Que algunos centroamericanos se hayan creído sin vacilar el cuento de
que el sueño americano estaba detrás del muro no solo demuestra su ingenua insensatez, sino la explosión en
pedazos de lo que significó el propio sueño que, al parecer, hoy
solo atrae a quienes no tienen ni idea de lo que quiere decir.
Un artículo
de Angie
Thomas en el Time sobre
el libro de Michelle Obama parece comprobarlo cuando concluye
su análisis con una frase elocuente :
“Becoming
is a balm that America needs, from a woman
America does not deserve”.
Y esos dos
aspectos pude comprobarlos, después de muchos años de no haber
ido a los EEUU. ¿ Cómo? Durante una estadía relámpago de diez días
en Washington y Filadelfia
y, a la vez, con un excelente contexto: devorándome el
libro de Michelle Obama. Recién salido del
horno, está en todas partes, ha vendido cerca de un millón
de ejemplares. y ya se encuentra en las librerías colombianas.
En cuanto a
lo primero, me pareció que pocas veces en su
historia como ahora Estados Unidos ha sido tan poco
inspirador de sueños e ilusiones. Pero
eso no se lo debe a Donald Trump. Por el contrario, con sus desplantes de millonario bobo, con
unos medios, sobre todo audiovisuales, que crearon
al monstruo y le hacen eco al espectáculo que ahora
promueve, Trump no es sino el
producto de ese decadente
USA. Un país como debió serlo
Roma en sus estertores imperiales, ya no
inspirador, ya no buscador de
innovaciones, estancado en inercias y
ambiciones politiqueras .
Durante esos
diez días encontré, en sus calles
ciudadanas al menos, una sociedad
fragmentada en la que los seres humanas no se hablan ni se ven, no solo por estar ocupados con sus celulares,
sino porque - al menos eso vi- blancos,
por un lado, y negros y latinos por el
otro, están metidos
en sus respectivos problemas.
Podría pensarse que existe una convivencia positiva, puesto que cuando
se ven los unos a los otros son muy polite
y amables. Pero allí están, tirados en los andenes, seres humanos casi siempre negros. Allí son muy escasas las parejas
interraciales. Allí cada cual
sigue su rutina y su afán: gentes
apresuradas que compran sus almuerzos, escogen comidas
paquetudas en una fila de
camiones que les ofrecen una
muestra de las comidas de todos los
inmigrantes, y que se las sirven en unas
cajas de icopor para que se las lleven a
los sitios de trabajo. Almuerzos
que son un desperdicio de servilletas,
tenedores, cucharas y cuchillos
de plástico. Obesos de todos los pesos y
colores. Comida chatarra por doquier, lo que me lleva a Michelle, y a la frase de marras
que cité en inglés y que
comparto.
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Becoming es construirse sin estancarse (foto MTH, Filadelfia) |
Pero no por
obesa, sino porque ella entendió las consecuencias para la gente de un estilo de vida que dista mucho de concretar un sueño.
Su personalidad es, sin
duda, el reflejo de lo rescatable, no en el sueño americano, sino en su dura realidad. ¿Por qué? Porque partiendo de un entorno y de circunstancias adversas (negra de clase media baja) sin esperar de brazos cruzados que ese sueño se cumpliera, logró
entrar por sus propios medios
a Princeton, donde el 80% de los estudiantes era blanca, y donde a las mujeres se las recibía con desconfianza cuando querían estudiar leyes; una Universidad a la que acceden más fácilmente los ricos latinoamericanos cuando pagan dinerales para
sus PHD. Pero también, porque Michelle, por sus propios méritos, entró a una
prestigiosa oficina de
abogados, en donde ella fué la que le hizo el "coaching" al joven Barak y no al revés, Además, porque decidió salirse del bufete
y no practicar el derecho,
sino dedicarse a ayudar a comunidades, y en especial a jóvenes
de barrios marginados, para
que aspiraran a lograr ese “Becoming” con el que titula su libro. Una palabra de difícil traducción en
su sentido completo: volverse alguien, evolucionar, salir del estado de
aceptación pasiva de un destino inequitativo. Para lograrlo, por experiencia propia, Michelle
cree en la educación y en la obsesión de volverse
alguien distinto de su punto de
partida. Esas fueron sus motivaciones
esenciales, mucho antes de ser Primera
Dama. Un término que no le gusta, pero
que tuvo aceptar porque creyó en la impresionante inteligencia de Obama y en su capacidad para
cambiar a Estados Unidos.
En Michelle no hay amargura ni resentimiento por todos los
odios que despertó que un negro llegara a la Presidencia, por todos los obstáculos que pusieron los republicano para que fracasara. Describe
lo que pasó como facts, hechos reales, obstáculos
superables.
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Interrogantes sobre el futuro. foto MTH, Washington |
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El aporte afroamericano en un espectacular museo recién inaugurado en Washington |
Porque Michelle Obama sobresale por escribir como escribe (sobretodo cuando no se afana por terminar el libro, como se nota en las últimas páginas). Sobresale por hacer un análisis profundo mas allá de lo que esperan las revistas de vanidades. Sobresale por explicar cómo logró lo que logró y cómo otros estadounidenses podrían lograrlo, como lo hicieron en el pasado .
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Tardío pero reconocimiento del inmenso aporte en arte, deporte, música, identidad ... |
Volviendo a los logros de Michelle, no me refiero a haber logrado casarse con Obama, lo cual fue sin duda un acierto del amor y del azar, que unió a esas dos personalidades distintas pero vitalmente afines. Él, un tipo chévere, gran lector en un país que poco lee, sobresaliente desde joven. Ella, una mujer también sobresaliente, organizada, planeadora. Y un amor amor que ella sabe describir en sus realidades de esposa subvalorada por los desconocidos y malquerientes, de madre pendiente de sus hijas, de apoyo inteligente a Obama, a pesar de lo difícil que para ella significó aceptar que él siguiera en la política . Ambos reunidos por la vocación común – en el sentido de cambiar el mundo desde las propias comunidades, de la gente, y de no quedarse en los obstáculos.

Michelle Obama, como Primera Dama decidió renunciar a muchas cosas, pero también a focalizar su
actividad en aspectos esenciales, aunque poco mencionados por los
políticos, pero que reflejan una concepción no caritativa sino de profundas consecuencias para el becoming. Como la obesidad de las nuevas
generaciones, actuando a través
de pactos con las escuelas pero
sobretodo, tratando de cambiar la
mentalidad gastronómica de los productores de
comida chatarra.
Michelle Obama no duda en decir que la pregunta de reporteros que mas la molestaba por anti etica y por desconocer lo que compartían ella y sus audiencias, era que le preguntaran (y supongo con cierto tonito irónico: ¿Qué se siente al ser una mujer negra educada en en una universidad de élite al hablarle a un grupo de personas esencialmente blancas?
Pero tanto ella como Obama tienen incorporada la capacidad de no enfadarse.
“Parte de nuestro rol, como lo comprendimos, fue ser ejemplares en razón,
compasión y coherencia”- escribe.
Por eso la historia los recordará con el agradecimiento que todavía no sabe darles la sociedad
norteamericana. Ella no quiere ser
Presidente; pero como su esposo, tendrá muchos
otros escenarios para
practicar ese “becoming”, gracias
a la “Audacia de la esperanza" que los Obama han vuelto realidad,
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