¿Cómo será la quitada colectiva de corbata? |
“El ascenso al poder”, un interesante documental sobre Emmanuel Macron, transmitido por Nelflix, permite al menos dos conclusiones.
La primera, que Netflix, al ofrecer al usuario la libertad de escogencia, el on demand [1]) le está ganando la competencia a los sistemas rígidos de TV por cable y abierta.
Y la segunda, que este documental de excelente calidad por su manejo de la espontaneidad, elaborado en tiempo real y sobre la marcha de una campaña veloz, muestra cómo Macron, más que cualquier otro Presidente o Primer Ministro europeo, le ganó a la manera tradicional de hacer política, y le ha abierto una puerta diferente a “lo” político.
Que Macron tenga 39 años es, desde luego mucho más importante que su mujer sea 20
años más vieja, como lo han recalcado
tanto los poco ingeniosos medios tradicionales .
Porque ese seguimiento audiovisual a la
campaña electoral durante 200
días previos a la primera vuelta
y algo de la segunda,
permite detectar varios indicios
sobre cómo se le ha dado un vuelco a lo político.
En este caso, a la búsqueda de gobernar.
Curiosamente, Macron tiene un rasgo común con Trump, en el sentido de que se han saltado los partidos
tradicionales, al menos en la búsqueda de votos. Pero también, dos grandes diferencias de actitud. Tan importantes como las notorias que hay entre Melania y Brigitte, es decir, entre la mujer
objeto y la compañera de todos los
momentos .
El hecho de que Macron
tenga 39 años y Trump 70, o que
Macron sea calvo mientras que Trump
tiene copetín, no
puede alejarnos de lo sustancial, que lo light
mediático minimiza: el cambio de
mentalidad que Macron implica y el atarvanismo tradicional
que Trump recalca. Porque
Trump es un viejo y achacoso modelo
Ford y Macron tiene
las características de un fórmula
Uno.
foto tomada desde mi televisor del documental de Netflix |
A
lo que voy es a que Macron está lejos del esquema partidista
y le apuesta siempre a un
contacto ciudadano directo, incluyendo a sus opositores ciudadanos. Donald Trump, como Uribe,
pero también como muchos líderes escogidos a dedo por los partidos Liberal (ver títular de El Tiempo), o Conservador, o Polo o Cambio Radical , se basan en
criterios de exclusión y cerrados, sean atarvanes o no.
Por cierto, esa nueva mentalidad, todavía incipiente en Colombia, no obedece solo a un relevo generacional, es decir, a la edad ( y estoy defendiendo
mis setentas), sino a la actitud frente a los problemas contemporáneos.
En efecto, no
puede olvidarse que el francés Stéphane Hessel, (1917- 2013)
fue quien encendió, en el 2011 y a los
94 años, la llama de la indignación, del compromiso ciudadanos [2]. Y eso gracias a un librito, no rojo sino blanco, que tuvo de inmediato más de un millón y medio de lectores, en su mayoría jóvenes,
Así
como lo inmediato y la cercanía de los hechos
(a través de internet y del celular)
recalcan el nuevo estilo de comunicarse mediáticamente, así también los nuevos políticos como Macron ya no buscan “intermediarse” - excusen el invento de la palabra- a
través de las estructuras partidistas.
Estas estructuras, poco a
poco, se han resquebrajado a tal punto que
se vuelven tan desuetas como
cierto sindicalismo de cúpulas y
ciertas organizaciones de periodistas como el
CPB y , en algo, la FLIP en el caso colombiano. (Me refiero a ellas con
mucho pesar porque acompañé a la primera durante
mucho tiempo.)
La gente del Chocó o de Buenaventura ya no cree en los partidos. Los maestros han salido a la calle, más que por disciplina sindical, porque se sienten motivados por causas justas.
La gente del Chocó o de Buenaventura ya no cree en los partidos. Los maestros han salido a la calle, más que por disciplina sindical, porque se sienten motivados por causas justas.
foto tomada desde mi televisor del documental de Netflix |
En otras palabras, ni la democracia ni el autoritarismo dependen hoy de estructuras
rígidas que no fueron hechas para las sociedades contemporáneas, tan bien
descritas por un viejo lúcido, Zigmunt
Baumann.
Por fortuna, esa
rigidez extemporánea se está
diluyendo ahora más rápidamente en
la democracia que en los autoritarismos. El costo social es
distinto entre, por ejemplo, la resistencia
democrática de la
mitad de la población venezolana a Maduro
y a la manera como este se aferra al poder. Por ahora y por no mucho tiempo, lo acompañará cada vez menos la otra mitad de los venezolanos, en la medida en
que Maduro pierde poder. Pero no cabe duda que, de tumbar a Maduro, los oposicionistas deberán pensar en otro tipo de sociedad muy distinto del que motivó, por su corrupción y decadencia, el ascenso de Chavez.
CONSECUENCIAS DE LA
LEGULEYIZACIÓN
Como es obvio, el ritmo y los matices
de la democracia varían según los
países y sus circunstancias.
Como se vio en la entrada de la semana pasada, la leguleyalización colombiana ha incidido tanto en lo mediático, como en lo político y en lo judicial, es decir, en la manera de ejercer la democracia. Esa leguleyalización hace perder el sentido de la realidad, fomenta la rigidez de los formulismos, postergando peligrosamente la concreción de los cambios y estancando perversamente el ritmo del país. Y le da cada vez menos sentido a las excluyentes estructuras partidistas, o a las encuestas sobre candidaturas, que teorizan sobre el derecho pero no resuelven los problemas sociales.
Como se vio en la entrada de la semana pasada, la leguleyalización colombiana ha incidido tanto en lo mediático, como en lo político y en lo judicial, es decir, en la manera de ejercer la democracia. Esa leguleyalización hace perder el sentido de la realidad, fomenta la rigidez de los formulismos, postergando peligrosamente la concreción de los cambios y estancando perversamente el ritmo del país. Y le da cada vez menos sentido a las excluyentes estructuras partidistas, o a las encuestas sobre candidaturas, que teorizan sobre el derecho pero no resuelven los problemas sociales.
¿Apoltronados en estructuras rígidas? |
Los esquemas desuetos del bipartidismo arcaico, de los caudillismos tradicionales, de la manera de trabajar del Congreso; los fundamentalismos de un Ordoñez y una Vivian Morales, van mostrando su fragilidad. Pero no nos digamos mentiras: también son frágiles los movimientos basados tan sólo en la protesta genérica, y las obsesiones revocatorias que van poco a poco desapareciendo del escenario político, el cual ya tampoco es escenario, sino interacción.
Eso si, toman fuerza nuevas decisiones de la ciudadanía. En lo local, por ejemplo, en materia de una escogencia vital entre minería y agricultura, que el modelo de desarrollo basado en la extracción había pervertido en desmedro de lo ambiental.
Las marchas, no siempre pacíficas, van cambiando de estilo: en vez de producto del odio, poco a se vuelven peticiones que concretan “la idea de justicia” ( para utilizar el título del libro de Amyarta Sen). Las ideologías excluyentes se quedan encerradas en sí mismas - ensimismadas- , pero no así el pensamiento de cambio, gracias al contexto global de revoluciones del siglo XXI, hace rato descritas por Manuel Castells: movimientos ambientales, étnicos, LGBT y femeninos. Pero también, la que Emmanuel Macron pronostica como "Revolución" cuando escribe en su libro:"Estoy íntimamente convencido de que el siglo XXI será un siglo lleno de promesas, de posibilidades de cambio, para volver a la gente más feliz. Y esa será la lucha mas bella que he conocido". En la trayectoria de Macron pesan Paul Ricoeur, Jacques Attali, el haber sido banquero con los Rotschild, pero también los seis meses que pasó en Nigeria, y la independencia frente a un Roccard y un Hollande, sus mentores. Desde luego, todavía queda por comprobar el "como" logrará sus metas, y no solo en su caso, sino en el de los que construyen país.
¿Cómo responderemos los ciudadanos en
general a todas estas nuevas expresiones
de “lo” político? Allí también hay
vientos favorables, pero todavía quedan muchas estructuras rígidas. ¿ Cuales? En Colombia, las principales son creerle
a los caudillos "salvadores" en vez del trabajo en equipo, y aferrarse a las promesas
más que hacerle minucioso seguimiento a los resultados de esas promesas. Eso implica bajar de lo general al detalle.
De lo que se trata entonces es
de cambiar tanto los lenguajes discursivos de los viejos, como los super acelerados de los jóvenes. Y
sobre todo, pasar del decir al hacer.
Un impresionante resumen del documental sobre Macron es aquella escena en que tanto él como
Marie Le Pen tratan de “ganarse” a unos trabajadores en huelga.
Le Pen llegó para decirles que estaba con ellos, como le hemos escuchado a un Uribe, a un Pastrana, a un Gaviria, o a funcionarios cuando hablan de
“mis” desplazados y “mis” niños”
o un Vargas Lleras con “sus” 4G. Macron , al saber que Le Pen estaba
allí, esperó que ella se fuera en vez de controvertirla a los gritos a los que ella aficiona, y mientras tanto , escuchó a los
del Comité de Huelga en un salón apartado de la empresa. No se sabe si resolverá los problemas, pero el joven ex ministro de finanzas le metió economía al
tema, en vez de discursividad. Lo cual
es similar, por cierto, a lo
que va de una discursividad
económica que pinta pajaritos de oro como la del Minhacienda colombiano, a la explicación económica de un Salomón
Kalmanovitz.
[1] El encanto de escoger calidad, en
vez de que le impongan a uno los espacios
publicitarios, los mediocres noticieros, las ídem telenovelas,
a la misma hora.
[2] “Indignez-vous”, dignité,
révolution et neoliberalisme (2010). Y “¡Engagez vous!” (¡Comprométanse!) fueron
los dos fosforos que prendieron las
llamas de movimientos ciudadanos posteriores, en España
sobretodo.
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