En las tres ultimas semanas frenéticas -como las han llamado varios comentaristas- ha sucedido de todo en Colombia, sin descansos. Es más ímpetu
que violencia,
las dos acepciones que ofrece el diccionario sobre frenesí.
Lo de ahora en Colombia es
más exaltación y vehemencia que muerte; más certezas en todos los diferentes sentidos que temblores de miedo; más
presencia que indiferencia; más espectadores que evasiones; más ánimo que
desánimo.
Cartarsis colectiva, caja de Pandora de la
que salen todo tipo de emociones
que se contraponen, a veces
con mezquindades e insultos, a veces con grandeza de espíritu. Pero, en todo caso, son emociones y deseos,
más próximos de la paz que de la
violencia.
Aparecen nuevos protagonistas, como Timochenko o Frank Pearl. Las redes sociales han
cambiado la manera de comunicarse,
aunque siguen con tropiezos
e incomunicaciones pero, al fin y
al cabo, como algo que no se conocía en todas
sus dimensiones.
Hay gente cansada
de escuchar siempre lo mismo, hay gente que se desilusiona al descubrir que le metieron mentiras, hay
gente que empieza a reflexionar sobre el daño que causa la
abstención, hay gente que se desapega de
los partidos y de los líderes a los que
antes adhería incondicionalmente. Hay gente que cuestiona que todo se "leguleylice". Gente que piensa que el amor a Colombia es algo más que apoyar a la Selección Colombia.
En la Plaza de Bolivar (Foto MTH) |
Abunda ahora en el país el contraste más
que la incertidumbre, y eso
es positivo.
Porque, en medio de todo, los colombianos sabemos que mucho ha sucedido, buena parte de lo cual no tiene reversa: firma de los acuerdos, presencia internacional en Cartagena, plebiscito, pronunciamiento del Consejo de Estado sobre Piedad Córdoba, Premio Nobel, despertar de los jóvenes, universitarios o no, paso firme de las comunidades indígenas, agotamiento de un modelo de desarrollo basado en la minería, que devastó páramos y ríos. Pequeños y medianos empresarios con una visión moderna. Madres que persisten en que la verdad sobre los falsos positivos se conozca. Colombia avanza a tientas, pero avanza.
Porque, en medio de todo, los colombianos sabemos que mucho ha sucedido, buena parte de lo cual no tiene reversa: firma de los acuerdos, presencia internacional en Cartagena, plebiscito, pronunciamiento del Consejo de Estado sobre Piedad Córdoba, Premio Nobel, despertar de los jóvenes, universitarios o no, paso firme de las comunidades indígenas, agotamiento de un modelo de desarrollo basado en la minería, que devastó páramos y ríos. Pequeños y medianos empresarios con una visión moderna. Madres que persisten en que la verdad sobre los falsos positivos se conozca. Colombia avanza a tientas, pero avanza.
¿EL PAIS AFUERA, PERO CONGRESO Y
POLÍTICOS ADENTRADOS?
Sabemos
que ha quedado
atrás, al menos por estas semanas, un país desueto, ridículo en sus peleaderas, incomprensible en sus egoismos de pequeños caudillos, apegado a los incisos, en su discursividad
leguleya y diarreica.
Foto MTH |
Para los que se quedan adentro de sí mismos y de
sus pasados estáticos ,
encerrados en sus conciliábulos, ese
otro país les será pronto
ajeno.
Pero
en el nuevo país, ese hervor suscita
también preguntas:
¿ Seremos capaces de ganarle a la
corrupción, al desgreño
administrativo, al clientelismo,
a los nepotismos, a la
desigualdad, a la ineficiencia, a
la miseria de unos y al acaparamiento de
otros?
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