Todo el mundo declara que la protesta social es un elemento fundamental de las democracias pero sobresalen por el mal manejo los sectores que así lo proclaman. Algunos síntomas e inquietudes:
1.
¿Es lo mismo “paro”, que “protesta social”, que “movimiento de masas” o que “combinación de todas las formas de lucha?”
El país y sus medios de comunicación no han sabido
encontrar el lenguaje apropiado y las confusiones generan más anomia social, consistente en
que el resto de los colombianos no
involucrados hunde la cabeza en las arenas movedizas o se dedica a ver futbol.
2.
La confusión se incrementa con las versiones generalizadoras de los hechos. Un ejemplo
comparativo por lo positivo fue el artículo de Salud Hernández [1] en El Tiempo sobre Catatumbo que, a diferencia de muchos de sus colegas, desmenuzó la situación
real desmontando las teorías de
la polarización ( “ todos son malos, todos
son buenos ; todos tienen razón, nadie
tiene razón).
Pero la mayoría de quienes cubren
el conflicto ( sobre todo si son medios audiovisuales) se limitan a
situarse en donde haya
más pedreas y enfrentamientos,
tal vez para sentirse héroes sin tocarse ni mancharse.
Con esa actitud, le hacen juego a
las manipulaciones de las partes (es decir, el
Gobierno, los intereses diversos que
pescan en río revuelto, los
protestantes en sus diversos matices). ¿Por qué
el cubrimiento mediático de
las negociaciones no supo analizar
a tiempo las relaciones con lo que se fraguaba en El Catatumbo? ¿Por qué el Gobierno separa Habana y Catatumbo, más allá de lo
obvio es decir que las FARC están
interesadas en todas las formas de lucha?
3.
Como sucede con la paz,
los problemas empiezan cuando hay que
definir la protesta social porque las reglas de juego no son claras. Como los imaginarios colectivos no saben que es la protesta social (como tampoco se sabe qué diablos es la paz) los linderos éticos de esa
protesta social no están definidos. Los sectores que tienen que ver con ella,
incluido el gobierno de turno, las definen cada cual a su manera. De allí que la FARC de
la Habana calle pero
incentive por debajo de cuerda y de allí también que el gobierno fragmentado
pierda capacidad de análisis y de manejo de la situación. Un ejemplo significativo fueron los ires del
vicepresidente y los decires del
Presidente o la permanencia de una gestión ineficiente en la Federación de Cafeteros que no ha sido reconocida por Palacio.
4. La obsesión
por la imagen no resuelve la protesta social. En
la sociedad del espectáculo, para utilizar la trillada frase de Mario Vargas
Llosa, lo que importa es la imagen. Pero
se olvida que la historia no la escribe la imagen sino las contundencias y la
claridad de posiciones en momentos coyunturales más allá del impacto inmediato de las apariencias , que diluyen los
resultados .
5.
El inmediatismo,
que ya se ha analizado en
relación con la administración de
justicia y que se exige o se
brinda para la solución de
problemas estructurales, lleva
necesariamente a bandazos, discontinuidades e improvisaciones.
¿Habremos fracasado en darle un
sentido a la protesta
social? ¿ Qué responsabilidad le cabe a cada sector? ¿Se define la protesta social sólo en los términos primarios de violencia , bloqueo y su
reacción autoritaria? ¿Es nuestro país tan individualista que, más allá de la carreta, se muestra incapaz de conciliar posiciones adversas?
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