jueves, 24 de enero de 2013

¿CUÁL ES LA ENFERMEDAD SENIL DE LA POLÍTICA COLOMBIANA?



EL POLITIQUEO DE LA POLÍTICA
 Tanto en la  izquierda como en la derecha  (términos por lo demás desuetos,  pero  ese es otro cuento),  ha habido muchas   enfermedades infantiles. Sin embargo, lo que sucede hoy en Colombia es  a todas luces  la enfermad senil del politiqueo.

El politiqueo, como actitud previa al ejercicio  de  la politiquería,  es un  estado de ánimo de sectores afectados por una  epidemia que,  al parecer, se  extenderá  durante todo este año, con resultados patéticos y saturación de la ciudadanía.

La politiquería  se   especializa en compra y manipulación de la voluntad de los  electores teniendo como prioridad  el interés  particular del  candidato  a cargos de elección popular. El politiqueo es, en cierta forma, la  preparación  del ambiente para garantizar que  el contagio sea total y las estrategias clientelistas, efectivas.

Esa  actitud de  pre-campaña  se caracteriza por  misteriosos silencios o dardos de los posibles candidatos, que  incrementan la capacidad verbal de especular sin rumbo  fijo. Se  propician disquisiciones diarreicas sobre  lo que va o puede  suceder  en las listas  electorales  que  competirán  en el próximo  año. Y se hacen “predicciones” mecanicistas  presentadas   como el  máximo  ejercicio de la  filosofía política.

Obviamente, temas  esenciales  para que  el politiqueo  absorba la atención: poner en un pedestal a  los caudillismos y  sus diversas intenciones para  hacerle zancadilla al adversario.  Son el resultado de las  lógicas de confrontación para  subir  el rating, porque al país “le encantan” las peleas.  Se eluden así temas considerados  no esenciales,   como los que  deberían proponer los  partidos o movimientos que, en ese contexto brillan por su ausencia.

 Algunos de los  principales seres humanos  contagiados por  esa epidemia, que amenaza con paralizar instituciones y organismos  públicos y privados, son  fáciles de  detectar. Se trata de  personajes públicos, muy queridos ellos. Siempre los mismos entrevistados por los programas de opinión (¿?) de las grandes cadenas,  ostentan la característica  ambigua de  asistir como periodistas,  de argumentar como  políticos, y de pontificar como académicos.  Se confunde así ejercicio del periodismo  con el  derecho de ciudadanos a opinar y más  cuando  tienen  trayectoria  sobre los  temas propuestos, como sería el bienvenido  caso de Alonso  Salazar.     No darle a cada quien  su rol  lleva a que  los políticos se sienten periodistas, a  los académicos  se les  alborota el ego mediático y los  periodistas se sienten liberados de   la investigación propia que deberían hacer.

 Aunque hay contadas y reconocidas excepciones,  se ha vuelto maña -ojalá pasajera- de   cierto periodismo   limitarse  a especular sobre las intenciones de tales o  cuales políticos  (Ejemplo : la preguntadera  y entrevista del domingo pasado  de María Isabel Rueda ; o los  políticos   cuyo  principal   centro de interés    radica  en   promover determinadas personas  ( ejemplo:  declaraciones del Senador  Jorge  E. Gechen  Turbay  en relación con los candidatos para  reemplazar a la destituida gobernadora) .   Queda uno asombrado por semejante  desperdicio de inteligencias.     

 Por cierto,  el problema radica  en que  esas triquiñuelas y discursividades   mentales le  importan  un pepino  a la mayoría de los ciudadanos,  que no  aspiran a algo distinto de poder salir  adelante y escichan esos "debates" como ruido.  O piensan que a otros  les   corresponde  curar  los males como corrupción,  violencia,  desgano, mala leche  y sobre todo,  incompetencia desigualdad de oportunidades entre la rosca y el resto.

Los remedios : fortalecer  el debate ciudadano;  boicotear el politiqueo antes de que se traduzca en  politiquería activa;  interactuar  con los medios de manera  argumentativa y no  con estériles insultos y sobre  todo,  exigir de partidos  y medios  más preocupación  por  el interés  general, so pena de hacerles   “clic”  y “supr” a su rating.  

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