jueves, 25 de mayo de 2017

¿LA DEMOCRACIA DEPENDE TODAVÍA DE LOS PARTIDOS POLÍTICOS?



¿Cómo  será la quitada colectiva  de corbata? 

El  ascenso al poder”, un interesante documental sobre  Emmanuel  Macron,   transmitido por  Nelflix, permite al menos  dos conclusiones.

 La primera, que Netflix, al ofrecer  al usuario la libertad de escogencia,  el  on demand [1])  le está  ganando la  competencia  a  los  sistemas rígidos  de TV  por  cable  y abierta. 

Y la segunda,  que  este  documental de excelente calidad por su manejo  de  la espontaneidad, elaborado en tiempo real y   sobre la marcha de una campaña  veloz,  muestra  cómo Macron, más que cualquier otro  Presidente  o Primer  Ministro europeo, le ganó a la manera tradicional  de  hacer política, y le  ha abierto una puerta  diferente  a “lo” político.


Que Macron tenga 39 años  es, desde luego mucho más importante que su mujer sea 20 años más vieja, como  lo han recalcado tanto los poco ingeniosos medios tradicionales .

Porque ese seguimiento audiovisual a la campaña electoral  durante  200  días previos a la primera  vuelta y  algo de  la segunda,  permite detectar  varios indicios sobre cómo  se le ha dado un vuelco  a  lo político. En este caso, a la búsqueda de gobernar. 

 Curiosamente,  Macron tiene un rasgo común con Trump,  en el sentido de que se han saltado  los partidos  tradicionales, al menos en la búsqueda de votos. Pero también, dos  grandes  diferencias de actitud.  Tan   importantes como las notorias que hay entre  Melania y Brigitte, es decir, entre la mujer objeto y  la compañera de todos  los  momentos .

El hecho de que Macron  tenga 39 años y  Trump 70,  o que  Macron  sea  calvo mientras que  Trump  tiene  copetín,  no  puede alejarnos de lo  sustancial,  que lo light mediático  minimiza: el cambio de mentalidad que  Macron  implica y  el atarvanismo  tradicional  que  Trump recalca.  Porque  Trump es un viejo y achacoso modelo  Ford  y  Macron tiene  las características de un fórmula  Uno.

foto tomada  desde mi  televisor  del documental de Netflix
A lo que voy  es a  que Macron está  lejos del esquema  partidista  y le apuesta siempre a un  contacto ciudadano directo,  incluyendo a sus opositores ciudadanos. Donald Trump, como  Uribe,  pero también como muchos líderes escogidos a  dedo por los  partidos Liberal (ver títular de El Tiempo),  o Conservador, o   Polo o Cambio Radical , se basan en criterios de exclusión y cerrados, sean atarvanes o no. 

Por cierto, esa nueva mentalidad, todavía incipiente en Colombia,  no obedece solo a un relevo generacional, es decir,  a la edad ( y  estoy defendiendo mis setentas), sino a  la actitud frente a los problemas contemporáneos.

En efecto, no puede  olvidarse  que  el  francés  Stéphane  Hessel,  (1917- 2013)  fue  quien  encendió, en el 2011 y  a los  94 años, la llama de la indignación, del compromiso  ciudadanos [2].  Y eso gracias  a un librito, no  rojo sino blanco,  que tuvo de inmediato más de un millón y medio de lectores, en su mayoría jóvenes,

Así como  lo inmediato y la cercanía de los  hechos  (a través de internet y del celular)  recalcan el nuevo estilo de comunicarse mediáticamente,  así también los nuevos políticos  como  Macron ya no buscan   “intermediarse” - excusen  el invento de la palabra-  a  través de las estructuras partidistas.

 Estas estructuras,  poco  a poco, se han resquebrajado a tal punto que  se  vuelven tan  desuetas como  cierto sindicalismo de  cúpulas  y  ciertas organizaciones   de periodistas  como  el CPB y , en algo, la  FLIP en el  caso colombiano. (Me refiero a ellas con mucho pesar porque  acompañé  a la primera  durante  mucho  tiempo.)
La gente  del Chocó o  de Buenaventura  ya no cree en los partidos. Los maestros han salido a la calle, más  que por  disciplina sindical, porque  se sienten motivados por causas justas. 

foto tomada desde mi televisor  del documental de  Netflix 
En otras palabras,  ni la  democracia  ni el autoritarismo dependen hoy de estructuras rígidas que no fueron hechas  para  las sociedades contemporáneas, tan bien descritas por un viejo lúcido,  Zigmunt Baumann.

Por fortuna, esa  rigidez  extemporánea se está diluyendo ahora  más  rápidamente en  la  democracia que en  los autoritarismos. El costo  social  es  distinto  entre, por ejemplo, la resistencia  democrática  de  la mitad de la población  venezolana a Maduro y  a la manera como este se aferra  al poder. Por ahora y  por no mucho tiempo, lo acompañará cada vez menos la  otra  mitad de los venezolanos, en la medida en que  Maduro pierde poder.  Pero  no cabe  duda que, de tumbar  a Maduro, los oposicionistas  deberán pensar en otro  tipo de sociedad  muy distinto del que motivó, por su corrupción y decadencia,  el ascenso de  Chavez.

CONSECUENCIAS DE LA LEGULEYIZACIÓN


Como es obvio, el  ritmo y  los  matices de  la democracia varían según los países  y sus circunstancias.   

Como se vio en la entrada  de la semana pasada,  la leguleyalización  colombiana ha incidido tanto en lo mediático, como en lo político  y en lo judicial, es decir, en la manera de ejercer la  democracia.  Esa leguleyalización hace perder  el sentido de la realidad,  fomenta la rigidez de los formulismos, postergando peligrosamente la  concreción de los cambios y estancando perversamente el ritmo del país. Y le da cada vez  menos sentido a las  excluyentes  estructuras  partidistas,  o a las encuestas sobre candidaturas,  que teorizan sobre  el derecho pero no resuelven  los problemas sociales.

¿Apoltronados en estructuras rígidas?
Por fortuna,  en  Colombia asoman  también vientos de cambio  en  personas  como Fajardo y  Claudia  López  (más que en  Timochenko Londoño, o Robledo – lo que no le quita la  seriedad a sus planteamientos- , o Clara López). 

Los  esquemas desuetos  del bipartidismo arcaico,  de los   caudillismos tradicionales,   de la manera de trabajar del Congreso; los fundamentalismos de un Ordoñez y una Vivian Morales, van mostrando  su  fragilidad.  Pero no nos digamos mentiras: también  son frágiles los movimientos  basados tan sólo en la protesta  genérica, y las obsesiones  revocatorias que  van poco a poco  desapareciendo  del escenario  político, el cual  ya tampoco es escenario,  sino interacción.  

Eso si, toman fuerza  nuevas  decisiones de la ciudadanía.  En lo local,  por  ejemplo,   en materia de una  escogencia vital  entre  minería y agricultura, que el modelo  de desarrollo  basado en la extracción  había pervertido en desmedro de lo ambiental. 

 Las marchas, no siempre pacíficas, van cambiando de estilo: en vez de  producto del odio, poco a se  vuelven peticiones  que  concretan  “la idea de justicia”  ( para utilizar el título del libro de Amyarta Sen).  Las ideologías excluyentes  se  quedan  encerradas  en  sí mismas  - ensimismadas- ,    pero  no así el  pensamiento de cambio, gracias  al contexto global de revoluciones del siglo XXI,  hace rato  descritas por  Manuel Castells:    movimientos ambientales, étnicos, LGBT y  femeninos. Pero  también,  la  que  Emmanuel Macron  pronostica   como "Revolución" cuando  escribe en su libro:"Estoy íntimamente convencido de que el siglo XXI será un siglo lleno de promesas, de posibilidades  de  cambio,  para   volver a la gente más feliz.  Y  esa  será la lucha  mas bella que  he conocido".  En la trayectoria  de Macron   pesan  Paul Ricoeur,  Jacques Attali,  el haber sido  banquero con los Rotschild, pero también los seis meses que pasó en Nigeria,  y  la independencia  frente a un Roccard y un Hollande,  sus mentores.  Desde luego, todavía queda por comprobar el "como" logrará  sus  metas, y no solo  en su caso, sino  en el de los que construyen país.

¿Cómo responderemos los ciudadanos en general a todas estas  nuevas expresiones de “lo” político? Allí también  hay vientos favorables, pero todavía quedan muchas estructuras rígidas. ¿ Cuales?  En Colombia,  las principales son  creerle  a los caudillos "salvadores" en vez del trabajo en equipo,  y  aferrarse a  las promesas más que   hacerle minucioso seguimiento a los resultados de esas promesas. Eso implica  bajar de  lo general al detalle. 

De lo que se trata   entonces es  de cambiar tanto los lenguajes discursivos de los viejos, como los  super acelerados  de los   jóvenes. Y  sobre todo,  pasar  del decir al  hacer.

Un   impresionante  resumen  del documental sobre  Macron  es aquella escena  en que  tanto él como  Marie Le Pen  tratan de  “ganarse” a unos trabajadores en  huelga.  Le Pen llegó para  decirles  que estaba con ellos, como  le hemos  escuchado a un Uribe, a un Pastrana, a un Gaviria, o a funcionarios  cuando  hablan de  “mis”  desplazados y “mis” niños” o  un Vargas Lleras  con “sus” 4G.   Macron , al  saber que Le Pen   estaba  allí,  esperó que ella se fuera en vez de controvertirla a los gritos a los que ella aficiona, y mientras tanto ,  escuchó a los  del Comité de Huelga  en un salón  apartado de la empresa.  No se sabe si resolverá los problemas,  pero el  joven  ex ministro de finanzas le metió economía al tema, en  vez de discursividad.  Lo cual  es  similar, por cierto,  a  lo que va  de  una  discursividad económica  que pinta pajaritos de oro  como la del Minhacienda  colombiano,  a  la explicación económica de un Salomón Kalmanovitz.  


[1] El  encanto de escoger calidad, en vez de que  le impongan a uno los  espacios  publicitarios, los  mediocres noticieros,  las ídem  telenovelas,   a la misma hora.
[2] “Indignez-vous”,  dignité,  révolution  et neoliberalisme (2010).   Y “¡Engagez vous!” (¡Comprométanse!) fueron los dos fosforos que prendieron  las llamas de  movimientos ciudadanos  posteriores,   en España  sobretodo.

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