jueves, 18 de febrero de 2016

PODER Y VIOLENCIA EN COLOMBIA, DE FERNÁN GONZÁLEZ


Hay  libros que se leen de un tirón. Otros  requieren  al menos una semana    de inmersión total como la que  me permití en la Old  Providence (ver nota  final)  o  una cura intelectual de reposo después   de la lectura, varios meses  de  estudiosa lectura y,  en todo caso, se vuelven de  consulta indispensable.  De estos últimos  forma parte  “Poder y violencia en Colombia” , del  Jesuita  Fernán E. González,  declarado  fuera de  concurso   en el premio Alejandro Ángel  Escobar 2015.[2]

 De 583  paginas,  el     mamotreto –  excusas,  Fernán- es ante todo  un recuento de  lo que se ha escrito  para responder a dos  preguntas  fundamentales:   ¿Qué y por qué  se formó el Estado en  Colombia?  ¿Cual es  su incidencia en  la  violencia? Me temo que muchos  funcionarios  públicos de la  burocracia postconflictual  (que no tardará en formarse  como se formó la del desplazamiento) no tendrán tiempo de  intentar responderlas   antes de lanzarse a pontificar  sobre  políticas y  propuestas.

De semejante   descripción  de  autores  (calculo que  unas  640 referencias bibliográficas), muchos   sacarán  una conclusión de aburrimiento. Otros, por  el camino   de la selección,  se  evitarán  leer  no pocos   esfuerzos  académicos.  Algunos   esenciales, otros  bastante teóricos, repetitivos y estériles. Otros más, que   González  demuestra como equivocados,  nutrieron a veces  obsesivamente  a los   violentólogos y a las ONG. Curiosamente,  son  autores  extranjeros  (Henderson, Oquist , Deas – no citado-  Pecaut, Gilhodés)  los que más   aportaron la  estructura básica  de la  que   se nutrieron muchos académicos sin sobresalir  tanto   como sus  - musos  [3] tal vez por algún prejuicio  extranjerizante de las universidades que le creen más a lo extranjero o  por  el  bajo  novel de rigor de  algunos académicos  criollos  (Obviamente  el anterior comentario  es  de la suscrita, no de mi admirado  Jesuita).

Veamos algunas de estas conclusiones del  autor , empezando por las dos principales:

  • Presencia  diferenciada del Estado en Estado  en espacio y tiempo.  Señala  el autor que “la mayor parte  de las categorías disponibles  para el análisis político tienden a diluir  la política  y lo estatal  y  a separar nítidamente el  Estado de la  sociedad”.  También,  que no  se puede  analizar la realidad del Estado  “ a partir de un modelo abstracto de construcción estatal,  tomado de las experiencias de algunos países occidentales”
  • LECCION QUE HAY QUE SACAR:  hacerle  mas  caso  a lo que   pasa en las regiones y  tener  como fuente primaria a  periodistas, docentes, líderes  sociales  de los lugares sobre los cuales se  especula académicamente.


  • No es exacto  hablar de cooptación del Estado.  Hay  consenso ahora que  el  colapso fue parcial  y del  centro, no de todas las regiones. La tesis de Paul  Oquist   en 1978,  desarrollada por Luis  Jorge  Garay es controvertida  por González. Con una discreción  que no dudo en calificar de jesuítica, la  desmonta  de manera  contundente, basándose también en la obra de Francisco Gutiérrez Sanín, que la  considera “problemática” por las diferencias   entre regiones, no tenidas en cuenta.
  • LECCION QUE HAY QUE SACAR:   nuevos autores  focalizan los estudios académicos  en las diferencias regionales, lo que debe tenerse en cuenta para  el  pos acuerdo de la Habana y no   pontificar tanto desde  el centro (como, por ejemplo, lo hace, a mi modo de ver, Planeación Nacional).  “El  bienestar local de la población crea  una  burocracia   de poder local que según los casos puede   oponerse o    estimular   decisiones   nacionales”  (¿ Qué pasará , por ejemplo, con   las 4G y cómo se resolverá  la necesidad social y económica de las   carreteras   terciarias?)


  • A diferencia de  los países europeos, las guerras no generaron  Estado   en Iberoamérica.  En Colombia,  fueron  menos importantes   que lo que  sucede  en  la ruralidad, que poco se ha estudiado desde el  punto de vista   politológico.   Además, González subraya la importancia de los contextos  “estratégicos”, que  no se derivan del concepto de “nación”. Y no se puede ignorar que en las regiones “hibridas”  la construcción de Estado se da también  a través de organizaciones  al margen de la ley.
  • LECCION QUE HAY QUE SACAR:   la desigualdad   y la represión  no tienen que ver con la rebelión como si bienes  primarios y bajos ingresos. El poder local  no se puede despreciar  desde el centro.


  •  Articulaciones  disímiles entre lo local, lo nacional y  lo  regional. Es  clave  analizar   entonces   la construcción cultural  del Estado en lo local y lo regional,   las zonas  grises.   De allí   deduzco como lectora  que el análisis   se debe hacer desde las regiones  en vez de enviar  o crear  burocracias nacionales , que además  se sobreponen a  las  locales  aumentando las peleaderas.  “la fluidez  de las alianzas y las rupturas  entre las facciones  subregionales y los  clanes familiares se mueven en una   intrincada red de mecenazgos   y adhesiones que supera  el  nivel  local y departamental” : “a las clientelas no se les exige  exclusividad, hay que conquistarlas y mantenerlas”  anota Gloria Isabel  Ocampo en su excelente libro[4] , que no dudo en recomendar. Existe una                “ movilidad horizontal de los “clientes”;   y los partidos son ante todo “ redes de poder edificadas sobre relaciones primarias”, que obviamente limitan la movilidad social, pero  que llevan a  negociaciones  con  los Presidentes. Por eso hay desencuentros  “entre los  propósitos  formales del Estado y la realidades políticas”[5]
  • LECCION QUE HAY QUE SACAR: las universidades regionales deben impulsar  regionalmente estos  estudios, investigaciones y tesis sobre sus propias realidades y no  multitud de  libros inútiles sobre temas generales y abstractos.  Los  obstáculos  a las  restituciones de tierras  muestran  en cada  caso  cómo se afianzan  esas redes de  poder que  como sucedió  con  Argos en Montes de María e inclusive con  Aviancavitch, se articulan   también con poderes empresariales. Las élites subregionales, por otra parte, se  amalgaman “ en una estructura de poder que se  traslapa  en los partidos  tradicionales y les impone su propia  lógica (313)[6] Lo mismo  sucede,  en sentido contrario   con las protestas sociales, como lo anota Medófilo Medina,  que se tiñen de  “revancha antilopista” (370) del llamado paro nacional del 77. ( ¿Y  con los disturbios   de Transmilenio?) Las zonas  grises  son sin duda más  importantes  y realistas que  el blanco y negro.


  • Caudillismo predominante  en  las estructuras  de la subversión  y en los procesos de paz Observa el autor  que  en la propia subversión  se dan manifestaciones  del caudillismo vertical. Pone como ejemplo el ELN. Y a mi modo de  ver, (interesado,  por supuesto, pues  soy  conyugue de quien lideró desde  el Minagricultura  el punto número 1  del acuerdo) el libro hace demasiado  énfasis en  las cúpulas  sin mencionar los  liderazgos  y las  diferencias en la aplicación  de las políticas    así como las redes de poder o huellas  desde los ministerios.  
  • LECCION QUE HAY QUE SACAR: Al englobar como iguales la labor    desde la perspectiva caudillista-presidencial,   se comente el mismo error que  el que se señala  en las políticas de paz.   Solo se  hace  una   leve  referencia las peleas internas de los  gobiernos sobre el tema de la paz, que seguramente serán tema de  investigación en el futuro, y explican muchas estructuras  y relaciones de poder.

  •  La historia de la evolución  de las guerrillas es más la de  los fraccionamientos que de las ideologías. El recorrido devela  una mezcolanza de  guerrillas liberales, bandas conservadoras, grupos  delincuenciales de  diversas calañas que a la vez explican la   dificultad   del Frente Nacional para la pacificación [7] y  que  deberían tenerse en cuenta   territorialmente cuando en el  futuro se  alíen  los  desmovilizados  delincuenciales con las Bactrim et alProcesos ambiguos de negociación con la guerrilla. El capitulo 8   contiene un análisis  detallado de las oscilaciones  en  los distintos procesos de paz desde  Betancur a Uribe, no solo de   los gobiernos sino de  la propia guerrilla.  El autor  hace  un análisis comparativo de los contextos  regionales,  por ejemplo, en  la relación con la población  civil  de las guerrillas  de  Nariño y Cauca,   diferente de  la   que se produce  en  la costa  Caribe. ¿Se tendrá en cuenta todo esto  en la  implementación de los programas del poscacuerdo?    Sobre otras facetas, el autor demuestra   cómo, entre muchos otros temas,    Samper  y Gaviria fueron  ambiguos   en su  “concepción antipolitica de la política” ; cómo un desarrollo centralizado   dejó por   fuera    regiones que terminaron azotadas por la  violencia;  los efectos de un desarrollo  económico liderado por el  café y el de la minería; y las fatalidades de la apertura   gavirista .
  • LECCION QUE HAY QUE SACAR: Hacia el futuro , el análisis  del poscacuerdo no puede ser manqueo, los buenos son unos, los fraccionados son la guerrilla  pero no los partidos o vice versa, etc

  • La ambigüedad radica también   en la  mezcla de lógicas militares y políticas   contradictorias entre sí. Sin duda,  la ambigüedad es menor  en  la esta fase   final del  proceso , tanto porque hay mayor voluntad de las  FARC  y dada la representación  de los militares en la mesa,  tan importante   por cierto como la  presencia de  las victimas en La Habana.  Pero también, recalca el autor,   por una evidente superioridad  militar  y  por la  “pasividad”  en el rearme paramilitar .


En resumidas cuentas, un libro de  consulta indispensable. Y Fernán González llega a  una importante conclusión:  el acuerdo de la Habana  será tan  solo  el eslabón de un proceso. 

Además,  las reformas políticas económicas y  sociales  deben  ser  producidas por todos  los colombianos. Así que ¡manos a la obra!  empresas , poderes regionales y  simple  espectadores o vociferadores,  de tal  manera  que se supere la visión  maniquea y hasta cierto punto  infantil del conflicto y de la paz.





[1] SOBRE  OLD PROVIDENCE


Por  cierto una isla paradisiaca, de gente  culturalmente hermosa y apacible,  que  se ha mantenido  al margen y que ni  anteriores  gobernaciones   corruptas ni el narcotráfico   que pasa por ahí  han logrado acabar.   Ojalá que el recién posesionado gobernador mande reparar el puente a Santa  Catalina,  recuerde que alguna vez existió  Simón González  y  que  los nuevos ricos  no  dañen  el estilo tradicional  de la  isla. 
RECOMENDADISIMO: el muy agradable libro del isleño  Sam Cuming,  traducido  por otro  isleño  “A  short history of  Providence and  San  Andrés ( 1621-1901), mayo  del 2015, que ojalá  se consiga pronto en Bogotá  y otras ciudades.
[2] Investigador,  fue  director del Cinep y actualmente Director del “Observatorio colombiano para el desarrollo integral, la convivencia ciudadana y el fortalecimiento   institucional  en regiones fuertemente  afectadas por el  conflicto  armado”. Ha motivado  un semillero de nuevos y prometedores investigadores sobre el tema.
[3] Masculino de musas,   musos es palabra inventada por la suscrita, ya que musas se refiere   a las inspiradoras del Arte.
[4]  Poderes  regionales clientelismo y estado , Etnografía del poder y la  política en  Córdoba , Colombia , ODECOPFI  23014, en la colección  territorio, poder y conflicto, de la cual es  editor general  Fernan González.
[5] Gloria Isabel Restrepo,  Pág.224
[6]  Idem, pág 313.Por ejemplo, la rama sucreña de  la red  de la  familia de La Espriella tiene a María del   Rosario  Guerra   por el Centro democrático y Antonio  por Cambio radical, y  Miguel Guerra    Soto por  Opción  ciudadana.( pág. 320)
[7] Pág.338

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