RESEÑA:
EL ORDEN DE LA LIBERTAD
MAURICIO GARCÍA VILLEGAS
FONDO DE CULTURA ECONÓMICA, 2017
En estos días, como me sucede con frecuencia frente a lo dèjà vu -es decir- a la repetición de la repetidera de nuestra macabra historia de Colombia, sentí la necesidad de releer el libro de Mauricio García Villegas, “El Orden de la Libertad”.
No me refiero al libro que acaba de salir (diciembre 2020) y ya está en su tercera edición: “ El país de las emociones tristes”, ( Ariel, Planeta 2020) al que también haré referencia la próxima semana. Porque es la continuidad de pensamiento estructurado de un autor con el que comulgo -en el sentido visceral de la palabra- por dos razones: su formación colombo- europea, y la investigación sobre los comportamientos sociales como manera de entender a nuestro país.
Este análisis minucioso de los comportamientos que hace Mauricio García Villegas conjuga el más auténtico pragmatismo paisa de una formación en la Pontificia Universidad Bolivariana con la estructura doctoral de la Universidad Católica de Lovaina, en Bélgica. Y todo envuelto en un permanente interés por escudriñar lo sociológico que se esconde detrás de la eficacia simbólica del derecho, de la realidad social, de la religión, pero también, de la ética como estado de ánimo.
En el caso de la infancia de García Villegas, “el comportamiento grupal estaba regulado por las virtudes teologales ( fe ante todo, esperanza y caridad)" lo que hace todavía más contrastada su trayectoria desde una familia “en la que de doce hijos, cinco fueron sacerdotes y dos monjas “
García Villegas explica lo que a mi modo de ver es una de las características esenciales de nuestra “colombianidad”, como tal vez lo sea en casi todos los países latinoamericanos.
En todo caso, esa necesidad de ir más allá de lo formal le permite a García Villegas analizar la ilegalidad como costumbre. Los dos mundos de la ley y el pecado que contribuyen a construir esa mentalidad de incumplimiento de las reglas, y su ejemplarizada concreción en los “ personajes” que hemos incorporado en nuestra vivencia colombiana: el “vivo”, el arrogante, el desamparado y el rebelde.
Cuatro mapas de comportamientos que reencuentro ahora magnificados, si esa palabra quiere decir algo en estos episodios de desgobierno, pandemia, hambre y desenfrenos de los llamados eufemísticamente “jóvenes”, para no tener que dividirlos entre vándalos y manifestantes.
En palabras de García Villegas , es “un modelo de sociedad en el que la familia, la clase social, la religión y el honor conservan todavía una importancia desmesurada en relación con el Estado, la igualdad ( o desigualdad? digo) ciudadana y los bienes públicos”. Unos bienes públicos que ahora, como el Transmilenio, se destruyen por ira y sin el respeto casi sagrado que no existe por lo público.
El autor distingue entre el exceso de orden jurídico y el defecto de orden moral que se profundizan en el rasgo general de incumplimiento. En el caso del Estado ( y a mi modo de ver el gobierno Duque es una buena muestra), ese incumplimiento se concreta en la selva de excepciones a las normativas que se pretenden “generales”. Una manera, creo, de complacer a todo el mundo para no afrontar a ese todo el mundo.
Pero de otro lado, en este complejo comportamiento colectivo, influye de manera sustancial el poder inmenso que ejerció la Iglesia católica en la interpretación de lo moral colombiano. Entre otras, recalca el autor, por la asimilación del pecado al delito: este termina por implorar misericordia y perdón mientras, para citar un ejemplo comparativo, el protestante es inclemente ante la infracción.
En todo caso el gran mérito de “ El orden de la Libertad” es recalcar que no hay libertad sin orden. Por punta y punta se explica la transgresión como costumbre y produce lo que estamos viviendo: reformas tributarias y de salud que se desploman antes de haber existido, o no se ponen en marcha cuando se aprueban y ni se obedecen ni se cumplen, en una selva de disposiciones legales.
Y allí aparece a mi modo de ver, el ausente factor de obediencia que explica nuestra fragilidad colectiva ante la pregunta que acertadamente plantea y que analiza García Villegas: ¿por qué obedecemos? ¿por la fuerza? ¿por la justicia? ¿por la voluntad general? ¿Cuales son nuestras motivaciones para obedecer o no obedecer? ¿ las creencias o valores, lo que nos conviene, o el deber?
En todo caso, nuevamente, no podemos ahora olvidar lo que recalca el autor : resistencia viene de desobediencia. Pero tampoco podemos olvidar sus observaciones sobre las debilidades de la izquierda frente al autoritarismo (que llamo uribista), debilidades que tienen que ver con la disciplina y la formación.
Dicho de otro modo: Las debilidades provenientes de amar más la libertad que el orden. La diferencia entre lo que los europeos llaman disciplina y lo que los gringos prefieren, es decir el individualismo y la emancipación, pero respetando las reglas.
Vale la pena reflexionar sobre lo que dice el autor : “Toda propuesta política seria y realizable debe enfrentar la tensión que existe entre emancipación y regulación, entre legitimidad y eficacia, entre participación y autoridad”
Sigue el próximo jueves Parte II ¿por qué “El país de las emociones tristes”?
Reseña de "EL PAIS DE LAS EMOCIONES TRISTES", ARIEL 2020
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