Monumento a la estupidez ( foto MTH) |
Cuando el alcalde Peñalosa habla de la reserva Van der Hammen como “un potrero”, solo muestra el aspecto superficial de la reserva, pero no sus aguas subterráneas. La misma actitud que tuvieron los que construyeron una carretera en los manglares entre Santa Marta y Barranquilla, cortándoles su respiración.
Por eso, es inexacto atribuir ese despropósito de soberbia e ignorancia a una persona y no a una mentalidad que se reproduce en no pocas decisiones y que no permite afrontar la realidad de nuestros fracasos.
Hay muchos peñalosianos de mentalidad rondando por ahí.
Atropelladores y seguros de sí mismos, no proponen soluciones conciliadoras con el ambiente ni se dan cuenta de sus contradicciones cuando se sacan la fotografía montando en bicicleta.
Obsesión peñalosiana por bolardos y ahora.... |
En el caso de Bogotá, a la siempre muy bienvenida cultura ciudadana de Antanas Mockus, se le contradice colocando esos absurdos reductores de velocidad, que se focalizan en los automóviles y no en el cambio de comportamiento de los conductores.
En vez de enseñarles a manejar bien por sentido de responsabilidad se les “obliga” a reducir la velocidad, poniéndole trabas a un transito normal, con perjuicio para las espaldas y columnas de personas y a los ejes de automóviles de quienes nada tienen que ver.
Pero lo mismo sucede con los conjuntos residenciales que por voracidad de los urbanizadores empiezan a llenar, por ejemplo, el paisaje de la vía a la Calera. Esos urbanizadores son los que presionan donde hay que poner los reducidores. Estupidez tanto pública como privada.
Pero lo mismo sucede con los conjuntos residenciales que por voracidad de los urbanizadores empiezan a llenar, por ejemplo, el paisaje de la vía a la Calera. Esos urbanizadores son los que presionan donde hay que poner los reducidores. Estupidez tanto pública como privada.
Seguramente habrá muchos ejemplos similares en el país a los de la carrera quinta entre 72 y 66 (ver foto) , en los que se colocaron estos reducidores (¿a qué costo?, ya es tiempo de preguntarlo, antes de que sigan malgastando el dinero de los contribuyentes).
En este caso como en el anterior periodo del Alcalde Petro, la manera que tienen los poco preparados encargados de facilitar la movilidad es la necesidad de gastar en lo visible porque no son capaces de reflexionar sobre lo invisible.
Pero algo ha cambiado: como sucedió con el Páramo de Santurbán o con otras atarvanerías del maldesarrollo, es posible trancar o, al menos desenmascarar, la voraz estupidez humana.
RECOMENDADO: EN EL CORAZÓN DE LA NOCHE
Los historiadores de Europa pierden muchas veces la perspectiva
del aporte latinoamericano, y más en el relato de épocas tan aciagas como el
nazismo. Me refiero a ese
aporte, no como receptor de nazis, que lo fue en algunos países, sino todo lo contrario: luchando para
proteger a sus víctimas, a veces corriendo grandes riesgos.
“Tenía
que superarme a mí mismo… el único imperativo ético de nuestro
tiempo es asumir la tensión humana de manera vertical, y
humana”- dice Don German Gil Guardia, - cónsul de Panamá de
1931 a 1942-, protagonista
de la nueva novela de Gloria Guardia, lanzada este jueves en Colombia, como lo fue en Panamá y Argentina.
A partir de la correspondencia familiar y de
los Apuntes diarios del
protagonista real , la novelista
panameña, académica de la Lengua en Colombia, Panamá y España, reconstruye de manera
impresionante el clima de la Alemania
nazi.
Después de una minuciosa investigación de todos los cabos
sueltos de esa noche macabra del nacional
socialismo, su destreza convierte los datos y los
documentos en una novela
histórica impecable. Allí juegan un papel
profundo episodios como
el bombardeo de Guernica, que explican por qué sacudieron al
mundo y no solo al artista.
Personajes anónimos
pero que Gloria Guardiaa rescata para
volverlos inolvidables, como
Margaretha von Holdemburg, austriaca y noble secretaria del cónsul, que
termina en un campo de concentración por
ayudar a los judíos. O el vasco José
Antonio de Aguirre (1904-1960), “el joven
y virtuoso intelectual que en un día de octubre de 1936 juramentó al cargo de lekendaka bajo el emblemático árbol de Guernica”.
El mismo que adopta en Alemania
el nombre y el perfil de un
pañameno inventado por el cónsul durante el
largo camino de la huida y
el exilio, al caer
Euskadi y luego toda la
República bajo la bota franquista.
Una novela histórica ,
completa, redonda, pulida tanto en
el fondo como en la forma, que se suma a
la trilogía Maramargo, ya un clásico pañameño ( El último juego, Lobos al
anochecer y el Jardín de las cenizas) y de
necesaria lectura para entender a nuestros vecinos.