jueves, 28 de mayo de 2020

RECOMENDADOS EN LA PANDEMIA: LA PESTE DE CAMUS Y PARA SAMA

FOTO MTH
Querido  diario (8):
Albert Camus* escribió La Peste cuando tenía 34 años. La  catastrófica segunda  guerra mundial había terminado dos años antes. Leí  la novela cuando   tenía   once o doce años y  su influencia   fue  decisiva en mi modo de pensar. En particular, me marcó el personaje principal, el doctor Rieux, que, desde entonces, fue para mí  el mayor referente de un modelo de vida.

El doctor  Rieux es  un médico que, sin aspavientos, trabaja y vive de acuerdo con  su sentido moral y  hace lo que cree   adecuado, sin  dejarse influenciar por el  absurdo, por  las incoherencias  del  mundo circundante, los prejuicios religiosos, o las  voracidades  y debilidades de los humanos, en una aplicación pragmática   de la ética  y del deber.

Todo periodista  – y   Camus lo era –  debería leer La Peste `porque  refleja  qué es lo importante en una pandemia  y qué no lo es.  Por ejemplo,   es  mucho  mas importante  la labor  anónima de los seres  humanos que las declaraciones  de funcionarios  como  una   Alicia  Arango que  intenta  justificar lo  injustificable, como bien lo escribió en la Revista  Semana  Alfonso  Cuellar a propósito de su  curiosa designación en el cargo de la Unidad de víctimas al hijo de Jorge  40,  sin pensar en las  interpretaciones que  esa idea brillante tendría.   Claro que más  curioso, por cierto, el nombramiento de la  ex  secretaria privada  de  Álvaro Uribe Vélez catapultada meteóricamente del Min trabajo  a  su propio actual Ministerio  del Interior. En fin, volvamos al tema.

Releí  la Peste   hace pocos  días y, sin duda, tampoco me defraudó,  como  tampoco lo hizo  nunca  el propio Camus, un escritor de palabras  precisas y contundentes,  de frases cortas e impactantes, injustamente subvalorado después de la  pelea ideológica que  le armó  Jean Paul Sartre, también  premio Nobel. Una  peleadera  que,  durante demasiado tiempo   ganó  este último por haber apoyado al régimen estalinista  y, desde el olimpo de su ojo pedante, despreciar públicamente a Camus por no hacer lo mismo . El tiempo le dió la razón a Camus.

¿Por qué es universal esa novela  que tiene como base la  ciudad de Oran  y una  peste del siglo  XIX, transportada  al  siglo 20?  Porque podría  ser la  historia de cualquier otra ciudad   sometida a una epidemia –  de  cólera, de gripa española o de  coronavirus en el siglo XXI.  

Es universal porque plantea tanto los dilemas esenciales de la humanidad,   sus  miedos, su  corrupción y  las indecisiones de sus funcionarios en aceptar  realidades dramáticas. Creyendo, por ejemplo, que  “todo esta bien” como  el Presidente  Duque lo cree en  su paradisiaco  programa de las  6 de la tarde. 

“ No me   interesan  -  dice Rieux-  el   heroísmo o la   santidad.  Lo que me interesa es ser humano”. Por ahí empieza todo.

 Camus  describe la reticencia en aceptar la realidad del desastre y en llamar las cosas por su nombre.  De paso, pero firme,  muestra el papel del periodismo que “ no se ocupa sino de la calle” : “ La prensa” escribe  el narrador – “tan  locuaz en  el  asunto de  las ratas muertas”  ( son, en la novela, las que dan  las primeras  señales de la peste), “ no hablaba ya  de nada. Es que las ratas mueren  en la calle y los hombres, en su cuarto.”

Por eso  hay que   leerla ahora.  Porque  el autor relata  las realidades reales y las  inventadas:

“ Una plaga no es hecha  a la medida  de los seres humanos.    Unos   dicen que    la plaga es irreal,  un mal sueño que  va a pasar”. Pero no pasa y  salta de pesadilla en pesadilla porque “los seres humanos son los que pasan y  en primer lugar los humanistas, porque no  han   tomado sus precauciones” . Pero   “ si uno ha visto un muerto,  cien millones de cadáveres sembrados  a lo largo de la historia  se vuelven  humo en  la imaginación”.

Para el doctor  Rieux   frente a la peste ,  la humildad   es lo que cuenta : “hay  una idea que  puede  prestarse a burla,  pero  la única manera de luchar contra la peste es la honradez”.

  Al doctor  Rieux lo impacienta  -como a muchos  de nosotros-  la actitud de la iglesia ( personificada en el libro por el padre Paneloux)   frente  al  tema del castigo de Dios  por el mal comportamiento de sus hijos  o aquello de que Dios mediante, ese Dios tan citado por los colombianos -agrego-  cada quien  podrá  salvarse.

El realismo  de la peste, llámesele también pandemia,  es avasallador : “Desde el momento en que la peste  se   adueña de la ciudad… su excesos  desorganizan la vida civil y la vida económica.”

 Sin embargo,  “Nada es menos  espectacular  que una plaga y por su misma  duración, la gente termina por acostumbrarse a la pandemia”.   Agrega otra de sus  frases tajantes  pero   reales : “ las desgracias se vuelven monótonas”. Tan monótonas - agrego- como esa repetición, día  tras  dia,  de  las cifras de  contagiados, fallecidos y recuperados.

 Pero el doctor  Rieux observa lo peor:   “ la   costumbre del desespero   es peor que el desespero mismo”.  La gente  absorta en su trabajo deja de leer periódicos y de  escuchar el radio: “hacían por interesarse,  pero  acogían las noticias con esa indiferencia  distraída que se atribuye a los  combatientes de las guerras mundiales”.  O frente a los asesinatos de  los líderes sociales de  nuestras violencias- agrego.

Una sola vez  el   doctor Rieux,  siempre tan ecuánime y tranquilo,  se exalta. Cuando   el sacerdote  intenta  justificar la muerte de un niño:  “¡No, padre!, yo me hago  otra idea del  amor y rehusaré hasta la muerte aceptar  esa creación  divina en la que los   niños  son  torturados”

A pesar de todo ese absurdo, Camus termina por   concluir, como lo hace  también en el Hombre Rebelde y  en El Mito de Sísifo, insistiendo en el ingrediente  fundamental. ¿Qué enseñan las  plagas?  Que en los seres humanos hay más aspectos   para admirar   que  despreciar. Lo único que no se puede perder  es la esperanza. Tampoco la disciplina, agrego.





OTRO RECOMENDADO : 
EL DOCUMENTAL  “PARA  SAMA”

documental en Netflix
¿Por qué una estudiante  de comunicación social  decide  permanecer  en la ciudad siria  de Alepo  sitiada por  las fuerzas   del gobierno despótico de  Bachar al Assad? Lo importante para este tema  no es que allí  se enamore, se case y tenga una hija,  sino  su  obsesión periodística. 

 Filma los  escalofriantes momentos del   sitio de varios meses   que , con ayuda de los  rusos y  de un gobernante dictatorial, como es Bashar  -Al-Asad  +producen la más espantosa  destrucción de una milenaria ciudad. Esa mujer, más que  definirse en favor de los rebeldes, se ocupa de la realidad y del dolor  los ciudadanos  en una ciudad  sitiada y bombardeada.

El documental,  nominado en esa categoría  para  el Oscar, como lo  fue  en su momento el Abrazo de la Serpiente, es sin duda  una  joya del periodismo  inesperado.  Ese  que  se  niega a  seguir los  caminos recorridos    por   el periodismo convencional de   entrevistas  a funcionarios. Ese periodismo que se nutre  de  cifras pero impasible ante  el asesinato de líderes   sociales que enumera  y cubre sin piedad.  Una reportería  que  lastimosamente no ha podido  emular  a  Mauricio Gómez o Javier Darío  Restrepo.

 Sin duda, la búsqueda de seres humanos como  crucial ha hecho falta  en el periodismo colombiano, tanto en el  trágico caso de la migración venezolana y  su retorno al infierno,  como en el cubrimiento de la pandemia .

 En todo caso,   el documental y   el libro  son  mis recomendados   para las audiencias confinadas  que  empiezan a   acostumbrarse a ver con indiferencia  las tragedias humanas.


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