Frente a los atarvanes colombianos y venezolanos, así como en reacción al desperdicio de inteligencias de quienes emocionalmente se han manifestado en favor de uno u otro de los contendores de los comicios en Venezuela, lo mejor que podemos hacer los colombianos es quedarnos callados.
El silencio es importante en momentos como este, para analizar, observar y luego
debatir sin pelear. Iniciativas como
la del Presidente del Congreso
colombiano demuestran la importancia de
derrotar a los compatriotas de ego
alborotado que proponen sandeces sin
sopesar lo contraproducente que
resulta para Colombia
su apasionamiento.
Al tiempo perdido
en el Gobierno anterior colombiano ( sobre el que, por cierto, no rinde nunca
cuenta y razón un twitero conocido de marras) no se puede
agregar el que se perdería
con reacciones que vuelvan a encender
la hoguera.
Gane Maduro o
gane Capriles, siempre nos convendrá
tener unas buenas relaciones y respetar al vecino.
Hoy, al lado del insulso
artículo de la corresponsal de El
Tiempo en Venezuela, que entrevista
a los
mismos de siempre, Ronal Rodríguez, profesor e investigador del Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario
señala, en la misma página, como “la acción coordinada de los Estados”
en materia de seguridad y en
particular de las Bactrim
en la frontera, es el reto concreto
y prioritario de las relaciones colombo-venezolanas.
***
Si de emociones
se trata, mejor entonces entusiasmarnos, como sucedió
en Bogotá el jueves pasado, durante el apoteósico concierto de la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar de Venezuela, dirigida por
Gustado Dudamel.
Esa
extraordinaria presentación demostró hasta el éxtasis cómo
la mejor manera de comulgar con nuestros
vecinos no es a través de la política, sino del arte.
Dudamel y todos los integrantes de la Sinfónica de Venezuela emocionaron a los asistentes al Teatro Mayor de una
manera tal, que no podrá
hacerlo nunca la política. Nos recordaron
que colombianos y venezolanos nacieron a la orilla
del Arauca vibrador , que
somos barrocos hasta los tuétanos, que cada
fibra de la identidad de los dos
países vibra con la música en todas
las acciones de la vida sin
necesidad de la discursividad patriotera. Y que , más allá del lenguaje común
que nos une a los latinoamericanos, un compositor como el mejicano Silvestre
Revueltas pudo ser tan innovador con su Noche de los Mayas como
Igor Stravinski con su Consagración de la Primaver.
Dudamel no
solo es un genio de treinta y dos años,
con la calidez sencilla de los verdaderos sabios y la creatividad de su ímpetu renovador. Es el ejemplo mismo de lo
que significa hacer algo por su país,
independientemente de quien lo
gobierne, integrando
ese hacer como un elemento esencial de su propia
trayectoria vital y de su identidad.
Director de la filarmónica de los Ángeles,
renombrado por mérito hasta 2019,
y a la vez director musical de
la Sinfónica Simón Bolívar,
impregna y transmite a cada instante de sus presentaciones un profundo
sentimiento de pertenencia y
raigambre no solo venezolana sino también latinoamericana .
Gustavo Dudamel debe ser el
modelo a seguir, como lo es en Colombia
Álvaro Restrepo, Creador del
Colegio del Cuerpo, que presentó en Medellín, esa misma semana el extraordinario
Inxilio, y como lo son muchos
otros colombianos y
venezolanos subvalorados por la
tan sobreestimada política.
Recomendado:
El
programa de Film and Arts en el que Dudamel enseña, con metáforas, qué es vibrar
con la música sus, ritmos y movimientos, y la manera como contagia a
los músicos cuando los conduce.
No hay comentarios:
Publicar un comentario