jueves, 26 de noviembre de 2015

¿ACASO SABEMOS QUÉ ES LA CONFIANZA?



Así como en Colombia  la paz o el  perdón  se volvieron palabras-cántaro  en  las que  cada  quien  le pone el significado  priorizando sus  intereses particulares,  lo mismo corre el riesgo de pasar con la confianza.
Mi asesor   etimológico, me recuerda  que  viene de   cum      (con ) y feder ( fe).  Y el diccionario  la define en primer lugar como  “actitud de quien espera algo firmemente y sin  temor a ser  decepcionado.”  Y en general,  más  allá del contenido moral o religioso, es  “creer en la capacidad de  respuesta ante las expectativas”.
El Presidente Santos,  Timochenko  y no pocos políticos  la han empezado a usar en relación  con el proceso  de negociación  con las FARC, y todavía  tiene el  atractivo brillo de lo novedoso.

REFLEXION DESDE ANTÓNIMOS

Obra y foto MTH
Nuestra   discursividad, más verbal que analítica, más de forma que de fondo,  nos ha llevado a  desgastar  las palabras, lo que  acentúa nuestra anomia   colectiva y nuestra  peleadera.
 O, en  todo caso, a  olvidar  el verdadero  origen de la palabra.  De allí que propongo, como en otras palabras,  empezar por el   antónimo. Más  que del  amor- que  chorreará  publicitaria , mediática y  comercialmente  en estas navidades-   el análisis colectivo debería  hacerse sobre el odio (¿Por qué  nos odiamos tanto?). No me refiero, por supuesto, a los conflictos familiares o con personas “amigas”, causa principal- con el trago-  de  nuestra estadísticas que  asombran más en el exterior que  aquí . ( ¿“como es posible que  personas tan alegres y  cálidas como  los colombianos tienen unas estadísticas ta altas  en   violencia?”)
 En vez de paz, convertida  en un instrumento que políticamente vende,  y que para cierto fundamentalismo equivale a “acabar con esas ratas”, deberíamos  analizar   nuestra incapacidad de  solucionar    sin violencia nuestros conflictos.
 Más que de perdón (a mi modo de ver una acción individual tanto  para pedirlo como para  otorgarlo) [1],  se  debería  ahondar  en las condiciones de reconciliación  que desmenucen   las frases  repetidas de “verdad , justicia y reparación”  que son responsabilidades prioritariamente  del  Estado – para  cumplirlas-  y de las víctimas ( para exigirlas).
 El resto del país ha mostrado una indiferencia pasmosa  frente  a las situaciones de injusticia (con el Chocó, por ejemplo, al punto  que a veces se termina por creer que basta con  elegir una reina  Nacional para que las solucione); o  con  la necesidad de verdad ( “es mejor  no seguir machacando siempre lo mismo, ¿para qué reabrir el tema del Palacio de Justicia?”). Y  frente a la reparación, hasta ahora incipiente, que algunos consideran un gesto de caridad y no un derecho.
Por eso corremos el riesgo  de que todo el mundo empiece a  solazarse con la  confianza                ( prometiendo darla y  recibirla)   en vez de desmenuzar  por qué   nuestra desconfianza  es una  característica de nuestra identidad colectiva.
  John  Sudarsky, entre otros, intentaron vanamente motivar la reflexión académica   sobre “ el capital social”, uno de cuyo ingredientes  principales es la confianza, basándose en  estudios previos que  explicaban el desarrollo desigual del Norte y del Sur de Italia. El tema  ha obsesionado también a Antanas Mockus,   que intentó  la práctica de juegos   para estimularla. El juego de la confianza  no es un juego sino una relación de convivencia, y se está perdiendo  en Colombia- escribe Javier Darío Restrepo ;
“ lo podemos hacer usted y yo con  un tercero al que le pedimos que se deje caer de lado. Usted lo recibe y lo impulsa hacia mí; yo lo recibo y lo impulso de vuelta, así hasta que los tres entendamos de qué  está hecha la confianza  de fe en el otro”.

¿DESCONFIADOS?

 En general, la  confianza no  va más allá de los límites  familiares  o sociales  de “clan”.   La desconfianza  cunde en nuestro país. A veces desemboca  en peleadera,  a veces  en aislamiento, a veces  en pura y simple exclusión o en dudosa caridad.
¿ Por qué  esa desconfianza,  no solo en materia de seguridad ciudadana,   sino en nuestras  relaciones colectivas?  Se debe, claro a  muchas razones,  pero colocaría  en uno de los  primeros lugares  el individualismo,  aunque suene a frase de  cajón.  Muy poco sabemos  actuar en colectivo , por lo que a toda palabra le ponemos  el contenido que  nos parece, pero que no es necesariamente el de los vecinos.  Esa podría ser una definición de la ambigüedad:  No ser contundentes  o afirmativos , sino  nadar en la ambigüedad de  definiciones indefinidas e imprecisas, que dan lugar a  una variedad de imprecisiones. Veamos otras:

Hay desconfianza  por miedo.  Producir o sentir  miedo  es  un ingrediente decisivo para la desconfianza.    Algunos  de nuestros  políticos   radicales se  dedican a producir    el miedo  en  relaci dedecantarla.a esa  iniciativa, que no ha tenido ni siquiera  el timepo tiva conuy bien que es eso ( yo tampoco porque  esta enón  con el proceso de negociación con las FARC ( un miedo  al que las FARC, por cierto,  le   agregan candela con sus  comunicados tan  bien copiados  por la corresponsal “ periodística”  Anisley Torres). El miedo  es construido por   declaraciones  apocalípticas sobre lo que nos espera   en el posacuerdo, lo cual, obviamente, diluye cualquier   reflexión colectiva sobre   qué hacer para no tener miedo.
Hay desconfianza por  discursividad  diarreica   que en el sector político y mediático  lleva a   distorsionar el sentido del debate  y confundirlo  con la peleadera.
Hay desconfianza  por el protagonismo exagerado  de los   egos  y  la  pasividad  sumisa  de quienes padecen   ese protagonismo.  Se nos anuncian una  cantidad de proyectos  pero nadie   pregunta  cuando  se llevaran a cabo,  ni siquiera preguntándose  si vale la pena creer.
Hay  desconfianza por la  incertidumbre producida por anuncios mas que por  resultados.  Así sucedió  con  el   tema de  la  justicia   transicional. El ciudadano promedio no sabe muy bien qué es eso (ni los negociadores tampoco porque  está en una etapa  ambigua). Los medios  y no pocos periodistas contribuyen  a la incertidumbre al descalificar  toda iniciativa con un supuesto “equilibrio”  inmediato del  opuesto a esa  iniciativa, que no ha tenido ni siquiera  el tiempo de decantarla.
Hay desconfianza  por inmediatismo.  Lo que produce confianza  es la  predictibilidad de las actuaciones de los demás . El inmediatismo   tanto  mediático como político  que  opinan  sobre   el suceso inmediato  sin proyección ni  contexto , no permite entender que el presente es producto del pasado y del futuro.  Sobre este  tema,  y  aunque no se trata  de  Colombia , una excelente   animación,  de Sergio de  Pazos y Bruno Teixedor,  es la demostración de que los  conflictos  de hoy  no se  pueden   entender sin  sus contextos.

Hay desconfianza por el predominio de lo verbal sobre lo  escrito.  En épocas en   que el  valor de la  palabra ( en los negocios, en los acuerdos, en las promesas de la vida cotidiana y , por supuesto en los anuncios publicitarios) A tal punto que ya ni las notarias  que antes eran la  constancia imperturbable de la verdad , han perdido   toda credibilidad. Ejemplo, la corrupción de las escrituras   sobre tierras.
La desconfianza  es  proporcional a la falta de planeación , sobre todo a nivel  local.   En ese sentido, los datos de Planeación Nacional sobre cumplimiento  local de  esa obligación son   significativos. El fracaso de una planeación  local de abajo  hacia arriba obedece a una razón:  como no  hay  sentido de comunidad,  no puede hacer confianza en los procesos y por lo mismo, no   puede haber  planeación. Consecuencia: a pesar su  mirada  positiva  sobre los avances local, Planeación   Nacional es cada vez más  poderosa.

 En resumidas  cuentas,  más que pedir confianza, como se  está  volviendo  maña política,  lo más importante es darla, para que se produzca. Los gestos concretos   son esenciales, de un lado como del otro.

Y Finalmente : ¿Cómo creer en  los demás si uno  no  cree  en uno mismo?  Allí se encuentran, por cierto los dos sentidos  del diccionario.

RECOMENDADO

Más  que la construcción de paz, es prioritaria la construcción de confianza entre los   colombianos.  Y el esfuerzo no solo se requiere para los funcionarios  sino también para el  sector  privado, incluidos, por supuesto, los medios de  comunicación y sus periodistas.


El libro de Adela Cortina  contiene un capítulo  final en el que  se concreta la responsabilidad  de los  medios de comunicación en la construcción de confianza.  Valdría la pena que las empresas mediáticas colombianas hicieran el checkin list ( como dicen los yuppies)  sobre  si cumplen o no los requisitos para  tener credibilidad, empezando por la transparencia informativa sobre los intereses. ¿Se rajarán , como se rajan la educación  y la salud, lo que tanta desconfianza producen, a pesar de que nos las pinten de manera tan positiva?



En cuanto a los periodistas,   deberían incluirla  en  sus   compromisos éticos. Hay ejemplos internacionales  de la reacción de los periodistas  frente a las políticas  editoriales .  Que los   medios colombianos  oligopólicos   estén en posición   dominante, si ;  pero afirmar  que los periodistas  no pueden reaccionar cuando  las lógicas noticiosas  de  las empresas que los contratan no cumplen  su deber  de responsabilidad social empresarial  y los principio de la ética periodística, pues, no es cierto.









[1]  Ver artículo de este blog sobre el perdón.

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