Muchas veces, no se mira sino lo que se quiere ver. Pero, además, uno no ve lo que hay. El arte callejero es un buen ejemplo de lo que está a la vista pero que muchas veces escapa al ojo, propio o ajeno, que se presume avizor.
En Colombia, los pontífices del arte contemporáneo (que los hay buenos y malvados, como en todo) poco se han referido a lo que, a mi modo de ver, es la expresión más punzante de lo que estos apasionados de los muros creen y piensan de su creación.
Por casualidad de internet, descubrí un libro mamotreto, que merece puesto de honor entre mis libros mamotretos. Este me llegó puntualmente en domicilio, es decir en papel, que aficiono todavía y sobre todo cuando se trata de arte. Su título es muy expresivo: "Que no le falte calle", 150 artistas colombianos- firmado por Antonio Merino, BOGOTA ART y Chinchorro (bajo la dirección editorial de Antonio Merino Pons y Andrés Quintero Palomino).
Textos en español e inglés revelan todo el ingenio colombiano en sus infinitas facetas, pero, sobre todo la manera de expresarse en grafiti.
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Pocas veces he visto (es el caso de decirlo) y , de paso leído, un libro tan sorprendente, que lo llena a uno de orgullo patriótico. Aclaro: ésta no es cuña publicitaria, de esas que abundan en internet y cortan los textos porque, reitero, no los conocía.
Me pondré entonces, lo prometo, a exigirle más atención a mis presumidos ojos para que se fijen en lo que se ve por las calles y los muros colombianos. Ojalá, promotores, contribuyan ustedes también a divulgar este mamotreto, como bien se lo merece.
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