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Pocos países como Colombia ( a pesar de tanta felicidad que, según las encuestas, nos embarga) son tan aficionados a la discusión leguleya , como si en eso se nos fuera la vida.
Gracias a los medios,
no se escucha nada distinto
de insulsas deliberaciones estériles y diarréicas
seudo- jurisperitísticas, en
las que improvisados jurisconsultos,
como en el trabalenguas aquel, se
enfrascan en interminables discusiones
sobre plazos, términos, apelaciones, procedimientos, candidaturas, recursos,
maneras procedimentales de irse o de quedarse.
Eso sí, casi nadie – para no decir nadie- tiene la capacidad de reírse de sí mismo cuando posa de gran experto y cita sentencias, o confunde autos con fallos.
Los orígenes de esa
manera de concebir tanto lo público como
la importancia del derecho a opinar en una democracia son obviamente españoles
y basados en la certera frase “se obedece pero no se cumple"... o se cumple y se interpreta de
acuerdo con las motivaciones de cada bolsillo o ambición de poder.
Y no se crea que el
“cambio” de mentalidad tan esperado
vendrá de otros lares como las FARC o la mal llamada izquierda , que puso huevos como los Moreno, o de la
derecha , con los huevitos de Uribe.
Por ese leguleyismo que remplaza el debate ético, no pocos de mis colegas
abogados tienen, en un mar de pleitos, tanta
capacidad de enredar lo simple y fundamental.
Pero antes de que me linchen, es bueno también profundizar en el ¿Por
qué? de semejantes obsesiones leguleyo-jurídicas. Ahí van algunas explicaciones que, espero,
serán debatidas, controvertidas o
aumentadas.
- El derecho se leguleyiza en los aspectos formales y procedimentales, porque el porcentaje de juristas es hoy tal vez el más bajo de nuestra historia. Cuando uno escucha, por ejemplo a Néstor Humberto Martínez (abogado de grandes firmas como el grupo Sarmiento), posar de constitucionalista, surgen dudas “existenciales”. Los libros de los “juristas “contemporáneas son sobre todo recopilaciones de documentos o de artículos escritos a la carrera por los “jurisperitos in” salvo, por supuesto, excepciones que brillan por su escasés, como los de Dejusticia y los profundos estudiosos del derecho en sus diversas ramas.
- El derecho se leguleyiza porque la calidad delas sentencias ha bajado sensiblemente. No es sino comparar las de la Corte Constitucional que dejaron una huella inmensa ( con magistrados como Ciro Angarita, José Gregorio Hernández , Eduardo Cifuentes y muchos otros) con la textura intelectualoide de los magistrados electoreros o paseadores en cruceros, para encontrar la mayor raíz del problema.
- El derecho se leguleyiza porque a los medios y a sus periodistas mediocres ( no los rigurosos) les conviene cubrir procesos. Es más barato que tener periodistas investigadores como Mauricio Gómez, cuyos trabajos toman varios meses de rigurosa disciplina. Eso, desde luego, se releja en la manera, más cómoda pero más insulsa, de hacer periodismo , así como en la dependencia de las cúpulas.
- La leguleyización se mediatiza porque se basa en la justicia espectáculo que, a su vez, depende del caudillismo (el Procurador, el fiscal, la Contralora, los alcaldes, son Caudillos mediáticos o así los consideran los directores y carga ladrillos).
- La leguleyización mediática es entonces la manera más “in” de afrontar los debates públicos, con dependencia absoluta de la imagen, y gran desperdicio de la inteligencia jurídica en los laberintos creados por jurisleguleyos, casi todos litigantes.
- El leguleyismo asfixia los grandes valores y contenidos que son los que, en últimas, le dan solidez a la democracia. Identificar lo jurídico con lo ético y lo ético con lo político es una poco seria manera de catalogarnos como "felices".
- En el caso de la destitución del Alcalde Petro, el propio fallo del Procurador, la politización de la ética, adaptándola a la leguleyización, han dejado a un lado los valores fundamentales, como el derecho al voto.
- Pero a la vez, predomina el interés individual en la reacción de los petristas , justificando cualquier argumentación en favor de que Petro se quede, apelando a cualquier recurso, no por el derecho fundamental en si , sino para que demostrar quien puede más.
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