Una twitera (¿se dirá trinadora?), de cuyo nombre no sabré acordarme, buscó emular con el protagonista de la excelente película chilena “NO” [1]al decirle NO a la marcha del 9 de abril por la paz y las víctimas.
Su NO tiene contenido de intolerancia.
Porque si bien en la marcha participamos
muchos de distintos sectores, y aunque debe
reconocerse que hubo mayoría de gentes
de la UP que viajaron de los más remotos
lugares de pobreza y desesperanza, así como de
seguidores de Piedad, ese no es motivo para descalificar esa manifestación de ciudadanía.
O la trinadora no entendió la
película o la interpretó al revés de lo que el joven publicista pretendía cuando en Chile logró efectivamente convencer a la
gente de que el NO tenía que cambiar el régimen de Pinochet por la democracia.
http://bit.ly/119yGQc
http://bit.ly/119yGQc
El equipo de publicistas de los partidos de la
oposición en Chile (representados por un arco iris en la campaña por el NO, en vez de las ladrilludas siglas
partidistas) le agregó un signo más al NO, (NO+), que lo convertía en un
mensaje positivo. Pero la mayor gracia de esa estrategia publicitaria, que jugó un papel
decisivo en el plebiscito de 1988 para
convencer a la gente de acabar con la dictadura,
es otra.
En vez de mostrar torturas y
desapariciones, como lo pedían los
publicistas tradicionales de la oposición a la dictadura, su eje fue describir un futuro alegre y creativo, con música roquera,
mimos y bailarines, similar al en ese entonces innovador estilo de la
publicidad de Coca Cola. Por lo mismo, un estilo que capturara a la gente joven,
que hoy como ayer siempre mira hacia adelante y le tiene desgano al pasado.
En el caso del plebiscito para mantener o no a
Pinochet en el poder, mientras la campaña por el SI fue reactiva
y tradicional, y se basó sobre todo en el miedo de lo que vendría si se caía Pinochet. La del No implicaba alegría, un cambio positivo, que le daba la
connotación positiva a un futuro distinto.
Por eso la trinadora tampoco convenció. Porque
su “NO” tenía una connotación de
intolerancia en un país hastiado de muertes, de miedos y de la división fundamentalista
entre los buenos (como yo) y los malos (como ellos).
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Pero ¿qué tiene que ver la valla de
Pacho Santos con todo esto? Pues que representa una estrategia publicitaria simplista y primaria[2],
parecida a la de la trinadora. Seguramente se le debió ocurrir a él, como le sucedió en su paso por la radio,
cuando pretendió reducir el periodismo a tener buenos contactos. Y lo de la valla ni siquiera se le ocurriría
al hoy bastante caído Jota Jota Rendón, por más aficionado que sea a la
publicidad negra, es decir, basada en desprestigiar al adversario.
Doctores tendrá la santa madre
Publicidad que sepan explicar las consecuencias lánguidas de la valla de marras
desde el punto de vista del mensaje aterrador que implica la comparación.
En todo caso, esa estrategia, al basarse en la
identificación comparativa de Pablo Escobar con Iván Márquez, también cobija al que firma, es decir, el propio Francisco Santos.
No sé si les habrá sucedido. Si
por algún motivo salen en televisión unos segundos, sus amigos o parientes exclamarán, seducidos:
-“ ¡lo vi en televisión!" y si Ud. pregunta cuál era el tema, lo más probable es que no
se acuerden de lo que habló y si de la imagen que Ud. proyectaba: despeinado, con un traje gris o una corbata de puntos, despeinado
o muy serio.
Conclusión: Francisco Santos,
esté o no en campaña, y que se defiende como león de hacer política con esas vallas, debería revisar su estrategia.
Subliminalmente, quitada o no la valla, no pocos la asociarán con ese pasado
que tanto nos fastidia y que tratamos de superar
[1] Dirigida por Pablo Larraín, con
Gael García en el papel del publicista.
[2] Lo primario “es tosco y primitivo;
no es lógico; no existe la negación ni
la contradicción; coexisten simultáneamente
pensamientos e impulsos opuestos…
es asociativo” ( citado por Joan
Ferrés, Televisión subliminal,
socialización mediante comunicaciones
inadvertidas). Aplicable también a las valla “primarias”…
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