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Querido diario (8):
Albert Camus* escribió La Peste cuando tenía 34 años. La catastrófica segunda guerra mundial había terminado dos años antes. Leí la novela cuando tenía once o doce años y su influencia fue decisiva en mi modo de pensar. En particular, me marcó el personaje principal, el doctor Rieux, que, desde entonces, fue para mí el mayor referente de un modelo de vida.
El doctor Rieux es un médico que, sin aspavientos, trabaja y vive de acuerdo con su sentido moral y hace lo que cree adecuado, sin dejarse influenciar por el absurdo, por las incoherencias del mundo circundante, los prejuicios religiosos, o las voracidades y debilidades de los humanos, en una aplicación pragmática de la ética y del deber.
Todo periodista – y Camus lo era – debería leer La Peste `porque refleja qué es lo importante en una pandemia y qué no lo es. Por ejemplo, es mucho mas importante la labor anónima de los seres humanos que las declaraciones de funcionarios como una Alicia Arango que intenta justificar lo injustificable, como bien lo escribió en la Revista Semana Alfonso Cuellar a propósito de su curiosa designación en el cargo de la Unidad de víctimas al hijo de Jorge 40, sin pensar en las interpretaciones que esa idea brillante tendría. Claro que más curioso, por cierto, el nombramiento de la ex secretaria privada de Álvaro Uribe Vélez catapultada meteóricamente del Min trabajo a su propio actual Ministerio del Interior. En fin, volvamos al tema.
Releí la Peste hace pocos días y, sin duda, tampoco me defraudó, como tampoco lo hizo nunca el propio Camus, un escritor de palabras precisas y contundentes, de frases cortas e impactantes, injustamente subvalorado después de la pelea ideológica que le armó Jean Paul Sartre, también premio Nobel. Una peleadera que, durante demasiado tiempo ganó este último por haber apoyado al régimen estalinista y, desde el olimpo de su ojo pedante, despreciar públicamente a Camus por no hacer lo mismo . El tiempo le dió la razón a Camus.
¿Por qué es universal esa novela que tiene como base la ciudad de Oran y una peste del siglo XIX, transportada al siglo 20? Porque podría ser la historia de cualquier otra ciudad sometida a una epidemia – de cólera, de gripa española o de coronavirus en el siglo XXI.
Es universal porque plantea tanto los dilemas esenciales de la humanidad, sus miedos, su corrupción y las indecisiones de sus funcionarios en aceptar realidades dramáticas. Creyendo, por ejemplo, que “todo esta bien” como el Presidente Duque lo cree en su paradisiaco programa de las 6 de la tarde.
“ No me interesan - dice Rieux- el heroísmo o la santidad. Lo que me interesa es ser humano”. Por ahí empieza todo.
Camus describe la reticencia en aceptar la realidad del desastre y en llamar las cosas por su nombre. De paso, pero firme, muestra el papel del periodismo que “ no se ocupa sino de la calle” : “ La prensa” escribe el narrador – “tan locuaz en el asunto de las ratas muertas” ( son, en la novela, las que dan las primeras señales de la peste), “ no hablaba ya de nada. Es que las ratas mueren en la calle y los hombres, en su cuarto.”
Por eso hay que leerla ahora. Porque el autor relata las realidades reales y las inventadas:
“ Una plaga no es hecha a la medida de los seres humanos. Unos dicen que la plaga es irreal, un mal sueño que va a pasar”. Pero no pasa y salta de pesadilla en pesadilla porque “los seres humanos son los que pasan y en primer lugar los humanistas, porque no han tomado sus precauciones” . Pero “ si uno ha visto un muerto, cien millones de cadáveres sembrados a lo largo de la historia se vuelven humo en la imaginación”.
Para el doctor Rieux frente a la peste , la humildad es lo que cuenta : “hay una idea que puede prestarse a burla, pero la única manera de luchar contra la peste es la honradez”.
Al doctor Rieux lo impacienta -como a muchos de nosotros- la actitud de la iglesia ( personificada en el libro por el padre Paneloux) frente al tema del castigo de Dios por el mal comportamiento de sus hijos o aquello de que Dios mediante, ese Dios tan citado por los colombianos -agrego- cada quien podrá salvarse.
El realismo de la peste, llámesele también pandemia, es avasallador : “Desde el momento en que la peste se adueña de la ciudad… su excesos desorganizan la vida civil y la vida económica.”
Sin embargo, “Nada es menos espectacular que una plaga y por su misma duración, la gente termina por acostumbrarse a la pandemia”. Agrega otra de sus frases tajantes pero reales : “ las desgracias se vuelven monótonas”. Tan monótonas - agrego- como esa repetición, día tras dia, de las cifras de contagiados, fallecidos y recuperados.
Pero el doctor Rieux observa lo peor: “ la costumbre del desespero es peor que el desespero mismo”. La gente absorta en su trabajo deja de leer periódicos y de escuchar el radio: “hacían por interesarse, pero acogían las noticias con esa indiferencia distraída que se atribuye a los combatientes de las guerras mundiales”. O frente a los asesinatos de los líderes sociales de nuestras violencias- agrego.
Una sola vez el doctor Rieux, siempre tan ecuánime y tranquilo, se exalta. Cuando el sacerdote intenta justificar la muerte de un niño: “¡No, padre!, yo me hago otra idea del amor y rehusaré hasta la muerte aceptar esa creación divina en la que los niños son torturados”
A pesar de todo ese absurdo, Camus termina por concluir, como lo hace también en el Hombre Rebelde y en El Mito de Sísifo, insistiendo en el ingrediente fundamental. ¿Qué enseñan las plagas? Que en los seres humanos hay más aspectos para admirar que despreciar. Lo único que no se puede perder es la esperanza. Tampoco la disciplina, agrego.
OTRO RECOMENDADO :
EL DOCUMENTAL “PARA SAMA”
documental en Netflix |
¿Por qué una estudiante de comunicación social decide permanecer en la ciudad siria de Alepo sitiada por las fuerzas del gobierno despótico de Bachar al Assad? Lo importante para este tema no es que allí se enamore, se case y tenga una hija, sino su obsesión periodística.
Filma los escalofriantes momentos del sitio de varios meses que , con ayuda de los rusos y de un gobernante dictatorial, como es Bashar -Al-Asad +producen la más espantosa destrucción de una milenaria ciudad. Esa mujer, más que definirse en favor de los rebeldes, se ocupa de la realidad y del dolor los ciudadanos en una ciudad sitiada y bombardeada.
El documental, nominado en esa categoría para el Oscar, como lo fue en su momento el Abrazo de la Serpiente, es sin duda una joya del periodismo inesperado. Ese que se niega a seguir los caminos recorridos por el periodismo convencional de entrevistas a funcionarios. Ese periodismo que se nutre de cifras pero impasible ante el asesinato de líderes sociales que enumera y cubre sin piedad. Una reportería que lastimosamente no ha podido emular a Mauricio Gómez o Javier Darío Restrepo.
Sin duda, la búsqueda de seres humanos como crucial ha hecho falta en el periodismo colombiano, tanto en el trágico caso de la migración venezolana y su retorno al infierno, como en el cubrimiento de la pandemia .
En todo caso, el documental y el libro son mis recomendados para las audiencias confinadas que empiezan a acostumbrarse a ver con indiferencia las tragedias humanas.
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