jueves, 17 de junio de 2021

EL ORDEN DE LA LIBERTAD FRENTE A LA LIBERTAD DESORDENADA (1)


                                                                                                                          Foto MTH

RESEÑA:

EL ORDEN DE LA LIBERTAD

MAURICIO  GARCÍA VILLEGAS

FONDO DE CULTURA  ECONÓMICA, 2017

En estos  días,  como me sucede con frecuencia  frente a lo  dèjà vu  -es decir- a la repetición de la repetidera de nuestra macabra  historia de Colombia, sentí la necesidad de releer el libro de  Mauricio  García  Villegas,  “El Orden   de la  Libertad”.

No me refiero  al  libro  que acaba de salir (diciembre 2020)  y  ya está en su  tercera edición:  “ El país de las emociones tristes”,  ( Ariel, Planeta 2020)  al que también haré  referencia la próxima semana.  Porque es  la continuidad de pensamiento  estructurado  de un  autor  con el  que comulgo -en el  sentido  visceral de la palabra- por dos razones:  su  formación  colombo- europea, y  la  investigación sobre los comportamientos sociales como manera  de entender a nuestro país.

Este   análisis  minucioso de  los  comportamientos  que hace Mauricio García Villegas   conjuga  el más auténtico  pragmatismo paisa de  una formación en la Pontificia Universidad Bolivariana con la  estructura doctoral de la  Universidad Católica de  Lovaina,  en  Bélgica. Y  todo  envuelto  en   un permanente  interés por escudriñar lo sociológico que se esconde  detrás de  la eficacia simbólica  del  derecho, de la  realidad  social, de la religión, pero  también, de la ética como estado de ánimo. 

En el caso de  la infancia  de  García Villegas,   “el comportamiento grupal  estaba  regulado por las virtudes  teologales ( fe ante todo, esperanza y caridad)" lo  que hace todavía más contrastada su trayectoria desde una familia “en la que de doce hijos, cinco   fueron  sacerdotes y dos monjas “ 

 García Villegas   explica  lo que  a mi modo de ver  es una  de las características esenciales  de nuestra  “colombianidad”,  como  tal vez lo sea en casi  todos los  países latinoamericanos.

 En todo caso,  esa necesidad de ir más allá  de lo formal le permite  a García  Villegas analizar la ilegalidad como costumbre. Los dos mundos de la ley  y el  pecado que contribuyen a  construir esa mentalidad de incumplimiento de las reglas, y  su   ejemplarizada  concreción  en los  “ personajes”  que hemos incorporado  en nuestra vivencia colombiana:  el  “vivo”,  el arrogante,  el desamparado y  el rebelde. 

 Cuatro mapas  de  comportamientos  que  reencuentro ahora  magnificados, si esa  palabra    quiere decir algo en  estos episodios de   desgobierno, pandemia,  hambre y  desenfrenos de los  llamados  eufemísticamente “jóvenes”, para no tener que  dividirlos entre vándalos y   manifestantes.

En   palabras de García Villegas ,  es “un modelo de sociedad   en el que la familia, la clase social, la religión  y el honor conservan todavía una importancia desmesurada en relación con el Estado, la igualdad   ( o  desigualdad? digo) ciudadana y los bienes públicos”.  Unos bienes públicos que ahora,  como el Transmilenio,  se destruyen por ira y sin el respeto  casi   sagrado que no existe por lo público.

El autor  distingue entre el exceso de orden jurídico y  el   defecto de orden moral que se profundizan  en el  rasgo general de incumplimiento.    En el caso del Estado  ( y a mi modo   de ver el gobierno Duque es una buena muestra),   ese incumplimiento se concreta en la   selva de excepciones a las normativas que se pretenden “generales”.  Una manera, creo, de complacer a  todo el mundo para no  afrontar a ese  todo el mundo.

Pero de otro lado,  en este complejo comportamiento colectivo, influye de manera   sustancial el poder inmenso que ejerció la Iglesia  católica en la interpretación   de lo moral colombiano. Entre otras, recalca el autor, por  la  asimilación  del  pecado al delito:   este  termina por implorar   misericordia y  perdón  mientras,   para  citar un ejemplo comparativo, el protestante es inclemente  ante   la infracción.

En todo caso el gran mérito de “ El orden de  la Libertad” es recalcar que no hay libertad sin orden. Por  punta y punta se explica la transgresión como costumbre y produce lo que estamos viviendo:  reformas tributarias y de salud  que  se  desploman  antes de haber existido, o no se ponen  en marcha cuando se aprueban y ni se obedecen ni se cumplen, en una selva de disposiciones legales. 

Y  allí aparece  a mi modo de ver,  el  ausente factor de obediencia que  explica nuestra fragilidad colectiva  ante la pregunta que acertadamente plantea   y  que analiza  García Villegas:  ¿por qué obedecemos?  ¿por la fuerza? ¿por la justicia? ¿por la voluntad general?   ¿Cuales  son nuestras  motivaciones  para obedecer o no obedecer? ¿ las creencias o valores, lo que nos conviene, o el  deber? 

En todo caso, nuevamente,  no podemos  ahora  olvidar  lo que recalca el autor :  resistencia viene de desobediencia.  Pero  tampoco  podemos   olvidar   sus observaciones  sobre las debilidades de la izquierda  frente al autoritarismo (que  llamo  uribista),  debilidades que tienen que ver con la disciplina  y la formación.

Dicho de otro modo: Las  debilidades  provenientes  de amar  más  la libertad que el orden. La  diferencia  entre lo que los europeos llaman disciplina  y lo  que los gringos  prefieren, es decir    el individualismo  y la emancipación, pero respetando  las reglas.

 Vale la pena reflexionar  sobre  lo que dice el autor : “Toda propuesta política seria y realizable debe enfrentar la tensión que existe  entre emancipación y regulación, entre legitimidad y eficacia, entre participación y autoridad”  

Sigue  el próximo jueves    Parte II    ¿por qué “El país de las emociones tristes”?



 Reseña de "EL PAIS DE LAS EMOCIONES TRISTES",  ARIEL 2020


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