Porque es una
excelente película. Pero, para todos los colombianos o ciudadanos del mundo,
además de la impecable fotografía, el guión produce un impacto ético y
cultural, más allá de ensalzar nuestras bellezas naturales.
El documental
recalca la importancia de buscar en nuestros orígenes el sentido de nuestro
porvenir. La importancia de recuperar el tiempo perdido por esa disociación del
ser humano con la naturaleza. De cuestionar los atropellos de la supuesta
modernidad. De valorar el trabajo de un Martín Von Hildebrand, Nobel
alternativo, y de muchos científicos colombianos como él que entienden la
biodiversidad, no como algo teórico, sino profundo, trascendente, humano y
real.
A mí, me suscitó
dos tremendas reflexiones adicionales:
La primera: cuando se
escuchan las alabanzas de ciertos pontífices que exaltan al Fracking y al Glisofato como
antes se exaltaba al caucho y siempre a
la búsqueda de oro, ¿será que los colombianos indiferentes seremos los
indígenas de las voracidades que con sus fauces implacables se apropiarán las
energías no renovables y despedazarán otros entornos , además del amazónico.
Y la segunda: cuando se ven
las hordas de turistas en la Capilla Sixtina y cuando ciudades como Florencia
se vuelven una desgracia para sus habitantes, ¿será que proponer al turismo
como motor del desarrollo es una estupidez?
En todo caso, una
plegaria: ¡Roguemos que el turismo no profane el sendero de la Anaconda!
https://www.youtube.com/watch?v=shDEZdDKGZs
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