sábado, 8 de febrero de 2020

EL ENCANTO DE DOS MAMOTRETOS QUE MUESTRAN LA OTRA COLOMBIA(1)


No  nos  digamos mentiras.  Nuestro  país  se  asombra ante cualquier libro que se bote al mercado. 

La cultura “in” en Colombia parece haber perdido  el gusto por lo mamométrico.

 ¿Y eso qué es?-preguntan  quienes  huyen de libros  voluminosos que los espantan  por  gordos.

El barcelonés Alfred  López   encuentra el origen de la  palabreja: “Este término se acuñó en la Antigua Grecia a raíz del vocablo ‘mammóthreptos’ (μαμμόθρεπτος) cuyo significado literal era ‘criado/alimentado por su abuela’ (mámme: abuela – thretos: criar). De ahí pasó al latín tardío ‘mammothreptus’ y posteriormente se extendió a otros idiomas con influencia latina.(¿ Será porque hoy las abuelas somos las únicas capaces de leer mamotretos?)

En castellano,  explica López,  la palabra mamotreto se registró por primera vez en el Diccionario de Autoridades de 1734,  donde se le dio como única acepción a este término: ‘El libro o quaderno que sirve para apuntar y anotar las cosas, que se necessitan tener presentes para ordenarlas después”

El sentido peyorativo del término se fue poco a poco instalando  en la medida  en que  la velocidad le fue ganando a la capacidad de lectura. Y en un país que  no lee, o  pocos  críticos tiene,  resulta casi normal que la gente  se  extasíe  con obras, siempre y cuando   no superen las 300 páginas.
En todo  caso,  hay dos mamotretos colombianos  que  merecen respeto y ameritan aunque  sea una  reseña , por  su valor intrínseco  y la  sorpresa que  producen.

Historia URGENTE del  arte en Colombia
(dos siglos de  arte en el país)
HALIM BADAWI
Crítica, Planeta 2019
653 páginas


El gran mérito de  esta investigación en profundidad es  deshacer mitos como el del “trabismo” (me refiero, por supuesto,  al papel de  Marta  Traba como “descubridora” del arte colombiano), y rehabilitar el impacto  de  pintores como Andrés de Santa María y su admiración por la Hacienda El Vinculo, rastreando sus huellas desde  Bélgica  hasta Soacha y Pandi, pero, sobre todo, re-definiendo los criterios de  alta cultura y cultura popular.

Como bien lo describe este extraño  y encantador personaje que uno no corre el  riesgo de encontrar en las  galerías esnob de Bogotá, “hay gente que piensa y luego escribe ; soy de  los que piensa escribiendo” – aclara.  Pero,  además,  Halim Badawi  recupera el valor del fragmento, no duda en  escribir  lo que los  sabiondos no dicen,  explica el  mito masculino  del arte colombiano, demuestra el expresionismo de Débora Arango y nos regala otros valiosos descubrimientos.

Solo un personaje como este  puede rastrear la historia de un cuadro ( el de  Frederic Edwin Church), seguirle el paso a un viaje  como el  del baron  Gros, cuyo bisabuelo era   Louis  Philippe I , duque de Orleans, y  que  se dio el lujo de bajar  con cuerda por  el Salto de  Tequendama. O encontrar  a Marie Gauguin, hermana  del  pintor y  casada  con el bogotano Juan Uribe Buenaventura, negociante de la zona del canal.

 Este  minucioso buscador  no duda  en oponerse al mito creado por el trabismo,  toda una generación “que se  despachó contra la despreciada  generación  Bachué,  nombre  de una escultura de la  diosa muisca del boyacense Rozo(146).*  Y es  valida  su pregunta  que  evaden los gurúes del  arte: ¿ Esa condena de expulsión “seguida por  adquisición y patronalización debe atribuirse a personas, instituciones, o a un problema estructural de política  cultural pública?
Su inquietud es más que válida , a mi modo de ver,  ante  expresiones culturales como ArtBogotá , frente  a las cuales se pregunta uno qué pasaría  si doña María paz no fuera la hija del ex Presidente  Gaviria .

¿Los errores en los procesos de  selección de lo público son  acaso siempre  meritorios  e incuestionables, como verdades reveladas?. Señala el autor cómo,  en la actualidad,  en  todo Proyecto cultural, comercial y político, la palabra ecología se ha convertido en una recomendación banal : hay que “cuidar” y “amar” a la naturaleza, como si se tratara de echarle agua a las matas” 
Pero  a pesar de su posición  crítica,  reconoce el aporte de los cuatro evangelistas : Barrios en Barranquilla, Miguel González en Cali,  Eduardo Serrano en Bogotá y Alberto Sierra en el Medellín de  Débora Arango. Destronaron al centralismo  bogotano y redescubrieron el papel de las regiones. Barrios  le merece atención especial  con su obsesión por el martirio de  San Sebastian.
El autor redescubre a Jonier Marin, del conceptualismo  colombiano. Sus preguntas aportan. Lo entrevista en una iglesia de  saint Sulplice en Paris . Para  él , personas de indudable influencia son la bumanguesa   Beatriz Gonzalez y, por supuesto,Olga de Amaral, la cual, a mi modo de ver, no se valora  como  debería  valorarse.

Badawi repasa aspectos  desconocidos o mal estudiados,  como el arte de la  fotografía  conceptual. Tampoco duda  en calificar al   “muralismo descriptivo y mediocre de Pedro Nel gómez”. 226. Y, con crudeza,  señala que  los artistas  críticos  del  siglo XX  actúan   como “ antropófagos, creadores  dispuestos a digerir el arte producido  en otras latitudes” (396).

También, escribe, , con razón, que la  mayoría de la nueva  generación…” prefirió  decantarse por un dibujo fácil  y bonito que vende rápido… por el re-encauche de las fórmulas    del arte  óptico y cinético, por la  réplica mimética del arte producido en los centros de poder, por un efectismo grandilocuente, pretencioso y decorativo, por la repetición inocua  de la abstracción setentista y por la preferencia por los temas  suaves, poco escandalosos apenas para  decorar hospitales infantiles o hacer juego con la  poltronas o el sofá” “ (397-398)  ¿Duro, pero verdad? ¿Cómo no pensar, con estas  expresiones ,  en  las obras “sagradas” de ArtBogotá, que no reciben  ni un si  ni un no de los  llamados críticos  de arte?

 Un descubrimiento  impactante  y desolador   es,   en esta obra decisiva pero poco comentada,   la llamada  biblioteca Mendel  de un Judío  Austriaco. Como  la de Gómez Dávila, más allá de sus diferencias, algo los unía profundamente:  “los dos eran dueños de las bibliotecas privadas  más importantes de América  latina y tal vez,  sin ánimo de exagerar, del mundo”. 

Lo que pasó con la  biblioteca de Bernardo Mendel  es un ejemplo elocuente de la pequeñez y de incultura de  algunos de nuestros intelectuales.   Mendel quiso  donar la suya, pero Colombia no lo aceptó ,por lo cual fue vendida  y terminó en  la biblioteca Lilly de la Universidad de Indiana, en vez de ser  escogida   por los “burócratas de la Atenas  Suramericana” .  
Bernardo Mendel.

Estupidez que  por cierto Hector  Abad atribuye al  presunto carácter antisemita (520). En todo caso, un tesoro perdido por la burocracia, llamáranse  el Ministro de ·Educación nacional Germán Arciniegas  o el  director de la  Librería Nacional  Enrique Uribe  White . “ Ni recibieron la donación  de la Biblioteca Mendel  por considerar inaceptables las condiciones  puestas por el donante… que el fondo llevara su nombre  y que se le permitiera ser curador ad honorem de la colección  (509), según  la versión  de Mauricio Pombo y de Héctor Abad  Faciolince”(510)

En todo caso, comenta el  autor, “perdió más Colombia al perder la biblioteca Mendel que al separarse  de Panamá.  Y desperdició,  de esa inefable manera,   tesoros como la geografía de  Ptolomeo en edición de 1511 , lo que  muestra  de manera patente nuestro analfabetismo 514
“ El mas grande episodio  que ha  vivido nuestro país de desdén político por la historia y de  desprecio por los libros y las bibliotecas- recalca Badawi.   Un  desdén al que se suma la reciente  adquisición,  por la misma universidad   Indiana,  del archivo de García Márquez. Nadie dijo esta boca es mía.

El autor minucioso también  en estas materias, le hace seguimiento  a otros tesoros  perdidos  como la  corona de Los Andes , de la Virgen de la  Inmaculada  Concepción  de Popayán, exportada clandestinamente en los años  30 .¿ Por qué, en cambio, tanta carreta mediática sobre el Galeón? – se pregunta uno ante esos desperdicios.

Finalmente,  el mamotreto  detalla la  forma mercantil como se usa el arte. Cómo y por qué creó  el  se     Museo Botero (537) ,  ¿Con qué  se justifica un   aumento   de 71.103  %    en el valor de la obra de Botero  en 56 años?   Cl es el “arte preferido  por los narco traficantes? ¿Cómo se relacionan  el arte moderno y contemporáneo  con el dinero? Y más específicamente,  ¿ Cómo se relacionan los  artistas y políticos latinoamericanos con el capital corporativo?  Muchas preguntas, algunas de las  cuales pueden relacionarse   con el complejo de inferioridad de la Apenas – no Atenas-Sudamericana (229)

Este libro fundamental termina con una  visión pesimista  sobre  los que llama  nostálgicos y los especuladores. A pesar de sus diferencias,  se oponen a la libertad y apoyan un arte  acrítico. “Los nostálgicos abandonan la experimentación y renuncian al arte como laboratorio, faro, terapia.. y los especuladores… apoyan el arte como producto decorativo y se oponen a los quiebres sociales que genera el arte experimental o de vanguardia”, (647)
En resumidas  cuentas,   se trata de un excelente ejercicio práctico de de-construcción de  la crítica.. Menos  mal   que    este  buen  y  para mí desconocido autor finaliza su mamotreto  con un  pronóstico alentador  :  “la crítica …ya no será una sola  ni será  un solo perfil o canal  (653).

Espere la próxima semana la reseña del segundo mamotreto:  los “Diálogos” de Hector Abad Faciolince

*  los números   se refieren a la página en el libro.


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