Ilustración de Alfredo Garzón |
La corrupción y la sinvergüencería no pueden plantearse
solamente desde el punto de
vista delictivo, sino de lo que la moral social colectiva considera aceptable. La ética
de los Jaramillo de Interbolsa, por ejemplo, no solo los lleva a invitar a
Superintendentes, sino a chantajear
luego con fotos tomadas en una finca, una vez
“pillados”. La pregunta – ¿Por qué aceptan
la invitación?-, tiene que ver más con aquello de “los mismos con las mismas” (el jet set y Cia.) que
con indelicadezas éticas.
Como se ha
insistido en este blog, existe una tradición de “torcerle el pescuezo a la ley”, y de pasar agachado, o no hacerse preguntas, mientras “no lo pillen a uno”.
La preeminencia de
la peleadera pública sobre lo jurídico (o mejor lo
leguleyo) más prioritaria que lo
ético explica muchas de las fallas de cohesión social y la costumbre de interpretar la ley de acuerdo
con las conveniencias de cada cual.
Porque, a pesar de
que Oscar Iván Zuluaga dijera en alguna oportunidad [1]
“mi ética es la ley”, una sociedad no funciona bien
cuando el punto de referencia es la ley más que la ética.
Pero los daños son
de doble vía: también se le ha torcido el
pescuezo a la ética, con justificaciones
“jurídicas” que se improvisan en la
medida de los intereses y de la discursividad.
El Procurador, por
ejemplo, argumenta su decisión “Jurídica” de acuerdo con lo que él considera “bueno” o “malo” y con
la manera como interpreta su fe
católica, por cierto muy distinta de la
de su jefe espiritual, el Papa Francisco.
Para el Procurador,
ser homosexual o ser “comunista” es “malo”. Sus creencias férreas (en las que no incluye
la tolerancia) definen su
postura, no solo política, sino jurídica.
El mismo radicalismo de los absolutos éticos se observa
en lo político con el voto en blanco, para el cual TODO lo que huele a
política es malo, como un absoluto. El resultado
ético es claro: se anestesia la capacidad de
debatir que es ético y que no lo es.
¿Y en el caso de Petro? Las mismas confusiones. La negligencia o la prepotencia no pueden considerarse como fallas éticas.
Robar o pedir comisiones como
Samuel Moreno, sí. Del mismo modo, convertir la protesta en un activismo
político como lo hace Petro minimiza la importancia de la reflexión ética. La indignación
por la injusticia de un fallo
se deja manosear por el
activismo y nuevamente, elude la
reflexión colectiva no caudillista.
Hacernos los
locos mediante la polarización entre
malos y buenos con lo que va sucediendo impide
fortalecer valores sociales que
tanto se predican. Y hacerse preguntas sobre la moralidad de nuestra empresa
privada, más allá del escándalo... o dela indignación
En buena hora El Espectador
publicó la entrevista
a Emilio Tapias : muestra
como la podredumbre y la mala
leche también abundan en el caso de la empresa privada. Aun si no se
demuestra el delito, aun si Petro no
hizo lo que debería hacer, la reflexión ética debe ocuparse cobijar el comportamiento de las empresas recolectoras, o de todas las empresas que contratan con el
Estado. Y no salir del asunto, como por cierto lo hacen los concejales de Bogotá con “se le dijo, se le
advirtió"
Por esta época , que significa tanto para la cristiandad, el sentido de
una ética católica basada
más que todo en el pecado y la
culpa ( más que en la compasión o la solidaridad) pierde
fuerza para contrarrestar la
avidez de la sociedad de consumo . Lo anterior es una frase de cajón, pero es también la punta de un iceberg. Explica por
qué los Nule pueden ir a misa, pero no les importa corromper, y que Samuel Moreno y Cía., ídem. Pero también – y no
nos digamos mentiras- los Jaramillo de
Interbolsa.
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Recomendados: La Ética protestante y el “espíritu” del capitalismo de Max Weber, en particular el dinero como
deber y que permite comparar las raíces de sociedades protestantes con las católicas,
hoy similares en cuanto a lo económico desligado de lo religioso. La sátira “Fauna
Social Colombiana”, Antonio Montaña,
Ediciones gamma 1987 (al menos la vieja edición que tengo yo) .En particular, los guaches (según
los estereotipos, de los que se burla el autor, Jaramillo no lo sería, porque tiene los ojos azules). ¿Cómo somos los colombianos? Reflexiones sobre
nuestra idiosincrasia y cultura, German Puyana
García, Quebecor World, Bogotá, 2002; y de la suscrita, La sociedad de la mentira, de los
años de Upa (1986), pero que sigue
siendo válida y que autorizo a fotocopiar o trepar al
ciberespacio.
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