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Obra y foto MTH |
El principal reto para el 2016 es, sin duda, “desintelectualizar” la paz, que no puede convertirse en un instrumento de la discursividad.
Se trata entonces de concretar las acciones y procesos para lograr las metas de verdad, justicia, reparación y no repetición. Pero también, las de reconciliación y convivencia que, al parecer, se han vuelto más difíciles de cumplir, gracias alaporte de los vociferantes, empeñados en poner palos en las ruedas de los acuerdos y a las cajas de resonancia.
Lograr esas metas implica un cambio de la mentalidad colectiva, despojarse de estereotipos seudo intelectualizantes, buscar nuevos lenguajes[1], detectar la mala fe de los vociferantes. Y, por supuesto, supone una responsabilidad especial de los medios de comunicación, de los periodistas y de los denominados intelectuales[2]. Algunos retos:
No hacerle juego a la teoría de la peleadera, que incluye malinterpretar el principio de equilibrio. Ya es hora de que ciertos periodistas de medios oligopólicos dejen de creer que, en los llamados programas de opinión, el que más grita es el que más convence , sube el rating y deja con tranquilidad de conciencia al periodismo light.
La polarización, incentivada por las encuestas [3] y por los mal llamados debates solo contribuye a reforzar una evidencia: que los medios oligopólicos han perdido terreno frente a las redes sociales, y a la capacidad ciudadana de analizar. Los egos alborotados de unos cuantos periodistas los lleva a auto convencerse de que hacen buen periodismo, cuando es evidente la mediocridad en el cubrimiento del proceso de negociación con las FARC.
No aceptar como inevitable la teoría del péndulo, en el sentido de que a gobiernos de izquierda siguen irremediablemente los de derecha, o viceversa. El ejemplo de lo que sucedió en las pasadas elecciones regionales francesas, en particular en el Norte- Pas de Calais, con la alianza contra el Frente Nacional mostró que los esquemas políticos rígidos ya están superados. Son cada vez más factibles alianzas entre socialistas y conservadores para rechazar los fanatismos ideológicos o políticos.

En Colombia, el camino de la subversión ha perdido toda credibilidad. En este caso, el reto mayor es para los miembros de los grupos subversivos y para las cúpulas de los desmovilizados: deben cambiar su lenguaje de viejos rezagos que ya no le dicen nada a las nuevas generaciones. Máximo cuando lo urbano y lo rural tienden a cerrar brechas culturales ( aunque no las de inequidad) gracias a las TICS.
Como se vio en el análisis de Giraldo, el mito de la guerrilla como camino de cambios termina por desacelerar el impulso de los movimientos sociales. Por ejemplo, la insistencia en las zonas de reserva campesina, llámeselas como se las quiera llamar, pero en todo caso concebidas según el viejo modelo autoritario, ¿le permitirá acaso a las FARC mantener la cohesión “ideológica” de sus filas? ¿El lenguaje trasnochado será capaz de camuflar la inexperiencia en el manejo administrativo que conlleva el ejercicio del poder después del “monte”? La experiencia de Gustavo Petro es en ese sentido sintomática, y no por haber estado en la guerrilla: el excelente Senador pasó a ser pésimo administrador. Sin duda, Gustavo Petro favoreció el aspecto social, lo que el desequilibrio informativo de algunos medios no supo reconocer. Pero tampoco se pueden ignorar sus errores administrativos, la petulancia y la improvisación.
No puede prosperar el mito de los territorios especiales. Así como en épocas pasadas la admiración de algunos académicos por el camino de la subversión contribuyó a una interpretación equivocada del desarrollo social, así tampoco se puede aceptar que en los territorios donde tenga influencia las FARC, estas impongan reglas de juego verticales. El tema debe plantearse al revés : ¿como propiciar una adaptación de las FARC a esquemas contemporáneos, por ejemplo en relación con el papel de las mujeres y el debate de opiniones divergentes ? No nos digamos mentiras : de un lado las FARC como del otro los poderes clientelistas regionales, el territorio que se debe compartir no es físico, sino mental.
No puede prosperar el mito de los territorios especiales. Así como en épocas pasadas la admiración de algunos académicos por el camino de la subversión contribuyó a una interpretación equivocada del desarrollo social, así tampoco se puede aceptar que en los territorios donde tenga influencia las FARC, estas impongan reglas de juego verticales. El tema debe plantearse al revés : ¿como propiciar una adaptación de las FARC a esquemas contemporáneos, por ejemplo en relación con el papel de las mujeres y el debate de opiniones divergentes ? No nos digamos mentiras : de un lado las FARC como del otro los poderes clientelistas regionales, el territorio que se debe compartir no es físico, sino mental.
Desterrar la corrupción, el mayor enemigo de la reconciliación y de la convivencia. ¿Puede la ciudadanía seguir aceptando impávida las prácticas clientelistas y la mermelada creyendo que son inevitables? Si para unos pocos colombianos la corrupción administrativa es benéfica, para la mayoría ha sido un freno al desarrollo, un argumento para la anomia y la no participación ciudadana, que fomenta odios innecesarios. ¿La solución? Sencilla: una carrera administrativa de obligatoria aplicación, desterrando la politiquería.
Superar la etapa romántica de lo ambiental, aterrizándolo a la realidad económica de pillaje de los recursos naturales, principalmente los mineros, en los cuales se mezclan intereses supuestamente legales (léanse multinacionales mineras) con las ilegales, que a veces suelen confundirse con la informalidad.
Como en los demás temas y a diferencia de lo que predican los encuestadores, no todo es blanco o negro, “si” o “no”, sino que el país debe aprender a analizar los matices. Con la ayuda, por supuesto de la academia que parece tan pasmada como el poder judicial, gracias –en parte- a la falta de estímulos de Colciencias en el campo de las ciencias sociales.
Quizás más allá de la intelectualidad discursiva sea entonces útil el consejo de Pepe Mujica, el ex guerrillero Tupamaro y ex presidente uruguayo:

la derecha, los hombres al frente de los países tienen que ser pragmáticos ... hay que tener mucho sentido común, esa es la mejor ideología” ([4])
Lo mismo podemos aplicar los ciudadanos hartos de prédicas de la paz, de las mañas de la política, del poco rigor de ciertos periodistas, de los vociferantes y del decir en vez del hacer.
¡Manos a la obra en el 2016, todos a una, después de felices fiestas!
[1] Un buen (¿o mal ejemplo?) del lenguaje que hay que desterrar es el contenido en un artículo de Kien y Ke “la paz engatillada”; o la argumentación exaltada y estrecha de una Paloma Valencia , que parece contar con la beata admiración de cierto periodismo instalado en la mediocre interpretación de lo que llama debate.
[2] En relación con el término “intelectual” ¿cual de estas dos acepciones del diccionario prefiere? 1- “relativo a la facultad humana de entender, conocer y razonar” ; 2- “ personas dedicadas al estudio de y las actividades que requieren un uso constante de la inteligencia”. ¿ No valdría la pena erradicar esa segunda acepción , en una época en la que se desprestigiaron los meta discursos y la creencia en los sabios que detentan el monopolio de la inteligencia?
[3] El propio referendo puede estimular la polarización si los políticos, los periodistas y el propio gobierno no se proponen una pedagogía que permita una mayor comprensión de lo que está en juego.
[4] “Una oveja negra al poder” ( confesiones e intimidades de Pepe Mujica”, Andrés Danza y Ernesto Tulbovitz , Penguin