. “sostuvo ante los oficiales del Gobierno
que las medidas de la Tierra eran la primera contribución práctica que podían
ofrecer a la Nueva Granada
los estudiantes entrenados en el Colegio Militar”. Y más adelante escribe la autora: “Codazzi y sus
estudiantes comprendieron que la información cartográfica era creada y
recreada por una serie de de diferentes
procesos interpretativos.” Por cierto, el conocimiento que tuvo Codazzi del terreno fue de ayuda
cuando se trató de
vencer el golpe de Melo,
en 1854, matizado por la narrativa como golpe militar y no, como fue, de claro origen popular.
Lina Del Castillo rescata
la importancia y la creatividad de personajes como Manuel Ancízar y José María
Samper, José Manuel Groot, Tomas Cipriano de Mosquera y José
Eugenio Díaz. Este último, representativo del costumbrismo, campesino, autor de “La Manuela”, que
se opuso a la versión
modernizadora de los letrados urbanos y viajados, pero
tuvo influencia en la opinión conservadora rasa y en el
resultado electoral del primer sufragio universal, en 1854.
Como sucede con otros
personajes del siglo 19 y de otros siglos,
las posiciones de estos líderes intelectuales no son
estáticas, sino variables en las circunstancias
tormentosas que caracterizaron la independencia de España.
El análisis detallado de los consensos bipartidistas
valida el dicho popular según el cual los liberales se diferencian de los
conservadores en que los unos van a
misa de ocho y los otros a la de seis.
En todo caso, la autora señala cómo en los
años 70 del
siglo XIX, Samper y en general
los llamados “Gólgotas”, plantearon que la
religión católica podía entenderse de una
manera compatible con lo republicano, con una nueva interpretación del antes descalificado
legado colonial. “Lo que une o separa a los pueblos
no es su genealogía, sino su civilización” escribió José
María Samper, que contribuyó a
enfocar lo republicano desde la perspectiva de los consensos, además
de su aporte al
constitucionalismo. La real politik caracteriza también
el comportamiento de las élites en el siglo XIX.
Por su perspectiva científica, los Institutos y Colegios se situaron al principio por encima de la estéril
peleadera entre liberales y conservadores. Durante una generación por lo menos “el
estudio de aprendizaje práctico en vez de la
transmisión abstracta de ideas” fue “
uno de los componentes centrales de su abordaje pedagógico” muestra la autora. Y anota ( “ la Comisión Corografica surgíó del consenso entre
las élites que buscaban la modernidad y
el republicanismo a través de la
ciencia”.
Gracias a la red del Instituto Caldas,
la Comisión Corográfica “generó cientos de reportes geográficos , junto con decenas de
mapas… y estudios botánicos de más de 60.000 muestras de cerca de 8000 especies diferentes. Y mas de
150 interpretaciones en acuarela” que
sin duda cohesionaron, más que
los discursos, la “Naturaleza `profundamente fragmentada” de la república naciente.
Por cierto, tanto la Peregrinación,
de Manuel Ancízar, como los relatos del
coronel Joaquín Acosta contribuyeron significativamente
a renegar de lo colonial y a rescatar el
“antes” indígena y sobre todo Chibcha,
de la época pre-colonial. Pero en vez de
cohesionar, esa faceta del “costumbrismo” que la autora llama “etnografía política de lo cotidiano”, a la que se
sumaría La Manuela de Eugenio Díaz Castro, sirvió para estimular
la peleadera entre liberales y
conservadores, con la pimienta de la religión,
y ya sin el espíritu de consenso
que quedó fracturado.
Surgieron múltiples referencias al legado colonial “negro” con una narrativa
que se imputó a los
conservadores, y suscitó debate entre
Mosquera y Pérez , que la misma
geografía o su interpretación enfrentó.
Se le sumaron la candela incendiaria de la prensa (como ha
sido reiterativo en nuestra historia) el
aumento de provincias de 24 a 36, la pugna electoral de 1849 por la que
José Hilario López fue elegido presidente
, y las guerras civiles. EL sufragio
universal aprobado en 1853, de consecuencias ambiguas, y
la verdadera guerra civil de
1854, minimizada por las élites como motín militar o por
la “mentalidad colonial” de los artesanos y no un enfrentamiento de de clases sociales , susictado por la indignación popular, forman también parte de la
necesidad que tanto
la autora como otros historiadores
buscan reinterpretar.
En ese recorrido por el siglo XIX, Lina
del Castillo profundiza sobre “la
pérdida de memoria histórica “, y cómo, a pesar
de las narrativas guerreristas, las diferencias
entre élites liberales y conservadoras no eran
tan grandes como se miran
por el número de muertos.
Esos consensos y esfuerzos supra partidistas se reflejaron
en aspectos como la educación,
pero luego se fueron diluyendo por
decisiones tan equivocadas como la de los liberales al
imponer como un florero de Llorente la
necesidad de suplir escasés de docentes
importando maestros alemanes y protestantes.
En la Colombia de Hoy, en no pocos
ambientes y gracias al desprecio que mantiene ignorado
el papel de la historia en la educación, las nuevas generaciones consideran que en el siglo XIX solo existieron el florero de Llorente, la Batalla de Boyacá,
la guerra de los mil días y la Patria
Boba. Libros como este permiten superar los
estereotipos históricos, desaprender los
odios, entender mejor por qué somos así y contribuir a la enseñanza
de la historia, perdida hoy en los currículos de las cada
vez más gaseosas " Ciencias Sociales". En otras palabras,
mientras el hacer impulsa la creatividad,
la discursividad la aplasta.
...Y LA VERSIÓN DE UN CABALLERO SIN REMEDIO
Caricaturesca la versión desabusée del autor sobre la gesta y quienes lucharon por la separación de España.
(Semana, No.1942, páginas 20 a 23).
No sólo por los
calificativos a Bolívar (“respaldados”
por una cita de Marx, y qué cita, ¡por
favor!, bueno es light pero no tanto). No sólo por el desprecio hacia “una carta de Jamaica que no tuvo ningún resultado práctico", sino por ese desprecio hacia
los patriotas "blancos, pardos federalistas, centralistas, egoístas, republicanos, aristócratas, buenos y malos, y toda la
caterva de jerarquías en que se subdividen las diferentes partes."[1]

Recomendaciones al ilustre autor: un paseito a pie por el páramo de Pisba, a ver si fue tan fácil. Y una lectura del libro de Lina Del Castillo.
Otro libro que me han recomendado y que también me tomará varias semanas de lectura. Ya les contaré
---------
[1]
El capítulo dos es impecable demostración en ese sentido. Muestra otra cara, habitual de Mosquera: “Para Mosquera, era a
Caldas a quien debía acreditarse como fundador del conocimiento geográfico sobre
la Nueva Granada.” Su crítica – publicada en La Gaceta – suplicaba
“al coronel Acosta que corrigiera (ese error)
en su dedicatoria por ofensivo a un ilustre compatriota nuestro, cuyo mérito no conoce muy bien”. “Mosquera no permitiría que Acosta considerara un extranjero como
Humboldt como padre fundador de la
Geografía en Colombia .” – comenta la autora Lina Del Castillo (pág. 47)