Pocas veces ha tenido un papel
tan fundamental para la memoria colectiva.
No fue como el periodismo del panfleto del siglo
19, ni el incendiario del 9 de abril, ni el de las mesas de
trabajo del 2015. Por primera vez en 1985 se le dio un sentido a
la antes impensada repercusión histórica
de la radio y la televisión, gracias a la reportería.
La absurda decisión de la Mincomunicaciones de transmitir un partido de futbol cuando
el Palacio ardía contrasta con la determinación de los reporteros de
captar lo que sabían iba a ser unos de los acontecimientos con mayor trascendencia en los años posteriores.
Pero la reportería audiovisual no habría podido hacerse sin la tecnología y los seres humanos
que apoyaron a los ojos y oídos de los reporteros: en televisión, los camarógrafos y sus
auxiliares que cargaban pesadas caseteras; en prensa, los arriesgados
fotógrafos; en radio, los que
estaban pendientes del ajuste de
los micrófonos que captan el sonido ambiente, los gritos, el miedo, las angustias. Y todo aquello
sin teléfonos celulares, por cuenta
propia y con una adrenalina que quienes
dirigíamos noticieros [1] pudimos sentir de una manera tan honda que nos dejó
marcados para toda la vida.
Muchos de esos reporteros,
camarógrafos, fotógrafos han quedado en
el anonimato. En todo caso, su hazaña es subvalorada ante el chorro de discursividades
posteriores. Pero ellos estaban en el aquí y el ahora; ellos fueron los que detectaron que salía gente viva del Palacio de Justicia, los que plasmaron los primeros testimonios. Su trabajo fue un aporte fundamental en el esclarecimiento de los hechos. Y no solo en los procesos, sino
como apoyo a la legítima obsesión de los familiares para encontrar
el rastro de las víctimas a pesar de
las mentiras.
Otros, como Ramón Jimeno,
con “Noche de Lobos” (1988), Juan Manuel
López Caballero, que creó una Fundación
para el esclarecimiento de los hechos del Palacio de Justicia, y también escribió un libro, se dedicaron
desde el comienzo a una minuciosa y completa investigación
porque percibieron que el impacto
de la barbarie sería definitivo para la justicia y la democracia.
A mi modo de ver, tres
libros, dos de ellos poco mencionados, a mi modo de ver los más decisivos, escritos por esos notarios audiovisuales o
periodísticos.
Los reporteros Jorge Enrique Rojas y Germán Salgado, que trabajaban en Todelar, plasmaron en “¡Que cese el fuego! Testimonio” (Ariel y CNP,1986) lo que
preguntaron desde las tres primeras
y cruciales horas. Sin aderezos, supieron preguntar lo que había que
preguntar para obtener respuestas en las que “
las palabras tienen tanta fuerza y tal connotación que el lector va
sacando sus propias conclusiones sin mucho esfuerzo” [2]
Un curioso personaje, Manuel Vicente Peña ( Las dos
tomas , Fundación Ciudad Abierta,
1987), recopiló y recortó lo que salía en los
medios en esos días
en los que no existía lo digital. Hicieron también entrevistas inesperadas, que constituyeron la base de
muchas investigaciones y libros posteriores. Y lo
califico de “curioso” no solo por su personalidad indefinible e hiperactiva, siempre con botas y vestido negro, que
presidió la Asociación de
Choferes no Matones. Accedió a
las grabaciones de los equipos
de comunicaciones del operativo
militar, hechas 7 horas después de la toma con Arcano 6 Arcano 3, y
Paladin 6 entre otros . El
fallecido Manuel Vicente Peña se ensañó
en vida contra Javier Darío Restrepo y la suscrita,
inundando las redacciones
de acusaciones sobre nuestra supuesta persecución contra él, pero no se puede negar la importancia de los testimonios y
recortes que contiene su libro , que transcribió todas esas
grabaciones, las cuales han
resultado decisivas para demostrar
la barbarie de algunos militares.
Ana Carrigan, periodista y cineasta
irlandesa, cubrió la toma para el
Sunday Magazine del New York Times.
Escribió en inglés , en 1993, “The
Palace of Justice, a ColombianTragedy”, quizás el mejor de todos los libros, por la diversidad de testimonios y de fuentes
minuciosamente señaladas al final de
cada capítulo, su manera de narrar
y su
equilibrio en el análisis. Además, a mi modo de ver, es la que
relata mejor el papel del periodismo y aquella que llama “conspiración
del silencio”. La segunda edicion del 2009 [3]trae
un epilogo, también fundamental, de Constanza Vieira sobre el
papel de la fiscal delegada ante la Corte
Suprema de Justicia, Ángela
María Buitrago. Un libro de obligada lectura.
German Castro Caicedo “el
Palacio sin máscara”(2008), maestro de maestros aunque uno no
comparta su apreciación sobre la objetividad. Maestro
también de la lectura minuciosa de documentos, y que
como Carrington entrevista las bases
( soldados rasos, guerrilleros , jueces) a los que les hizo seguimiento desde el comienzo. Como Rojas y Salgado , el
libro es
un tesoro de documentos y
testimonios, todos entrecomillados, y
conseguidos con el rigor que lo caracteriza.
Y por el lado del poder….
Saliéndome
del periodismo, dos libros, testimonios desde el poder, muestran
lo inadecuado que es
hablar de El Gobierno sin
desmenuzar sus componentes. En este caso, Jaime Castro y Enrique Parejo, ministros de Gobierno
y Justicia, dan versiones muy diferentes: el uno de
total y amañada defensa de la historia oficial y el
otro de constancia sobre su
papel , sus propios errores y su percepción de los responsables de la tragedia.
JAIME CASTRO “Palacio de
Justicia, NI GOLPE DE ESTADO NI VACIO DE PODER” (Norma, 2009)[4] .
Llega a decir sobre el
presidente Betancur y los jefes máximos de las Fuerzas
armadas y de la policía: “desde mi punto de vista fue claro que consistentemente, sin limitación
alguna, ejerció su papel de jefe máximo de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional durante todo
el tiempo y que obedecieron, como es su deber,
a las decisiones del poder civil”.
Se verá en calzas prietas cuando lo cite la fiscalía , ante las evidencias acumuladas en estos treinta años.
ENRIQUE PAREJO. “ La TRAGEDIA
DEL PALACIO DE JUSTICIA, Cúmulo de errores
y abusos”, editorial Oveja Negra,
2010.
El libro es la constancia
histórica, de un hombre valiente y pulcro,
que reconoce sus propios errores
y los ajenos, en una versión que contrasta con la de Jaime
Castro, cuando escribe: “Tanto
el Presidente como los ministros simplemente
fuimos dejados de lado, no estuvimos en capacidad de valorar las decisiones que los militares
tomaban y ejecutaban, que en su mayor
parte ignorábamos. Con excepción, naturalmente, del Ministro de Defensa.
Duele admitirlo pero los hechos de esos dos días nos fueron
atropellando a los ministros, sin que hubiéramos tenido ni la capacidad, ni la
oportunidad, de cambiar su rumbo”[5]
Grises,
interminables y discursivas sesiones de
lo que algunos consideran no tuvo el carácter
de Consejo de Ministros. Una discusión que,
según Parejo, pierde importancia ante
la realidad de que la fuerza publica no acató la orden presidencial de hablar con Almarales ni el aplazamiento de la voladura de la puerta
metálica [6],
ni el dialogo humanitario con la guerrilla, durante la toma. Unas sesiones en las que las únicas posiciones
en favor de los rehenes,
provinieron de los ministros de Justicia, educación y comunicaciones. Un Presidente abrumado que no se merecía el
poco apoyo que encontró en sus ministros. Unos ministros aislados de la realidad , una incomunicación
que reafirma el rol protagónico del periodismo: se enteran por radio de
la muerte del Presidente de la
Corte[7]
y no por el Ministro de Defensa.
Ahora, cuando cuatro ministros de la época
serán citados por la Fiscalía, poco tendrán
que decir salvo
tratar de defenderse o sostener
la caña de su equivocada interpretación como en el caso de Jaime
Castro. Porque desde hace
30 años, los periodistas que cubrieron los hechos sabían lo que estaba realmente sucediendo.
Y su trabajo fue lo que realmente mantuvo
viva la llama
de no creerle a la historia
oficial.
[1] Fui la primera mujer
que dirigí un Noticiero de TV en Colombia, el Noticiero Promec. Lo recuerdo sin pedantería, solo porque nadie
se acuerda.
[2] Prologo de Cristóbal González,
entonces Presidente del Colegio nacional
de periodistas
[3] Traducción de Clorinda Zea, se hizo con fondos de Colombian
Studies Institute , Latinamerican
and Caribbean Institute, Florida International University, ICONO, (2009)
[4] A quien le tocó el drama personal de que su esposa estaba atrapada en el
Palacio de Justicia .
[5] pag.160
[6] pags 123 y siguientes
[7] pags 200 y ss.
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