miércoles, 20 de mayo de 2020

PROTOCOLEANDO...



Querido diario (7)

No sé   si a tí, pero me irrita  la palabra protocolo, salvo, aclaro, cuando la utiliza el personal de   salud - médicos, enfermeras, camilleros etc-. Me  molesta   como a veces irrita una mosca que revolotea  sin ton ni son alrededor nuestro.  Está ahora de moda  en la pandemia  del coronavirus como en una época estuvo de  moda la palabra “paz”,   que luego  se desgastó por impuro mal uso. Por parte de quienes  sabotearon los acuerdos, claro está.

Ahora, el  encanto poco discreto es con la palabreja protocolo  que surgió de pronto, reemplazando otras  aburridoras como reglamento, condiciones de uso, instrucciones y similares.

 La usan los  funcionarios de arriba abajo cuando quieren significar que están trabajando  - otra palabra de moda. 

La usan las periodistas en  pasantía o  primíparas poniéndole una gravedad  como  si  en ella – la palabra- estuviera  la garantía  de que  es muy profundo – el protocolo-. 

La usan los   empresarios, cuando aspiran a  que los dejen  abrir  los   comercios  de sus productos. 

La usan los emprendedores que están preparando acuciosamente los protocolos (por  copy paste) para iniciar  nuevas faenas.

Tal vez me irrita porque  tiene un origen  diplomático y  leguleyo .  Tal vez sea  oportuno recordarlo, con el diccionario de la Real Academia:

protocolo:

"Del lat. tardío protocollum 'primera hoja de un documento con los datos de su autentificación', y este del gr.bizant. πρωτόκολλον prōtókollon.

1. m. Serie ordenada de escrituras matrices y otros documentos que un  notario o escribano autoriza y custodia con ciertas formalidades.
2. m. Acta o cuaderno de actas relativas a un acuerdo, conferencia o 
congreso diplomático.
3. m. Conjunto de reglas establecidas por norma o por costumbre para ceremonias y actos oficialeso solemnes.
4. m. Secuencia detallada de un proceso de actuación científica, técnica, médica, etc.
5. m. Inform. Conjunto de reglas que se establecen en el proceso de comunicación entre dos sistemas."

Y me irrita, diario amado,  porque  nos recuerda  nuestro mayor defecto colombiano: que a todo lo queremos reglamentar en incisos precisos, confusos y  difusos, pero acartonados y distantes.  

Que los comportamientos -pensamos-  no deben  obedecer  al impulso de la responsabilidad propia,  sino a lo que  diga la irresponsabilidad ajena. 

Pero  si nos   descuidamos, después de más de un  centenar de  decretos de Estado de  Sitio, de pomposos documentos  que nadie va a  leer pero que  tampoco  se aplicarán, como debería ser  por sentido común y respeto a los demás, terminaremos  ahogados en un arroyo de protocolos, eso si, protocolarios. 

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