Mi asesor etimológico, me recuerda que
viene de cum (con ) y feder (
fe). Y el diccionario la define en primer lugar como
“actitud de quien espera algo firmemente y sin temor a ser
decepcionado.” Y en general, más
allá del contenido moral o religioso, es
“creer en la capacidad de
respuesta ante las expectativas”.
El Presidente Santos, Timochenko
y no pocos políticos la han
empezado a usar en relación con el
proceso de negociación con las FARC, y todavía tiene el
atractivo brillo de lo novedoso.
REFLEXION
DESDE ANTÓNIMOS
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Obra y foto MTH |
O,
en todo caso, a olvidar
el verdadero origen de la
palabra. De allí que propongo, como en
otras palabras, empezar por el antónimo. Más que del amor- que chorreará publicitaria , mediática y comercialmente en estas navidades- el análisis colectivo debería hacerse sobre el odio (¿Por qué nos odiamos tanto?). No me refiero, por
supuesto, a los conflictos familiares o con personas “amigas”, causa principal-
con el trago- de nuestra estadísticas que asombran más en el exterior que aquí . ( ¿“como es posible que personas tan alegres y cálidas como
los colombianos tienen unas estadísticas ta altas
en violencia?”)
En vez de paz, convertida en un instrumento que políticamente
vende, y que para cierto fundamentalismo
equivale a “acabar con esas ratas”, deberíamos
analizar nuestra incapacidad
de solucionar sin violencia nuestros conflictos.
Más que de perdón (a mi modo de ver una acción individual tanto para pedirlo como para otorgarlo) [1], se debería ahondar
en las condiciones de reconciliación
que desmenucen las frases
repetidas de “verdad , justicia y reparación” que son responsabilidades
prioritariamente del Estado – para
cumplirlas- y de las víctimas (
para exigirlas).
El resto del país ha mostrado una indiferencia
pasmosa frente a las situaciones de injusticia (con el
Chocó, por ejemplo, al punto que a veces
se termina por creer que basta con elegir una reina Nacional para que las solucione); o con la
necesidad de verdad ( “es mejor no
seguir machacando siempre lo mismo, ¿para qué reabrir el tema del Palacio de
Justicia?”). Y frente a la reparación,
hasta ahora incipiente, que algunos consideran un gesto de caridad y no un
derecho.
Por eso corremos el riesgo de que
todo el mundo empiece a solazarse con
la confianza ( prometiendo darla y recibirla)
en vez de desmenuzar por qué nuestra desconfianza es una
característica de nuestra identidad colectiva.
John Sudarsky, entre otros, intentaron
vanamente motivar la reflexión académica
sobre “ el capital social”, uno de cuyo ingredientes principales es la confianza, basándose
en estudios previos que explicaban el desarrollo desigual del
Norte y del Sur de Italia. El tema ha obsesionado también a Antanas Mockus, que intentó
la práctica de juegos para
estimularla. El juego de la confianza no
es un juego sino una relación de convivencia, y se está perdiendo en
Colombia- escribe Javier Darío Restrepo ;
“ lo podemos hacer usted y yo con un tercero al que le pedimos que se deje caer
de lado. Usted lo recibe y lo impulsa hacia mí; yo lo recibo y lo impulso de
vuelta, así hasta que los tres entendamos de qué está hecha la confianza de fe en el otro”.
¿DESCONFIADOS?
En general, la
confianza no va más allá de los
límites familiares o sociales
de “clan”. La desconfianza cunde en nuestro país. A veces desemboca en peleadera,
a veces en aislamiento, a
veces en pura y simple exclusión o en dudosa
caridad.
¿ Por qué esa desconfianza, no solo en materia de seguridad
ciudadana, sino en nuestras relaciones colectivas? Se debe, claro a muchas razones, pero colocaría en uno de los
primeros lugares el
individualismo, aunque suene a frase
de cajón. Muy poco sabemos actuar en colectivo , por lo que a toda
palabra le ponemos el contenido que nos parece, pero que no es necesariamente el
de los vecinos. Esa podría ser una
definición de la ambigüedad: No ser
contundentes o afirmativos , sino nadar en la ambigüedad de definiciones indefinidas e imprecisas, que
dan lugar a una variedad de
imprecisiones. Veamos otras:
Hay desconfianza por miedo. Producir o sentir miedo
es un ingrediente decisivo para
la desconfianza. Algunos de nuestros
políticos radicales se dedican a producir el miedo
en relaci ón con el proceso de negociación con las FARC (
un miedo
al que las FARC, por cierto, le agregan candela con sus comunicados tan bien copiados
por la corresponsal “ periodística”
Anisley Torres). El miedo es
construido por declaraciones apocalípticas sobre lo que nos espera en el posacuerdo, lo cual, obviamente, diluye cualquier reflexión colectiva sobre qué
hacer para no tener miedo.
Hay desconfianza por discursividad
diarreica que en el
sector político y mediático lleva a distorsionar el sentido del debate y confundirlo
con la peleadera.
Hay desconfianza por el protagonismo exagerado de los egos y la
pasividad sumisa de quienes
padecen ese protagonismo. Se nos anuncian una cantidad de
proyectos pero nadie pregunta
cuando se llevaran a cabo, ni siquiera preguntándose si vale la pena
creer.
Hay
desconfianza por la incertidumbre
producida por anuncios mas que por
resultados. Así sucedió
con el tema de
la justicia
transicional. El ciudadano promedio no sabe muy bien qué es eso (ni
los negociadores tampoco porque está en
una etapa ambigua). Los medios y no pocos periodistas contribuyen a la incertidumbre al descalificar toda iniciativa con un supuesto
“equilibrio” inmediato del opuesto a esa
iniciativa, que no ha tenido ni siquiera
el tiempo de decantarla.
Hay desconfianza por inmediatismo. Lo que produce confianza es la predictibilidad de las actuaciones de los
demás . El inmediatismo tanto mediático como político que
opinan sobre el suceso inmediato sin proyección ni contexto , no permite entender que el
presente es producto del pasado y del futuro.
Sobre este tema, y
aunque no se trata de Colombia , una excelente animación,
de Sergio de Pazos y Bruno
Teixedor, es la demostración de que
los conflictos de hoy
no se pueden entender sin sus contextos.
Hay desconfianza por el predominio de
lo verbal sobre lo escrito. En épocas en que el
valor de la palabra ( en los
negocios, en los acuerdos, en las promesas de la vida cotidiana y , por
supuesto en los anuncios publicitarios) A tal punto que ya ni las notarias que antes eran la constancia imperturbable de la verdad , han
perdido toda credibilidad. Ejemplo, la
corrupción de las escrituras sobre
tierras.
La desconfianza es
proporcional a la falta de planeación , sobre todo a nivel local.
En ese sentido, los datos de
Planeación Nacional sobre cumplimiento
local de esa obligación son significativos. El fracaso de una
planeación local de abajo hacia arriba obedece a una razón: como no
hay sentido de comunidad, no puede hacer confianza en los procesos y
por lo mismo, no puede haber planeación. Consecuencia: a pesar su mirada
positiva sobre los avances local,
Planeación Nacional es cada vez más poderosa.
En resumidas cuentas,
más que pedir confianza, como se
está volviendo maña política, lo más importante es darla, para que se
produzca. Los gestos concretos son
esenciales, de un lado como del otro.
Y Finalmente : ¿Cómo creer en los demás si uno no cree en uno mismo? Allí se encuentran, por cierto los dos sentidos del diccionario.
Y Finalmente : ¿Cómo creer en los demás si uno no cree en uno mismo? Allí se encuentran, por cierto los dos sentidos del diccionario.
RECOMENDADO
El libro de Adela Cortina contiene un capítulo final en el que se concreta la responsabilidad de los medios de comunicación en la construcción de confianza. Valdría la pena que las empresas mediáticas colombianas hicieran el checkin list ( como dicen los yuppies) sobre si cumplen o no los requisitos para tener credibilidad, empezando por la transparencia informativa sobre los intereses. ¿Se rajarán , como se rajan la educación y la salud, lo que tanta desconfianza producen, a pesar de que nos las pinten de manera tan positiva?
En cuanto a los periodistas, deberían incluirla en
sus compromisos éticos. Hay ejemplos internacionales de la reacción de los periodistas frente a las políticas editoriales .
Que los medios colombianos oligopólicos
estén en posición dominante, si
; pero afirmar que los periodistas no pueden reaccionar cuando las lógicas noticiosas de las
empresas que los contratan no cumplen su
deber de responsabilidad social
empresarial y los principio de la ética
periodística, pues, no es cierto.