miércoles, 11 de noviembre de 2015

¿Es Asunto de Perdón?

 

Tomado de El Tiempo 
Así como el  Fiscal y el Procurador  pretenden reescribir la historia del Palacio de Justicia desde sus cargos, así también  ha  habido  una discursividad, de las que  llamo diarreica, sobre  el tema del perdón.

Advierto de una  vez  que no me refiero a la  filosofía  católicamente  muy  estructurada del perdón como un acto religioso, que respeto profundamente.  Muy distinto, a mi modo de ver, del  cuestionable carácter  civil del perdón, herencia cultural de nuestros conquistadores. Una  costumbre  arraigada en  mentalidades en  las que predomina la  confusión entre el deber civil y el  religioso, y lleva a ambiguas argumentaciones.

Por cierto,  sea dicho de paso,  una costumbre  muy arraigada en algunas  regiones. Muchos no  entienden  por qué  los bogotanos  y sobre todo las bogotanas vivimos pidiendo  perdón  en vez de excusarnos  cuando  afectamos al otro por  algún comportamiento y aún cuando tan solo  pedimos  permiso para  pasar.

 Pero volviendo al perdón civil como tema de debate, sobresalen cuatro  casos:  

Por un lado  el Presidente Santos al pedir perdón, ha cumplido una  “orden” de la  Comisión Interamericana que todo el mundo  había olvidado,  añadiéndole  su convicción personal, que podemos asumir profunda. Pero ni la una ni la otra  tienen  suficiente contenido como para incidir  en los cuatro pilares de verdad, justicia, reparación y reconciliación.

tomado de El Espectador
 En el otro extremo de  la ética pública [1] la ex ministra de Comunicaciones Noemí Sanín,  dijo que  ella no pediría  perdón - lo que si hizo  Belisario Betancur- porque no  tenía algo que reprocharse, en  una convicción personal que podemos  asumir también como profunda.  Sin embargo,  esa actitud no puede ser confundida con  la absolución  de su comportamiento, a todas  luces equivocado  - aunque no delictivo- y que, en el caso de la exMinistra,  se refleja en el dicho popular “tapen tapen”  supuestamente  para  proteger a la ciudadanía de lo que  de pronto  no entiende.  Esa convicción de la inmadurez ciudadana por  fortuna  desvirtuada en la era de la  información por personas como el bloguero – entre otras actividades-  Glen Greenwald y Edward  Snowden, quienes entre el derecho a saber y  el  “secreto” de Estado  han   señalado la prioridad del primero  desmitificando el segundo cuando se trata de  arbitrariedades y de abuso de poder.

Pero en  todo este  reburuje de perdones y no perdones,  hay dos  declaraciones que a mi modo de ver  traen una meridiana  claridad al tema.

La primera, del Ministro Yesid Reyes cuando le preguntaron si iba a perdonar  a los que mataron a su padre. Tuvo una  respuesta  concisa y profunda :  “ a cada uno le corresponde  decidir individualmente si perdona o no perdona”,  con  lo cual reiteró que se trata de una decisión íntima que no tiene por qué  volverse una  encuesta sobre cuantos perdonan y no perdonan ( esta  segunda  reflexión es de la suscrita, no del Ministro), ni volverse una declaración oficial.

 La cuarta declaración, muy pensada y  escrita,  fue la de Antonio  Navarro en el diario El Tiempo.  Una  constancia mucho más inteligente  que la de Petro[2].  http://bit.ly/1M7K2vm  en la que  pausadamente reconoce el error de su movimiento.

 Esas dos afirmaciones  me  remontaron a  un  sobresalto que  tuve hace muchos años  cuando escuché por radio a la abuela de  Bernardo Jaramillo Ossa, a la que le acababan de anunciar que habían asesinado a su nieto, decir: “yo los perdono”.

Me estremeció de tal manera, que pensé: “no es posible que se perdone esto. No se puede perdonar así de rápido. Esto es mucho más que una ofensa, es un crimen;  y perdonar no me va a sacar a mí ni a nadie del horror o de la venganza”.  Por supuesto  ella lo dijo de manera  espontánea  y cristiana.

 Pero muchos colombianos se han  acostumbrado a dar por  hecho que reacciones  como  esta  y las de ofrecer  perdones equivalen a sanear  públicamente la ofensa, sacándole  réditos  como en muchas  ocasiones ha sucedido  en Colombia. Y  no solo con narcos y paramilitares.

Me impresionan  más las  abuelas  y las madres con diferente actitud. Por  ejemplo, las madres de los mal llamados falsos positivos, es decir, de las ejecuciones extra judiciales por miembros de las fuerzas armadas.  Ante  esa  valerosa decisión de no rendirse,  el perdón pierde importancia: lo  importante, lo que  deberían resaltar  los medios en vez de buscar  quien perdona,  es que esas madres no aceptaron la realidad como inevitable, no aceptaron  que hubieran  asesinado a sus hijos.


 Porque hay una diferencia entre  equivocarse y pedir perdón, aceptar y perdonar. Es más constructivo para la autoestima de los familiares de las víctimas que no haya una aceptación tácita de la ofensa. 

Unos límites que llevan a  reconocer sin ceder: "sí,  usted hizo eso;  si, yo hice eso ; sí se equivocó; si me equivoqué;  pero no me voy a vengar, y no basta con que le diga al otro "perdóneme": voy a luchar para que haya verdad, justicia,  reparación. 

foto MTH
                                                           
Actitudes distintas, valoraciones  éticas distintas. 

Y el  perdón, entonces, no  puede ser una base para que socialmente haya verdad, justicia, reparación, y reconciliación.








[1] En este  caso porque se trata de funcionarios  que  han hecha  pública  su declaración sobre el perdón.
[2] Ninguno  de los dos  participó  en la toma y tuvo conocimiento de  ella a posteriori.

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