Querido diario (5):
¿No te has dado cuenta de que coronavirus ha destapado en todos los países las características de sus propias debilidades, además, por supuesto, de sus fortalezas? Siempre se mencionan más las segundas que las primeras, y no por casualidad.
En el caso de Estados Unidos, por ejemplo, sus debilidades sobresalen de dos maneras: por un lado, recalcando la inoperancia de un sistema de salud basado en el individualismo, afectado por esa indefensión que a la larga producen la desigualdad y la ley del mercado de un capitalismo insensato. Por el otro, demuestra la prepotencia del individuo egocéntrico, que lleva al presidente Trump a utilizar estrategias atarvanas de distracción, como acusar a los medios o a la Organización Mundial de la Salud para tapar su demora y negligencia en aceptar las consecuencias del coronavirus.
En los países europeos, como España e Italia, la inestabilidad política desgasta al sistema y lo obliga a buscar coaliciones inestables. Menos mal que reaparecen los cimientos vacilantes de su viejo Estado de bienestar. Menos mal que funciona, como también en Gran Bretaña, la solidaridad ciudadana.
En el caso de América Latina, las reacciones son similares. Un Bolsonaro es la caricatura trumpesca que se caracteriza, en este caso, por un caudillismo sin soporte en lo institucional democrático. En Chile, Ecuador, Perú y Colombia, a pesar de que “todo está bien”, brotan las deficiencias de esa intocable desigualdad que los sucesivos gobiernos habían enmascarado mediáticamente, haciéndonos creer que el camino recorrido era mucho mayor que el realmente avanzado. Los antiguos caudillos egocéntricos, como un Santos o un Correa , se esconden en sus oscuridades, salvo una que otra aparición para demostrar que existen . Otros, como Uribe Vélez, callan del todo pero, eso si, no dejan de colocar en cumbres efímeras a fichas improvisadas como Doña Cecilia Arango.
Las crisis, como las pandemias, deberían ser momentos para decisiones audaces, en vez de apoyos medioevales, como la desgastadora entrega caritativa de mercaditos. Se pierde la oportunidad de promover una organización metódica de barrios con participación de iglesias, ONG, lideres dispuestos a combatir el individualismo, disciplina ciudadana.
Un Estado-Gobierno se encarna en el aspirante a caudillo o caudilla que abundan en su “yo”, sin parecer dispuestos a descentralizar ayudas que impliquen responsabilidad del ayudado en vez de limitarlo a recibir la dádiva. Mientras tanto, unos cacaos disfrazados de benevolentes regalan sus migajas.
Un Estado-Gobierno se encarna en el aspirante a caudillo o caudilla que abundan en su “yo”, sin parecer dispuestos a descentralizar ayudas que impliquen responsabilidad del ayudado en vez de limitarlo a recibir la dádiva. Mientras tanto, unos cacaos disfrazados de benevolentes regalan sus migajas.
La pandemia ha revelado el aspecto mas frágil y mas peligroso de nuestra sociedad colombiana: la desorganización social, producida por un Estado débil que confunde derechos y obligaciones con asistencialismo. Unos seres humanos mas acostumbrados a la indisciplina de lo inmediato, a pedir que a colaborar. Una ciudadanía cada vez más dividida, cada vez mas dispuesta a protestar que a aplaudir. Unos políticos que en su mayoría desconocen en la práctica el significado de expresiones como solidaridad nacional y “el país por encima de sus discrepancias”.
Y empieza lo indecible, como noticia diaria: ¿hasta donde llega la negrura del alma humana , cuando alguien roba el único respirador artificial en Acacias Meta y los contratistas encuentran “éticos” los sobrecostos en los mercados de caridad? ¿ No importa que sean asesinados 5 lideres sociales? ¿Qué sentido de humanidad tiene que los venezolanos, asqueados por la indiferencia y la xenofobia, se devuelvan a su país?
Un reflejo sintomático de nuestra descomposición social ha sido la excesiva importancia que se le ha dado mediáticamente a los datos estadísticos sobre muertos, contagiados y rescatados. ¿Nos “alivia” acaso saber que no son tantos los muertos como en otros países, o que Bogotá es puntera en materia de muertos?
¿Qué significa la muerte? ¿Es un simple dato? ¿Dónde están los guardianes de la moralidad – iglesias o laicos-? No aparecen ni aparecieron en la Semana Santa. Ante los vacíos morales, las estadísticas predominan. Se colocan en un supuesto orden de importancia. La vejez de los muertos se vuelve casi que una justificación: eso si -no se asusten parecen decirnos los presentadores de noticias- tenían enfermedades anteriores como diabetes o pulmonares. Y la muerte de los jóvenes se cita para “probar” que no hicieron caso. ¿Pero , no es hora de que, cuando en Colombia se cita tantas veces el nombre de Dios en vano, que Colombia se empiece a interesar por el dolor ajeno?
Antes de que se polarice el país sobre si los test son válidos o no como si se tratara de una verdad o de una mentira revelada, no olvidemos que son simples indicadores. Porque ahora se viene el des-confinamiento. ¿ Será que cada quien sale de su cueva, como si en ello estuviera la salvación del mundo?
¿los viejos, los más vulnerables? |
FOTO MTH |
Albert Einstein nos ilumina cuando dice que las crisis son oportunidades. La teoría del caos consigna que las crisis son un vórtice de dónde pueden surgir los grandes cambios sociales. Nuestra sociedad no cuenta con ese espíritu que libera en la incertidumbre la creatividad para el cambio. Prima el egocentrismo y el afán material sobre las grandes posibilidades de la acción colectiva. Se desperdicia, se derrocha y así seguiremos en situación de pérdida, de quiebra, de apocalipsis.
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