Tal vez debería empezar por aclarar que conozco a Arturo Guerrero, el autor de las tres entregas de “Una
Rosa Violenta” http://bit.ly/1E0MlKq
que marcan un hito en el ensayo, desde
hace mucho mucho tiempo, por dos razones.
La primera: el análisis
puede estar distorsionado por el afecto. La segunda: nunca he
entendido por qué es una de
aquellas personas subvaloradas por una élite
intelectual y mediática.
El discreto personaje
que siempre parece escuchar en una
época en que el periodismo habla
demasiado, es un artesano del lenguaje. Sopesa cada palabra y
el conocimiento no es para él una caja de citas, sino
una reflexión profunda sobre lo que podría aportar,
a su propio pensamientos de los
demás.
Pero, al grano, o mejor, a la Rosa Violenta.
- La descripción es precisa : Evita las generalizaciones de los violentólogos- palabra horrible que no quiere decir mayor cosa- y con minucioso detalle nos da el clima : la batalla de Palonegro duró quince días y noches, entre el 11 y el 25 de mayo del 1900 ; “catorce años más tarde, Uribe Uribe caería abatido a golpes de hachuela, similar a las dos clavadas sobre la pirámide de huesos”. “la guerra de los mil días fue la última de ocho guerras civiles nacionales y catorce regionales, peleadas en los años mil novecientos”.
- “Con matemática certera, García Márquez puso a combatir al coronel Aureliano Buendía en el triple de ellas” – escribe. ¿Qué Gabólogo - palabra horrible que no quiere decir mayor cosa pues todo colombiano parece serlo mientras no se demuestre lo contrario- encuentra semejante perla? O esta otra, para definir la guerra en término de Aureliano: “no entendía como se llegaba al extremo de hacer una guerra por cosas que no podían tocarse con la mano.”
- Y vamos a la caja de citas: Guerrero las va introduciendo en su texto sin el sabor urticante de los académicos que a veces le ponen a las citas incrustadas (ejemplo: Cervantes, 11111). No: Guerrero cita porque el citado ejemplifica, o es Gardeazábal o Molano que escriben, o Clausewitz,”que vive en el siglo 18 y 19”.
- Y describe sin nombrar que “ se desgajó desde la más alta silla un estilo miserable para tomar ventaja en la vida : “ amanecí cargado de tigre” o “ le voy a dar en la cara, marica”.
Por último, la Rosa
Violenta no utiliza sino una la
vez la palabra alma, que se ha vuelto una manera de dejar
como definible lo que es
indefinible o simplemente el mediocre
eslogan publicitario de Bancolombia.
©Foto
MTH
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Sin duda, muy
pocos leerán el mamotreto de la Comisión
Histórica del Conflicto y no podrán, por lo mismo, rebatirle a León Valencia el artículo sobre su fracaso. Pero como bien lo sabía alguien que no sé quién fue pero que está incrustado
en mi acervo cultural, “si quiere hacer
algo, hágalo; de lo contrario, nombre una comisión”.
Como bien lo señala Guerrero, el meollo no
está en la paz, ni en
la cultura popular o culta, sino
en afrontar esa otra cultura de los
comportamientos , en la rosa violenta: un ensayo que supo
propiciar un debate en el que nos preguntamos- al fin- quienes fuimos y por qué vamos donde vamos, o qué nos intoxica, sin dárnoslas de eruditos o de grandes gurúes que poseen
la verdad de una ambigua e indefinible paz.
Y, por supuesto, sin
proponer una Constituyente como remedio a
todos nuestros males, sin esos desencuentros entre los derechos y las realidades, sin esa discursividad que impide ver y escuchar al otro, sin hablar tanto de paz y tan poco sobre por qué no sabemos descorrer el velo de la inautenticidad, de los mitos y de las mentiras sociales.
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