Las palabras, como bien escribía Foucault: “no forman una mínima película que duplique el pensamiento por el lado de la fachada; lo recuerdan, lo indican, pero siempre desde el interior, entre todas esas representaciones que representan otras.” http://www.youtube.com/watch?v=NYU0_LpvYtQ
En toda
palabra hay un sinfín de contenidos, algunos de los cuales se imponen
a otros por la costumbre y que reflejan
tendencias, sociales o grupales.
Una de
las manifestaciones del énfasis en diarreas mentales, en resultados
deseados más que en los procesos para llegar o no a ellos, son los excesos de
explicaciones verbales. Justifican, o bien inmediatismo o cierta pereza para analizar dificultades y pasos para lograr el fin , o bien las carencias y una
autoestima que todavía, como costumbre
colectiva, suele apelar a coletillas.
Propongo la reflexión sobre sus posibles
connotaciones.
SUMERCÉ. Quienes no son cundi-boyacenses
(y lo soy) se extrañan por el frecuente
uso del “sumercé”. El
muy útil diccionario de colombianismos[1]
define
la expresión como “de valor pronominal para la segunda persona de
singular, empleada como tratamiento cariñoso y respetuoso, especialmente en la
familia“, lo cual es indudable. Pero ¿qué énfasis en la relación de poder implica desde el punto de
vista colectivo? ¿Será de sumisión no crítica?
Va
mucho más allá de su origen castizo (Vuestra Merced) del cual, según algún cibernauta
(loado sea Internet) se deriva al parecer la expresión Usted o UD.
“Usted” tiene peculiares usos en Bogotá (ex
Santafé de). Al revés de lo que se supondría:
se usa en la familia, mientras que el tú se usa con
desconocidos (como también mi amor, y madre que usan no pocos vendedores
y que amerita una reflexión sicoanalítica).
Volviendo
al sumercé, ¿Por qué razón se
usa tanto, más allá del afecto familiar o de cierto tonito satírico que algunos empleamos para pedir
un favor o matizar una crítica? Se escuchan opiniones.
¡QUE PENA! A
diferencia del uso en Chile (equivalente a qué pesar), en Colombia y de nuevo principalmente en el altiplano cundi-boyacense,
lo usamos para excusarnos de algún comportamiento negativo.
¡Qué pena! Dicen el que se cuela, la señora que se va a
buscar un producto que se le olvidó cuando ya está en la fila de pago y con la cajera, quien llega tarde ( generalmente por la
excusa del trancón) .
¿ Es entonces
esa “pena” una justificación del irrespeto por el otro?
UN TRICITO O UN POQUITO DE PACIENCIA: Como lo recalcó una por cierto
mal enfocada publicidad de la Renault, el uso exagerado de los diminutivos es característico
de la colombianidad. ¿Por qué? ¿De dónde proviene? ¿Responde a una actitud sicológica del comportamiento
social? ¿Tiene sus raíces en la sumisión
del uno al otro?
A mi
modo de ver, es nuevamente un reflejo de
baja autoestima colectiva y de de
desigualdad de ciudadanos, notorios principalmente en la prestación de servicios (peluquería, tiendas
de barrio, comercio en general). Advierto que no se trata de cuestionar o de
sugerir cambio en el modo de
expresarnos, lo cual es imposible desde lo racional. Solo de reflexionar sobre los significados
del uso en lo cotidiano.
CIAO. La
expresión se ha vuelto cotidiana, no
solamente acompañada por el ridículo beso de una inteligente y capaz presentadora
como Andreína de CM&. Es muy utilizada por los jóvenes. Y también (¡qué pecado!, dirían los paisas) algunos
padres y abuelos.
¿Sabe alguien por qué cuando, como y donde se
volvió de uso corriente, tan corriente como el OKEY?
En
medio de tanta diarrea mental y de tanta inteligencia desperdiciada propongo hacer un alto en el camino y preguntarnos lo
que refuerza el fatalismo colectivo: el por qué “somos así” para utilizar el titulo de la
vieja comedia de antaño
[1] Si le interesa: Academia Colombiana de la Lengua, Breve Diccionario de Colombianismos, Bogotá, 2007, pág 187; y lo de Foucault, en “Las
palabras y las Cosas” o video de Gaston Campo en you tube
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