En su último libro , en
cuarta reimpresión en el 2014[1], Adela Cortina
hace una pregunta que han debido hacerse los de
Interbolsa, como bien lo demuestra el
libro de Gloria Valencia C, al narrar “la historia
de una élite que se creía demasiado grande para caer”[2].
La filósofa valenciana, catedrática de larga data y miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y políticas y la periodista paisa, una de las pocas que se ocupan de temas financieros, editora económica de Semana, se encuentran en un terreno: el empresarial. Y tienen además la buena práctica de desmenuzar los casos de la vida real.
Varias son las publicaciones de Cortina en las que se adentra en
la ética
empresarial y su actual contexto, el consumismo. Al
responder a la pregunta, insiste en demostrar que
ser ético es rentable. Explica
que ser ético es
reflexionar sobre las prioridades
y colocar la confianza como prioridad
individual y colectiva, pero también que “cuidar a los demás” no se refiere solo a los cercanos, como lo recalca la parábola del buen samaritano.
Propone entonces Adela Cortina un enfoque de la ética
de costo-beneficio en el que, sin renunciar al esquema capitalista, se
trata de desarrollar la capacidad ética de
priorizar, tanto en términos individuales, como – lo que interesa aquí-
colectivos. A esa capacidad
se opone lo que tanto se ha criticado
en este blog, es decir, la discursividad diarreica, con mucho grito y poco análisis. Para Cortina esa capacidad de priorizar
éticamente debe tener en cuenta
tres aspectos adicionales a
los obvios : detectar
a los violadores de las normas de reciprocidad , sus intenciones y
castigar. El castigo no solo es judicial, como creemos
en Colombia, sino también de
sanción social, que Cortina llama Vergüenza social.
Carátula Martínez-Villalba y Melo |
Es una ética utilitarista que la distingue de otras tendencias como las
kantianas del deber y aún las habermasianas de los consensos, lo cual es
válido en un ambiente tan complejo
como el actual. Hace más énfasis en el egoísmo, pero también en la reciprocidad del altruismo.
Sería – digo yo- en el caso de las
negociaciones de La Habana, aplicar la fórmula “estamos dispuestos a dar, con tal de que se nos devuelva más adelante,
aunque sean otros los que nos devuelvan” [3] Insiste, como otros autores, en las
capacidades compasión y empatía, tan importantes para ella como el
respeto por la dignidad, valores que llevan
a una ética en la que
se conjugan justicia y felicidad.
Por el lado de
Interbolsa, el libro de Gloria Valencia describe en detalle qué sucede cuando la voracidad y la
ambición le ganan a la reflexión ética.
De sus
comportamientos se deduce , al
menos en Rodrigo Jaramillo, una
dualidad ética como "gente de bien" ( buen padre, buen hijo, modelos del jet set, van a misa, caritativos todos a través de una
fundación de ayuda para nutrición
escolar , pero que termina subsidiando
el desastre ético y pisoteando a sus propios familiares). Porque por su otra cara, como versión fragmentada de
su ética de bolsillo, pillos
de cuello blanco, prepotentes que consideran
normales sus comportamientos ambiciosos y voraces.
Conclusión: la ética no puede
ser teórica, discursiva y pontificante, sino que debe reflejarse en los comportamientos sociales,
entre los cuales sobresalen los empresariales. Las “campañas de bondad y
de caridad” y la religiosidad esconden
a veces no solo inauditos comportamientos antiéticos, sino que además,
en fin de cuentas, y por fortuna,
terminan devolviéndose contra sus más protuberantes protagonistas.
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