Como bien lo recordó el ex
ministro Echeverri, la metáfora la
empleó él para referirse a una distribución más equitativa de las regalías. De allí la mermelada, es decir,-regalías- y la tostada, es decir, país.
A los pocos colombianos
que se interesaron en el tema– los demás seguramente estaban, por
ejemplo, viendo fútbol,
o esperando el reinado de belleza de Cartagena- les gustó la metáfora.
Era
a todas luces injusto que un departamento pobre como
Chocó no pudiera beneficiarse del producto de la
extracción de carbón o petróleo,
mientras que otros departamentos las despilfarraban para hacer piscinas de agua sin agua o, simplemente, para robárselas
a través de contratos mañosos facilitados por funcionarios todavía más corruptos.
Subyacente estaba también en los imaginarios colombianos
–pillos o no- la connotación, presente en todas nuestras acciones colectivas, de “la ley de
la ventaja”, la corrupción y ahora, el
clientelismo.
Como las palabras son recipientes en los que todo sentido cabe, ahora la mermelada designa
el intercambio de votos por puestos, es
decir, bajar la guardia frente a cualquier política gubernamental por mermelada.
Los valores implicados (el poder,
que todo lo amerita)
son muy distintos de la idea
inicial de mermelada y tostada. A tal punto, que llegan los apáticos a pensar si, para el desayuno - definido como encuentro matutino con la
realidad-, no será mejor prescindir de mermelada
y reemplazarla por miel; de la tostada, por salvado; o, simplemente,
ignorar lo que pasa por la
política.
Pero lo más increíble es
que algunos han llegado a encontrar “normal” todo
aquello. Es decir, que son costumbres políticas
válidas aquí y en Cafarnaúm, sin importar cuál es el cambio que se busca y cómo lograrlo.
¿Qué tiene que ver eso con las mujeres? Que puede suceder algo similar. Una interpretación valorativa de nuestro género
lleva a algunos, algunas o “@”- unas y otros como se "loguea" ahora- a pensar que la escogencia de
una candidata mujer por ser mujer , trátese del Polo, del partido Conservador, (y no quisiera incluir a la UP)
garantiza un mejor futuro
para el país.
Así, terminan pareciéndose
las unas y las otras, es decir, validándose como especímenes, a pesar de
tener un sitio muy diferente en
el espectro político.
Al contenido de la
expresión “mujer en la política” le podría pasar lo mismo que a la tostada y su mermelada. No faltarán -
tanto mujeres como hombres, en todo caso “machistas”- que consideren que la
salvación pasa por el género, sin recordar que muchas mujeres en las cúpulas se han caracterizado más por parecerse a los hombres que a favorecer su género.
¿No será hora de reflexionar sobre el aporte a sus congéneres de la mujer colombiana en altas posiciones? Sin que
implique una generalización sobre ellas- ni mucho menos-, he tenido la oportunidad de comprobar,
como señora de un señor, que las damas del poder lo miran a veces a uno como
“lagaña de mico” y en todo caso, nunca de su “nivel” intelectual. Y no he podido olvidar la expresión de una funcionaria
hablando posesivamente de “mis”
(es decir, “sus”) desplazados.
tomado dehttp://www.vizcarra.info/fotos/tv/mujeresdesesperadas.jpg |
Conclusión para la ciudadanía:siempre averiguar qué se entiende por mermelada, tostada y “mujeres al poder”.
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