Foto MTH |
Haga la
siguiente prueba: analice lo que sucede en otros países de condiciones similares a las nuestras, y verá que ninguno
le dedica tanto tiempo mediático y/o político a
lo que se puede llamar leguleyo.
¿Por qué es tan específica esa discursividad leguleya?
¿Por qué a los ciudadanos colombianos se les hace creer que todo se resuelve con una norma o un proceso judicial cuando la realidad catastrófica demuestra que es más importante el hacer y el actuar oportunamente que el decir o el leguleyear?
LA ÉTICA MINIMIZADA
¿Cuales son las consecuencias en lo mediático?
Así como las ramas impiden ver el bosque y el vidrio empañado, el camino, así también el leguleyismo y la discursividad (ésta última reflejada en el casi absoluto predominio de las entrevistas sobre otros géneros del periodismo ) impiden valorar cambios. Así, se promueve el “todo cambia para que todo siga igual”. Salvo algunas excepciones
(como, por ejemplo, el
equipo de noticias Uno) el cubrimiento de lo político-jurídico se limita discursivamente a corrupción ( en general investigada por otros),
procesos judiciales, garrotera del uribismo con los demás, rating por polarización .
La discursividad leguleya es una característica
colombiana de nuestra manera de hacer política y de informar sobre ella.
¿Por qué es tan específica esa discursividad leguleya?
¿Por qué a los ciudadanos colombianos se les hace creer que todo se resuelve con una norma o un proceso judicial cuando la realidad catastrófica demuestra que es más importante el hacer y el actuar oportunamente que el decir o el leguleyear?
¿Por qué tenemos tan
poco desarrollado el sentido
colectivo de la previsión? ¿Por qué el
tema de la “participación” se vuelve teórico? ¿Por qué los noticieros dedican tanto tiempo
a lo normativo o a los estrados judiciales?
¿Por qué todo lo volvemos una propuesta de reforma
constitucional, un proyecto de ley, un contraproyecto, una sentencia
de las cortes que casi nunca se
entiende mas allá de si está a
favor o en contra de alguien? ¿Por qué todo se reduce a un decreto o una causa penal o, en
todo caso, a un trámite procedimental, sin
reconocer que son más importantes la eficiencia
y la prevención que la carreta y la
leguleyización de la noticia?[1]
LA ÉTICA MINIMIZADA
En el comportamiento político, la leguleyización
es ventajosa para los avivatos: impide
escarbar en la ética de
los comportamientos, que se disfraza
bajo grandes manifestaciones discursivo-jurídicas de inocencia o de “cambio”. En el comportamiento mediático, poco a poco
se van olvidando los principios
elementales de la ética, entre
los cuales, la independencia. Se le da
un desproporcionado cubrimiento a temas
como la reforma política, casi siempre
con entrevistas a caudillitos, como
si solucionara el incrustado clientelismo y el desperdicio de recursos por mermelada.
En otras
palabras, se llega a que lo seudo jurídico reemplace lo ético. Y en un aspecto tan decisivo
para el país como
el acuerdo con las FARC, la
posibilidad de convivencia queda
enterrada bajo una avalancha de disquisiciones jurídicas.
Eso permite que, nuevamente , asome sus narices la violencia, con 46 homicidios de lideres sociales en
lo que va corrido del año.
Ya se analizó
aquí una
causa histórica de la
preponderancia de la discursividad y de lo leguleyo en la información:
haber sido conquistados por los españoles porque, como bien lo expresa el viejo dicho , “ el
inglés descubre la verdad , el
alemán la explica, el francés la
complica y el español la defiende”. Y la defensa implica hablar de derechos, o instalarse discursivamente en sus procedimientos.
Eso, por supuesto, no es
suficiente explicación en las circunstancias actuales de Colombia y en el terreno resbaladizo de lo económico, lo
político y lo social. Hace mucho tiempo
que dejamos de ser colonia, pero
seguimos percibiendo el cambio y la información a través del vehículo
leguleyo. El embrollo con el fast track es un buen ejemplo, que explica en detalle La Silla Vacía http://bit.ly/2riy2W6
El vidrio empañado (Foto MTH) |
Los sondeos
que manipulan opinión con preguntas para que “
califique y participe” o el “si”
o “no” de RCN TV , pretenden convencernos
de que hay debate y que
los medios propician una democracia deliberativa. Pero la
realidad es muy distunta y asfixiante,
al menos en temáticas. Y esa mentalidad nos bloquea
como país desde lo leguleyo y
lo informativo.
Un buen ejemplo es el de la las revocatorias que se convierte en EL gran tema. Hollman
Morris, antes excelente periodista
y ahora primíparo político,
insiste en que la revocatoria
es “democrática” y no pura y simple revancha. En todo caso , ya sus ex
colegas le preguntan mediática y
obsesivamente sobre el tema, y más que a Petro, a cuya sombra no
florece. Sin duda, un efecto bumerán y esterilizador de lo político.
No pocas
veces, las teorías interesadas, llevan a
discursear de manera populista
sobre posiciones para defender lo
propio, argumentando jurídicamente
sin remontarse a los derechos fundamentales. A propósito de la fiebre
revocatoria, y mientras se espera el
pronunciamiento del Consejo Nacional Electoral, cuyos
miembros - elegidos políticamente
se convierten en jurisconsultos Cum Laude, les
recomiendo leer a la profe Cristina de la Torre, que sí
sabe de filosofía del derecho y de la relación entre autoritarismo y “voluntad popular”. http://bit.ly/2rfvCHq
Además de interpretaciones acomodaticias de principios
jurídicos como los de ponderación
de derechos humanos, el
cubrimiento periodístico se
está acostumbrando a considerar
el dolor y las tragedias, la desigualdad y la muerte,
con la misma vara que las
emociones deportivas. Pero, eso
si, a todo se le acomoda una interpretación “jurídica”. ¿Qué tal
la protesta de dos periodistas y
un columnista que consideran
“censura” un protocolo difundido por la ONU, elaborado por comité de familiares
de las víctimas de Bojayá que no permitieron que los periodistas
cubrieran la misa y
la exhumación de los restos? ¿ Donde está la proteccción del derecho a la intimidad frente al ego periodístico? http://bit.ly/2riy2W6
De otro lado,
muchos sectores del periodismo
y en particular , los medios
oligopólicos de radio y televisión (léase
Caracol, RCN TV y radio y sus satélites como Blu, o los respectivos W’s prefieren la discursividad
por razones que ya analizamos: la
mesas de trabajo son más
agradables y fáciles que el
trabajo de campo, el cual se le deja a los anónimos principiantes o a los pasantes; se pagan más
los secreticos del rumor que mezclan publicidad con “información” de farándula ; se paga
menos a los corresponsales regionales, a los que no se les estimula investigar. Y la
sentencias de las Cortes o la elección
de sus magistrados se vuelven un tema light.
El
periodismo de micrófonos se ejerce desde
Bogotá y con las cúpulas. Por lo
general, se les paga también pésimo
a los periodistas que se le pegan como sanguijuelas a esas cúpulas.
Cuando algunos llegan a un escalón de más alto
turmequé, se vuelven uña y mugre con el poder respectivo, como
es el caso de quienes acompañan, por ejemplo, al Presidente de la
República en sus recorridos
internos y externos. En este último
caso, sin más
oficio que describir qué
hizo en Nueva York
o donde sea, con muy poco contexto, y ni siquiera de análisis del clima
político en esas ciudades.
Sin duda,
a Francy Sepúlveda et al, por ejemplo, les daría lo
mismo hacer su nota desde Bogotá,
que “informarnos” sobre cada paso que da el Presidente y dónde
estuvo comiendo o almorzando. Además, como por lo general los medios no pagan
el viaje – si acaso el hotel- la
información es puramente social y la que
quiere dar el poder.
¿SOLUCIONES?
La
de siempre:
que el ciudadano cambie de canal (o de político), lo que
es positivo pero no
logra cambiar la mentalidad
colectiva de políticos y periodismo.
La
utópica: que
a los Sarmiento Angulo, Ardila Lulle, Santo domingo et al , les dépor interesarse por el derecho a informar y
ser informado, y no se limiten
a ver en periodismo un apéndice
de sus propios intereses
La
posible: que los
directores, editores y jefes de redacción sigan el
ejemplo de un Jorge Cardona, o un Fidel Cano, y entiendan que, de no
cambiar la mentalidad de tertulia
y acomodo en mesas de trabajo, cada vez se irá desprestigiando más el
oficio .
La
real : que
los propios periodistas reaccionen,
sepan decir NO a algunos temas,
se unan, sigan el buen ejemplo del grupo “Sala de Redacción”, dejen de sentirse cooptados por los dueños de los medios y comprendan
que el verdadero reto está en
sacudirse.
Lo
útil: Hacer, como ciudadanos , receptores y
usuarios, el análisis crítico de medios ( incluidas por supuesto las redes
sociales) y lo político y del periodismo. No tragar
entero. Y, por supuesto, enterarse de qué pasa más allá de nuestro ombligo y qué
hay detrás de las “noticias”.
[1] La judicialización de la noticia consiste en el exagerado
cubrimiento de los estrados judiciales, de las órdenes
de capturas, de las demandas civiles y denuncias penales, de lo que
promete la fiscalía pero no de sus resultados. Es la trivialización de los
nombramientos de magistrados de las
altas Cortes ( con especulaciones
sobre posibles candidatos que “suenan” como si fuera un reinado de belleza). Todo lo anterior
contribuye al desprestigio de la rama
judicial, a veces estimulado por los propios magistrados.
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