SPINOZA
STEVEN NADLER *
AKAI BIOGRAFÍAS
2021 @Ediciones Akal S.A
443 páginas
Foto MTH
El domingo antepasado, El Tiempo, en su sección A Fondo, reprodujo una Entrevista de Hugo Alconada Mon, del diario argentino La Nación, a Enrique Krauze. Una de esas entrevistas que deberían hacer algunos periodistas culturales colombianos, que se limitan a mostrar qué se dice pero no lo que no se dice, a hablar de novelas pero desconocen el genero ensayo y mucho más la filosofía.
Pues bien, cuando, como punto final, le pregunta entrevistado qué sugiere para distraerse en tiempos de pandemia, éste dice haber encontrado consuelo en la lectura del filósofo Baruch Spinoza.
Me sobresalté porque en tiempos de pandemia, acababa de leer una excelente biografía de Steven Nadler, sobre este poco conocido pensador que representó una de las mayores revoluciones filosóficas de la humanidad.
La noción de filósofo no se suele asociar a revoluciones y, sin embargo, está en el fondo de todas ellas. Algunos dudan si Spinoza fue o no fue filósofo o teólogo pero en todo caso matemático ( como Descartes y Leibniz) ese hombre que heredó el comercio de su padre, que fue expulsado de manera tajante e inusual de la comunidad judía de Ámsterdam en 1656 por un fulminante Herem (anatema) y que pasó la mayor parte de su vida en una habitación, ya sea en Ámsterdam, en Rijnsburg, on Woorburg ( en las afueras de La Haya).
Puliendo lentes, productor de telescopios y microscopios y reflexionando sobre la vida, la naturaleza, Dios, el ser humano y su Felicidad; desmontando intelectualmente el papel de las jerarquías eclesiásticas con, desde luego, una profunda reflexión sobre la ética y la organización del Estado. Pero eso sí carteándose con los principales cerebros de su tiempo, impresionados por su inteligencia y su capacidad de análisis geométrico.
A mi modo de ver, en el caso de Spinoza, los contextos son necesarios, no solo de los ires de la familia Spinoza de origen español y Sefaradí, sino de la historia de los Países Bajos españoles, de la Europa de las religiones y de las migraciones, en las que Nadler ahonda de manera impecable.
Spinoza es históricamente también, producto de ese desastre que fue la inquisición de la Reina Isabel la Católica que de católica tenía muy poco, pues era una de las fanáticas más aberrantes. Si, así es como deberíamos leerla y verla sus vasallos en América, sin tumbar estatuas pero averiguando su papel en la historia. Porque, en el mismo año en que España descubrió por casualidad a América, estos precursores del nazismo Don Fernando y (sobre todo) doña Isabel expulsaron a los judíos y acabaron con la España Mudéjar.
En 1537, Carlos V, como gobernador de los Países Bajos, facilitó la migración de los no conversos a Ámsterdam. Todo ese contexto de Askenazis y Sefaradíes en los Países Bajos es explicado con detalle por Nadler, lo mismo que la vida interna de sus comunidades, el papel de los rabinos, las relaciones comerciales con América, especialmente Brasil. Y la magnitud de la peste que asoló a Europa.
Lo mismo hace el autor con Spinoza, cuya vida es hasta cierto punto un misterio. Con fuentes primarias, especialmente cartas y cotejo de fechas, hace una serie de deducciones impecables.
Solo en ese minucioso contexto europeo se entiende la almendra de la revolución intelectual Espinosista, que fue demoledora contra las jerarquías religiosas. De allí su permanente sigilo y el real temor de ser asesinado, lo que no impidió que, desde la soledad, sus ideas tuvieran una serie de discípulos y admiradores en la sombra, regados por toda Europa.
El contexto explica por qué su ética y sus escritos fueron de tal dimensión explosiva que se resistió en un comienzo a publicarlas con nombre propio y de la editorial. Pero fue tal la conmoción que terminó creando esa nueva interpretación del mundo, que sus amigos publicaron sus escritos como obra póstuma cuando murió a los 39 años de tuberculosis, causada en parte por herencia genética y en parte por la pulida de los lentes.
El mérito de esta biografía es dejar para lo último la explicación de una obra difícil. Difícil porque se explaya con criterios matemáticos y no de carreta.
Para Spinoza, Dios es sustancia infinita y única. Es decir, que no regaña, no es a imagen y semejanza del ser humano, no castiga, no incide en mediaciones. Difícil de aceptar en una tradición española y católica que se basa sobre todo en actuar “Dios mediante” o “Gracias a Dios”.
Spinoza cree que Dios es producto ( hasta cierto punto ) de la razón. Si esto es hoy revolucionario, como lo sería en el siglo 17 viniendo de un habitante de los Países Bajos, que además seguía la huellas de los geómetras y matemáticos en medio de las guerras entre protestantes y católicos. Un hombre llamado despectivamente el “judío de Voorburg”, que terminó atacando las supersticiones y los clérigos, que no cree en los milagros. Un hombre que argumenta que el infierno es causa de la superstición y clama por la libertad de las ciencias y de las artes. Un determinista que, sin embargo, no implica para Spinoza la pérdida de la libertad humana.
Un filósofo cuyo tratado fue condenado por “blasfemo y peligroso, corrupto y detestable” escrito además en latín para evadir represalias. Y eso en un ambiente sacudido por Descartes, una lucha que se vivió también por las universidades de los Países Bajos, entre los enemigos de Descartes, los protestantes conservadores, los fundamentalistas de todas las religiones y los liberales.
Sin duda, Akal biografías, editorial de Argentina da en el clavo con esa colección de biografías, escritas por especialistas para no especialistas.
*Steven Nadler es el seudónimo de William Hay, profesor de filosofia y de estudios judíos de la Universidad de Wisconsin-Madison
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