Escobar, el Patrón del mal, de lo virtual a lo real.
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¿Las Lógicas
comerciales? Incidieron de manera sustancial. No sólo por los cambios de
horario, sino por el apresuramiento en sacar a la Seri del ring del rating.
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La serie,
que pretendía demostrarnos que el que desconoce su historia
está condenado a repetirla,
terminó siendo de suspenso y nos deja tan propensos a repetir como
antes.
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Escobar el
Patrón del Mal no cataloga
como una serie histórica que nutra a los desmemoriados Colombianos. Es una
buena serie, de las que ahora abundan, trátese de policías, de sicarios, de tetas, de capos o de
bobas. Lo pronosticaban con
sentido comercial dos palabras: “patrón”
y “mal”.
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Esas dos palabras terminaron por unirse,
pues el “mal” quedó encerrado todo en el
magnífico personaje de Escobar, protagonizado de manera impecable
por Andrés Parra. Su madre Vicky
Hernández, que nunca defrauda,
y su esposa, un tanto repetitiva en
su “paisamento”, fueron más las
víctimas que los centenares de miles de
asesinados, entre ellos policías. Pésimos, en cambio, los
que se esforzaron en ser
Guillermo Cano y Luis Carlos Galán, sin
lograrlo.
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Por lo pronto, la historia de ese periodo tan dramático queda por describirse
en lo audiovisual de tal
manera que explique por qué nos ha sucedido lo que nos sucedió. El estereotipo del otro malo (Santofimio) y el
medio malo Maza Márquez, (medio porque
no pudieron “negrearlo” del todo debido
al atentado real contra el DAS) diluyó en la serie a
todos los que han
contribuido a nuestro peculiar desarrollo, los que
se esforzaron sin reconocimiento y los
que aplicaron la ética de bolsillo.
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¿Que no es posible hacer
hoy buenas series históricas en televisión? Si lo es. Para muestra un botón
: la serie francesa “ Algérie des
chimères” ( Algeria de las quimeras) en TV5,
analizó en profundidad y sin
esterotipos las entrañas de la relación colonial entre la Métropole y Algeria,
entrañas de las que se desprendió luego el infierno.
Una serie que explica sin maniqueísmos
por qué son tan buenos (o malos) y
humanos los colonos
como los árabes y por qué
los conflictos sociales degeneran en pesadillas.
Por no tener ese contexto, Escobar, el capo, termina medio malo y
medio bueno; y las miradas demoniacas de
Santofimio no logran establecer las responsabilidades de la clase política y de los sectores
empresariales, hoy tan boyantes.
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u Que el
Grupo Santodomingo, dueño de El Espectador y de
Caracol TV no se sienta
con el deber histórico cumplido.
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¿Qué no es posible explicar lo que nos pasó y desentrañar
responsabilidades? ¿Que no es posible
dejar el esquema de centrar, con inequidad audiovisual, nuestra realidad histórica en un puñado de seres humanos más mediocres de lo que se le hace creer a los colombianos? No nos
sigamos engañando.
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¿Por qué se omitió a los olvidados, aquellos que los historiadores no pueden
olvidar? ¿Un José Salgar, que fue
la real locomotora del periódico El
Espectador, o un Fabio Castillo con sus errores, si, pero también sus
Jinetes del Apocalipsis?
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Y por
supuesto, tampoco es justo olvidar a un Enrique Parejo, que tiene otra versión
de lo que sucedió en la política
colombiana. (proxima entrada).
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