(Tal vez valga la pena aclarar antes que, como abuela cibernauta de 74 años, disfruto mi libertad, no aspiro ni puedo aspirar a ningún "ascenso" en medios porque, además, sería ridículo de mi parte. Eso me permite, como a otros en mi caso, mirar el panorama con los anteojos, no tanto de la imparcialidad -que sigue siendo una utopía de la humanidad - sino, al menos, de la tranquilidad ).
Veamos algunos de estos cambios. ¿Son remolinos, tempestades o simplemente algoritmos en su sentido más sociológico, es decir, una ruta para llegar a alguna parte, llámese poder o liberación?
Como todo poder, el poder mediático lleva a inclusión o exclusión, a entrar o salir, a quedarse o irse. Ahora, la migración digital tuvo que volverse “salto” digital: sin duda alguna, la pandemia apresuró la urgencia tecnológica de adaptarse a las necesidades, como siempre ha sucedido desde tiempos inmemoriales, desde el voz a voz, las señales de humo, los correos humanos, los chasquis, pasando por la imprenta, tan importante como internet.
Quien se ufana de tener el poder de comunicar -digital en este caso- queda convencido de que en sus manos tiene el poder total. Sin embargo, el paisaje no es tan sencillo.
¿QUÉ HACE EL PODER MEDIÁTICO?
Curioso que en Colombia los empresarios mediáticos tradicionales no hablan de sus dificultades como otros sectores, por ejemplo, el comercio. Sin embargo, las tienen y las padecen de diferentes maneras. Vaya Usted a saber, ¿Por qué no hablan los dueños colombianos empresarios de medios ? Nunca he visto o escuchado a los Sarmiento Angulo o a los Santo Domingo, a Ardila Lulle pronunciarse sobre algún tema de medios, ni emular con la Catherine Graham del otrora Washington Post.
Tal vez andan escondidos en su propio pudor. O no tienen para qué hacerlo , porque , al menos en Colombia, ser dueño de un medio es casi siempre un apéndice. De otros sectores económicos del grupo.
Da prestigio aunque, por cierto, cada vez menos: “el ·producto” periodístico que sale de esos conglomerados no permite rentabilidad económica y tiene, a mi modo de ver, poca influencia en la opinión colombiana sobre los “cacaos”.
Me refiero a que el beneficio de comprar medios no es muy tangible para los grandes empresarios mediáticos, cuyo poder mediático se va achicando. Más aún, crea reacciones adversas. Así ha sucedido con Ardila Lule y sus gaseosas o Corficolombiana, Odebrecht y El Tiempo: por fortuna para el periodismo, la verdad siempre termina colándose por entre los intersticios…
Eso sí, internet ha significado un cambio inmenso. Por fuera de los medios tradicionales, algunos no aceptamos renunciar al papel de opinadores, como les ha tocado a tantos colombianos, periodistas o no, sumergidos por el poder en una onda de desprecio lento, de exclusión, de egos ajenos alborotados, de despidos discretos , de desapariciones mediáticas.
A muchos periodistas rasos no se les reconoce su trabajo arduo en las trastiendas del poder mediático. Lo mismo, por cierto, sucede en las toldas del poder político. Pero algunos y , sobre todo muchas mujeres se defienden, escogen la libertad, como sucedió en el poder político con Ángela María Robledo y Petro.
EL ROSCÓN MEDIÁTICO Y SU ROSCA
A mi modo de ver - que desde luego admite debate- en la Colombia de hoy, los grandes medios tradicionales se están quedando en la orilla de las aguas mediáticas. Otros empresarios , como el Siglo y varios periódicos regionales, aceptan el reto digital, sobreviven a duras penas y se van poco a poco olvidando de la "prensa" es decir, del papel. Otros se quedan sin salto digital ni papel: abandonan el barco, por diversas razones.
En ese panorama empresarial ¿Qué pasa entonces con el periodismo? Empresas digitales con cierto éxito tienen alcance limitado, más periodístico que económico, como la Otra Orilla, la Silla Vacía y Razón Pública.
Pero hay otra característica muy criolla: en el paisaje mediático tradicional -es decir, aquel que no acepta ser desplazado- se intenta entrar a las lógicas cibernáuticas. Sin embargo, se mantienen con lógicas de rosca y roscón. Es decir, se quitan y ponen fichas como en cualquier ajedrez, en una rotación de un medio a otro, sin que pase mayor cosa, más allá de una estruendosa mediocridad. La calidad depende de las filtraciones, lo que, en periodismo, es una mala dependencia. Vicky Dávila reemplaza a Alejandro Santos como para mostrar que al poder económico ya no le importan las familias, pero el caudillismo y el clan prevalecen, como un síntoma más de nuestra crónica desigualdad, en este caso en cuanto se refiere a salarios y oportunidades del periodismo.
En nuestra desigual Colombia, los excluidos – y aclaro que no lo son por falta de calidad sino por ejercicio prepotente del poder mediático- los excluidos, repito, se esfuman, se escurren, abren portales o se van por el camino extraño de la resiliencia del ego individual.
Tomemos el caso de Semana. Eso ha sucedido con los Danieles, excelentes por supuesto, pero en cuyo ingreso en el mar cibernáutico, cometieron el error ingenuo de creer que su ego y su nombre eran suficientes para innovar. Ni siquiera les valió acudir al tercer Daniel (Samper Pizano) que se siente incómodo académico o a la admirada Laura Restrepo: no logran borrar el pecado original de la rosca y del ego. De hacerlo, habrían podido concebir algo más grandioso e innovador, con participación de las nuevas generaciones. No quisiera pensar que la valiente Maria Jimena Duzán cometerá el mismo error. Más creativo, en cambio,Vladdo, cusumbosolo que, gracias a su creatividad, abre una nueva dimensión de su arte gráfico. Pero una golondrina no hace el verano.
En todo caso, lector o usuario, no le quepa duda para dónde va la "nueva" Semana: poco a poco va mostrando sus dientes hacia una vergonzosa "derechización" de temas, que poco tiene que ver con periodismo, (como tampoco la tiene la cohorte de Petro).
En esta Semana, mucha diatriba, estreno de la estudiosa investigadora y"nueva" María Andrea Nieto en su papel de bruja estrella de alto turmequé, exterminadora de Cecilia Orozco, cuya impecable trayectoria en periodismo es bien conocida, pero que la Nieto quiere destruir; Aurelio Suárez, que cometió el error de servir de peón de brega "izquierdoso" para mantener un supuesto equilibrio mediático con el fiscal Barbosa. Sin mencionar la moderna María Isabel Rueda. Y, por supuesto, la ahora diosa del periodismo colombiano, Vicky Dávila.
Sigamos con el paisaje mediático tradicional, que parece tener como meta embobar a los colombianos. Se perpetúan las secciones de chismes de pechugonas que ahora muestra pierna, y los secretos de Darcy: mala competencia a “La Pulla” y similares, que sí abren nuevos horizontes. Ni hablar de la cada vez más frecuente "opinión" de los receptores y los sondeos que no alcanzan sino para desaprobar o afirmar y a una efímera alabanza del programa.
Ahora se anuncia que Roberto Pombo renuncia a la dirección de El Tiempo, pero, a la vez, con gran bombo y platillos, que el hijo de Pombo le hace competencia a la opinadera de los oyentes con un “algoritmo del poder” . Por cierto, sin caer en cuenta que se aplica a su propia dimensión del poder y de la rosca bogotana. Un nombre bien puesto - algoritmo-para significar que, en concentración rosquera, todos los caminos de nuestra desigual Colombia conducen al poder mediático. La saga continúa. ¿Continuará?
¿Conclusión? En ese atardecer mediático, - y el consejo viene de una abuela que desde hace cinco años encontró su nicho allí- el ciberespacio sigue abierto para las nuevas generaciones de periodistas colombianos y sus innovaciones que, ojalá, no sean las mismas de ahora. Pero, eso sí, siempre y cuando acepten que hay vida y periodismo más allá de la rosca y del roscón.
Sea dicho de paso, así sucedió cuando se inventó la imprenta y lo escrito rompió los muros conventuales, regándose por el mundo.
No comparto que lo de la "resiliencia del ego" aplique a Los Danieles. No planearon renunciar a Semana pre-Gilinski.
ResponderEliminarSobre la marcha, Los Danieles muestra innovaciones y buen periodismo