tomada de: unapasionnocorrespondida.blogspot.com Cualquier parecido con la realidad colombiana...
Con la palabra diálogo, una de las más pronunciadas en nuestra discursividad colombiana es democracia. Como decía madame Roland próxima a ser guillotinada por la revolución francesa: “¡Oh libertad! (en este caso ¡oh democracia!), ¡cuántos crímenes se cometen en tu nombre!”.
En
defensa de la democracia o en la construcción de la misma, el país cae en
contradicciones fangosas. Algunas de ellas:
“Hay que”: en todos los sectores y en todos los aspectos, pululan los pontífices de la teoría, de lo que hay que hacer, pero pocos lo que se arremangan, detallan lo que cuesta y qué responsabilidad asumen.
Libertad
de prensa: se “defiende”
discursivamente pero, por lo mismo, se estimula
a los intolerantes , y a los que amenazan a periodistas que investigan.
En otros países, las asociaciones de periodistas son una barrera contra las
presiones y los abusos.
Aquí,
como es el caso de la FLIP ( y me duele
por haber participado en su fundación), se limitan a declaraciones que
solicitan investigaciones exhaustivas o publican informes en los que, año tras
año, se repiten las mismas estadísticas y encuestas, cuyas preguntas eluden temas
cruciales como los despidos masivos de periodistas. Otras asociaciones, como el
CPB ( y me duele por haber sido alguna vez
su Presidenta), están en una lastimosa decadencia, enfrascadas en peleas
internas ( por cierto algunas lideradas por quienes nada tienen de periodistas)
y sin haber logrado vincular a nuevas generacione ( ver definición de periodista). Temas tabú : el empleo y la situación laboral ( como, por ejemplo, la de los camarógrafos).
Las
asociaciones de empresarios, como la SIP y Andiarios representan más que todo los intereses de las empresas-lo cual
es de esperar y no criticable, siempre y cuando
se advierta - . Defienden la libertad desde su orilla, sin
contrapeso serio. Esa actitud por
supuesto, es un incentivo para que las
“fuerzas oscuras” actúen contra
los más frágiles de la cadena, es decir, los
que no están en las mesas de
trabajo, sino en trabajo de campo.
Sindicalismo : Tanto el ministerio del trabajo como la
cooperación internacional- que hacen lo que pueden- han recalcado la
importancia del sindicalismo para la democracia y han sacado elocuentes y muy
bien hechas campañas ( entre otras, en
asocio con la Procuraduría, lo que le sirve a las cúpulas de la
institución para considerarse “democráticas”).
Pero es
de mala educación preguntar si en los medios oligopólicos hay sindicatos autorizados
y fomentados por la ley. ¿Qué diría el señor Sarmiento si a los
periodistas se les ocurriera esa pésima idea en El Tiempo?
Dicho de otro modo, en teoría la democracia colombiana
necesita sindicalismo, pero ni lo defiende ni lo justifica.
Eso
estimula la decadencia
del propio sindicalismo , enroscado
en sus cúpulas inamovibles , y
con poca capacidad de presión o de adaptarse a las nuevas circunstancias sociales .
Paros: Otra
palabra que produce espanto o deslegitima cualquier arreglo es la palabra “paro”
que por cierto se aplica indistintamente a diferentes
manifestaciones de la protesta popular o ciudadana : marchas ciudadanas o
sectoriales ( permitidas por la ley como
manera de presión), manifestaciones ( contra el secuestro por ejemplo) se equiparan
a violencia y bloqueo de carreteras.
Desordenes suscitados por personas ajenas a las causas legítimas (como la
defensa de la universidad pública) estigmatizan a estudiantes que ya no
se atreven a disentir. Pareciera como si la democracia fuera válida sólo cuando hay protestas pero calladitas.
En lo que se suele llamar democracia colombiana, los sectores ciudadanos que creen en la
Constitución y sus valores fundacionales [1],
se han visto arrinconados por sus
propios congéneres. La protesta ciudadana y laboral se estigmatizan como
subversivas o de “izquierda” ( un
término por cierto decimonónico , un costal en el que cabe de todo ( ver en glosario, izquierda y derecha) Esa misma estrechez de la manera como se concibe
la democracia ha producido , salvo contadas excepciones, atraso, mediocridad, decadencia, incapacidad de adaptarse a las
nuevas realidades sociales, tanto en los
gremios como en los movimientos sociales
(sin mencionar la academia, pero ese es otro tema).
Estado : la deformación del concepto de Estado es un harakiri
de la democracia criolla : se define al
Estado como el que todo lo debe
dar, sin que la mal llamada sociedad
civil sea poco más que una entelequia discursiva. En un asistencialismo
desueto, a cada problema se le achaca la responsabilidad al Estado, al que se delegan todas las responsabilidades colectivas. El cubrimiento de las noticias siempre incluye un testimonio en el cual
el ciudadano agobiado reclama “El gobierno no hace nada”, pero escampan los responsables del desastre ( en
la salud, por ejemplo).
¿Conclusión? Asumir responsabilidades
ciudadanas . Hacer la lista de lo que se
ha hecho para sacar enseñanzas sbre lo que queda por hacer. Dejar el “hay que” o al menos, a toda
crítica implícita en el “hay que,” agregarle un cómo y quién va a
asumir los costos. No desconocer lo que se ha hecho en aras de lo que no se hará. La solución no depende ni de las FARC (cuyo
discurso sigue siendo decimonónico) ni de lo que haga el Estado (paralizado por
las burocracias), sino del dinamismo
social.
[1] Estado Social de
Derecho, República unitaria, descentralizada, con autonomía de sus entidades territoriales,
democrática, participativa y pluralista, fundada en el respeto a la dignidad
humana, en el trabajo y la solidaridad de las personas que la integran y en la prevalencia del interés
general ( art.1)
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