jueves, 21 de febrero de 2013

TRABAJAR, PERO ¿CÓMO?


 Los últimos episodios de la vida nacional muestran a todas luces la necesidad  de hacer revisiones profundas en  nuestra manera de  trabajar, más allá de decir que trabajamos, trabajamos y  trabajamos. Pero... Veamos :
 
1-     Parlamentarios, concejales  y demás miembros de  instituciones  representativas  de elección popular, con muy pocas excepciones,  consideran trabajo  la  discursividad. Consiste en  darle  prioridad  a lo verbal,  cuestionar, pelear, controvertir (cuando no pedir puestos), tumbar (en el sentido de presionar al  que está arriba  para  que renuncie).

2-      En nuestra  cultura  política,  de  manera  general y no excepcional (como en el caso de Mockus),  predomina la discursividad.  No se valoran los silencios. Además de  no  explayarse   en cifras sino en verborrea (porque  las cifras dan pereza),  carece de  contextualización. Es decir,  no se considera prioritario prever o proyectar las consecuencias  de las propuestas o decisiones antes  de presentarlas o tomarlas.

3-     La desconfianza por lo desconocido lleva a  que los méritos públicos  se valoran por las filiaciones políticas,  familiares, de castas o de clanes en todos los sectores del espectro político. La rosca es una  costumbre política  que  produce confianza  pero  garantiza  ineficiencia y desperdicios  de inteligencias subutilizadas.  

4-     En general, las protestas ciudadanas se caracterizan por ser reacciones  a posteriori, es decir,  cuando  ya el daño está hecho;  en esperarlo todo del Estado,  pidiendo pero  no proponiendo el cómo; en  ser una suma de individualidades más que un propósito colectivo.

5-     No se ha buscado una manera  colectiva eficiente  de superar la etapa primaria de  las marchas de protesta, de  incluir  el seguimiento de los procesos  como una manera sistemática de ejercer  los derechos ciudadanos y de garantizar  resultados.

6-      Como si no nos bastara  ser  uno de los mayores productores de leyes,  se ha  vuelto normal  manosear la Constitución y por supuesto, proponer como  “solución” fundamental, una  Asamblea Nacional Constituyente.  

             ¿No es hora de  darle un giro  a  la manera  de  entender lo  político?



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