El texto de una caricatura de Vladdo en el Libro- entrevista de Juan Carlos Irragorri y Felipe López, sobre la vida y pensamientos de este último contiene la receta de “El hombre detrás de la revista Semana” (Planeta 2012 y premio Planeta en periodismo 2013[1]): “ mi secreto ha sido hacerles creer a los poderosos que los poderosos son ellos”.
Eso
amerita, en lenguaje
ético-periodístico, una traducción: afirmar que la propia ética es la
que vale, no pasar agachado, desvalorizar a los poderosos, situarse más
allá del bien y del mal.
Ética como amor propio, diría
Fernando Savater, trátese del dueño, del director o de los carga
ladrillos rasos. Lo clave: que esos valores sean los reconocidos como prioritarios por los
consensos universales de la ética periodística.
Que resultara independiente la entrevista de Juan Carlos Irragorri, un hombre de la casa, corresponsal de Semana
en Washington, que trabaja
en la Mesa (término horrendo y
estático, ver glosario) de RCN , director de la Maestría Semana- Universidad del Rosario [2]
era para
alguien como yo (crítica de los
medios, de los clanes y de las roscas) un reto casi imposible.
Sin embargo,
a mi modo de ver, Irragorri hizo
todas las preguntas que había
que hacer tanto
en el tema de las castas políticas, de las dinastías mediáticas, de las
presiones internas y externas, de las relaciones con el poder, de cómo se hacen
los negocios, de cómo se pone a los
parientes y qué opina López de sus colegas.
Faltaron
solo dos
que, en vista de lo anterior, resultan secundarias:
¿Cómo se aguantan
en la práctica el director Alejandro Santos y el dueño Felipe López?
¿En qué “mete la cucharada” López,
además de sus amados
confidenciales, si es el hombre que no aparece en la bandera pero que hay
detrás de todo?
Volviendo a
Irragorri, cuando hacia el
final ya pensaba que iba a caer
en la cascarita de la omisión, (¿cómo es posible - pensé con cierta impaciencia- que
todo el mérito de Semana empiece cuando la retomó Felipe López, hace treinta años, si la fundó nadie menos que Alberto Lleras?)
se plantea el tema.
Aparecen entonces la pregunta
y las respuestas. Respuestas no
siempre convincentes, por la manera como minimiza la
importancia de la Semana que
dirigió Zalamea, o con esos adjetivos favorables que aplica a todos los expresidentes, o con una admiración irrestricta por Julio Sánchez, o
su opinión sobre Samuel e Iván Moreno.
En todo caso, Felipe López es una curiosa
mezcla de empresario-periodista (ver en
glosario, la palabra Periodista), que cree en la
necesidad de hacer buenos negocios para
mantener buen periodismo.
Eso lo
diferencia de los empresarios que utilizan al periodismo adquiriendo medios como una fuente de poder, como
una manera de callar, o como un producto (Sarmiento Angulo, Ardila Lulle, Santo Domingo
y no pocos anunciadores).
Y, por
supuesto, sus aventuras son distintas de las de
intelectuales ingenuos
que, como Orlando Fals Borda, retomó
la revista Alternativa
sin tener ni idea de los negocios[3]
La ética
que hay dentro de López es una ética
que se basa en valores
cuyo principio fundamental es
el respeto al periodismo, lo que lleva a no dejarlo
manipular.
No formo parte de la rosca de Anapoima, ni de las o
los que
han rotado por obra y gracia del
espíritu santo en las cúpulas de un medio a otro. Sin embargo, reconozco el papel
que ha jugado Felipe López en mantener
lo que a otros no les parece necesario: la investigación mediática, el
no creer que LA verdad existe y, en cambio, que son más importantes la buena fe y el rigor.
¿Qué tanto se “mete” el dueño en Semana? Parece como si le encantara mantener la ambigüedad.
Irragorri tampoco logra develar el
misterio.
En cuanto a la suscrita, ha tenido muy pocas veces contacto con Felipe López en la vida, pero siempre me ha parecido que su cinismo es más ficticio que real, una manera de superar la timidez.
Eso lo diferencia de otros poderosos de los medios, que se acomodan con un cinismo silencioso, estancador y seductor, que se pliegan a las exigencias silenciosas de cada dueño.
Vale la pena entonces leer el libro
en una tarde lluviosa para
enterarse de cómo funciona el poder, a través de las opiniones directas y
sensatas del hombre que ha estado
en sus entrañas y que “hay detrás” de
la única revista respetable que queda…
En sus
circunstancias, pocos de los que
nacen en las cumbres son capaces
de decir, como él, que la
definición de Alfonso López Michelsen
como “el que pone a pensar al
país” y que tantos analfabetos cultos han repetido como verdad revelada, es tan solo una frase.
[2] Maestría en la cual
he dictado clases introductorias,
llevada allí por Álvaro Duque, el coordinador académico de la
U. del Rosario y sin objeciones de Semana. También escribí para Soho y gratis el artículo “Por qué odio a Soho”.
[3] Nunca Semana ni los medios masivos
se refieren a la segunda Revista Alternativa, en su
segunda etapa, la de “sentir, pensar, actuar”. Me duele, no solo porque fui su directora , sino porque ni Semana
ni los medios dinásticos reconocieron
nunca que gracias a un equipo fuimos los primeros en
mencionar la tenaza paramilitar en
Antioquia, y la perversión de las
Convivir, entre muchos otros temas, lo que espero hagan las futuras generaciones de historiadores de medios no obnubilados por los actuales. A propósito,
lástima que no merezca ni una mención
Sáenz, Martha Ruiz, María Teresa Ronderos etc etc…
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