Tomado de wikipedia, que por fortuna existe . |
El nombramiento de Vargas Lleras como fórmula vicepresidencial ha suscitado en el periodismo las mismas preguntas y respuestas de cajón ( sobre lo regional , sobre los cachacos, sobre los delfines).
Produce las mismas
esperadas respuestas, de frases cortas y
silencios ( soy bogotano , pero he recorrido cada rincón del país, si hay
alguien que ha recorrido el
país en todos sus detalles soy yo – dice don Modesto; yo sé interpretar a
cabalidad todas las afugias regionales , yo quiero llegar a los sectores más pobres etc.
etc.) ¿Será que no hay ni un antes ni un después de él?
Tanto en el caso del Presidente como de su candidato a vice presidencia, el “
yo sé" respecto de lo regional no es “visceral”,
para llamarlo de alguna manera, por ser
cachacos más que rolos.[1]
Los dos llegan a los sitios en donde les tienen preparado el tinglado, la lechona, el sancocho y los
discursos de los notables del lugar y se sientan a manteles blancos, pero de contacto real con los
oriundos de los lugares que visitan,
pocón, pocón.
Si acaso entran a una choza de pobres para la foto, pero no tienen de lo regional la vivencia que podrían tener un Belisario y un Uribe, para
citar dos ejemplos de muy diferente raigambre, pero que se caracterizan por
mirar el anverso de la moneda, es decir,
Bogotá desde lo regional.
En cambio, esa
manera de personificar el meollo
del centralismo aristocrático-histórico, desde don Miguel Antonio Caro
(que
al parecer se vanagloriaba
de no haber salido de la Sabana
de Bogotá) y los gramáticos del
poder hasta los delfines de hoy,
puede llegar a ser exasperante.
Y de hecho fue
exasperante para los
panameños a los que el centralismo bogotano no les paró bolas, o
para los marginados territorios fronterizos ( cuya importancia sí recalcó Belisario Betancur). Esa exasperación explica, entre
otros, el surgimiento de la guerrilla y
el paramilitarismo.
Pero también,
no ver
la región mucho más allá de la mesa principal puede llevar
a la ignorancia de lo que
realmente sucede. Lo comprobé hace muchos años cuando acompañaba como
periodista de Nueva Frontera al Dr.
Lleras Restrepo, colada a algunas de sus giras políticas, pues lo divertían mis críticas volterianas.
Miraba
desde la barrera la manera como los
cachacos llegaban a algún lugar como figuras
extrañas y ajenas , en medio del cerco estrecho y asfixiante de los
caciques locales, por cierto muchos de
ellos cachacos por aspiración o en el cuidado en el vestir.
Volviendo a Vargas Lleras, que es quizás el más
soberbio de los soberbios cachacos,
que regala saludos con olímpica condescendencia
, el más perspicaz de los análisis ha sido, sin duda el de Juanita León en la Silla Vacía . Entra en el meollo de lo que representa el personaje: no suma
votos, sino que se los resta a
la derecha uribista.
¿Se habrá equivocado el Presidente en las motivaciones para colocarlo
como hijo “a la diestra” de Dios Padre?
El cachaquismo en ese sentido, es lo de menos, pero pone
a Juan Manuel Santos en una
encrucijada que le será difícil de
sortear. Por ejemplo, el “yo ismo”
del uno y del otro se vuelve más fundamental y quizás antagónico, lo que, traducido en términos no cachacos, equivale a decir que se pelearán como perros y gatos, aunque sea como
distinguidos cachacos y cada uno con su manera de pelear (pero este será otro tema).
¿Qué hará por
ejemplo el superministro cuando se enfrente a la
rosca palaciega de asesores y asesoras cachacos ? ¿Cómo logrará
imponer su autoritarismo frente al amigable componedor que es
Juan Manuel Santos?
El “yo” de
Vargas Lleras lo tiene ya por seguro: él va a trasformar el concepto
de vice presidencia, y la percepción de la gente sobre él es de un excelente gestor
(a propósito ¿Cuantas de las
100.000 casas se han entregado?). Pero no cabe duda que los
dos caudillos terminarán por chocar, como
habrían por cierto chocado el Presidente
Santos y el doctor Lleras. Como chocaron , a su distinguida manera los
Alfonso López con ambos.
Ambos personajes, Santos y Vargas LLeras, tienen
una característica común: quieren ser o mejor, son
caudillos elegantes, lo que
implica minimizar la importancia de sus colaboradores y darle una enorme
importancia al poder de la imagen. Más
sutil y mejor asesorado, Vargas Lleras
les presta un oído más selectivo a
sus consejeros (¿como Mauricio Vargas, por ejemplo?).
Pero ninguno escapa a
lo que representa la rosca cachaca (bien
sea de tradicionales estirpes o de recién llegados provinciales)
Puede que Juan Manuel Santos
llegue a ser mejor que su
tío abuelo, pero dudo que Vargas Lleras pueda ser mejor que su abuelo. Algo va de la publicidad sobre la vivienda y de la fuerza convincente
de su deseo de mejorar las cosas, como las llama, a la madera
de estadista, áspera pero
concentrada en el largo
plazo, de palabra, de obra y sobretodo
de visión histórica, que tenía Carlos LLeras Restrepo.
El tiempo dirá si el
Presidente Santos ha cometido un
error en su apuesta, pero no por lo
cachaco, sino por el reforzamiento de lo elitista, de los clanes y del poder
político heredado.
De todas maneras, con el
nombramiento de Vargas LLeras hay implícito
un mensaje que refuerza
la desigualdad de
oportunidades y, como si
fuera poco, espíritu
monárquico de los delfines en Colombia ( aún
en la guerrilla). Es un estímulo
adicional para con los clanes regionales
, que por cierto no son exclusivos de ningún “partido” político, sino garantías para
el conservadurismo retardatario,
especialmente en lo rural.
[1] CACHACO: m.cund.Tolima, variedad de plátano
; CACHACO , a, adj.Bog. Caballeros, de
finas maneras Es todo un cachaco//
2.m.tf. Persona del interior del país, especialmente en Bogotá.// Elegante en el vestir (Academia colombiana de la lengua , Breve
diccionario de colombianismos, Bogotá D.C. 2007) Santos
y Vargas Lleras pueden ser cachacos pero son muy poco
rolos, o su rolería se ha diluido y con un acento atenuado por muchos contactos con el extranjero .
Ni en este
diccionario ni en otros se
encuenta la palabra ROLO(A) que define
al nativo de Bogotá , ese que pronuncia la
erre como eshee , en vía de desaparición y localizado en cualquier
clase social.
Mientras que los
nativos de Bogotá ya no aspiran a ser
rolos, hay
tanto bogotanos como oriundos de
provincia que si aspiran a ser cachacos, dada la connotación que tiene de poder.
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