jueves, 12 de enero de 2017

COLOMBIA: ¿OTRAS MANERAS DE ANALIZARNOS, O APOLTRONAMIENTO EN LAS ILUSIONES?

  Dedicada a Zygmunt  Bauman

En este  largo tránsito  convencional de un  año a  otro, se suelen hacer reflexiones sobre quienes somos y para donde vamos.

Es un balance complejo. Más aún en un país como el nuestro, que sigue  siendo sociedad de la mentira, de la  exageración, de la discursividad  amplificada por los medios con lógicas comerciales, de promesas más  que de resultados.

Hay consabidas  buenas intenciones con pocos mea culpas,  mucha falsa ilusión y  un mal preparado aterrizaje a la realidad del 2017. Esta vez, algunos casos concretos-  como el del asesinato  de la niña  Yuliana, (y el  subsiguiente  desinterés  casi total por  su familia caucana)  ,  o la saturación light  sobre  los bailes  de  las FARC, las envidias por el Nobel, los reverzasos de la fiscalía más contra el anterior  fiscal que por la propia eficiencia,  permiten    comprobar  cómo la realidad  construida depende  demasiadas veces de los intereses de cada quien y de un análisis mediático,  vergonzosamente  liviano, de nuestras tragedias o  comedias. 

Quienes  pertenecemos  a las  “zonas  grises”  rehusamos que  nos definan las cada vez más  erráticas encuestas  del SI, y del NO  sobre  cualquier tema, como si la vida y el futuro admitieran esas “decisiones”.

Pero  nos sentimos a veces  solitarios  en  nuestras percepciones de lo que nos pasa   como   colombianos,  frente a  olas de optimismo ficticio que nos hacen creer lo que no somos   o seremos (por ejemplo, los más educados   de América  Latina en el 25, que la paz llegó con los  acuerdos, o que  podemos logarla  sólo con alabarla).  

 Frente a esa  sensación de incomprensión, aparecen  de pronto otros ciudadanos  que tampoco  tragan entero. Desean  resistir  y  explicar   nuestras   fortalezas pero, sobre todo,  nuestras debilidades.  Eso me sucedió  con un  libro por  cierto poco comentado   en un país que poco lee  pero que va en su cuarta edición, con un titulo por lo demás  vendedor  pero  desorientador: “ ¿ Por qué  fracasa Colombia?, delirios de una nación que se desconoce a sí misma”[1]  Frente a las  “cajas de citas “ de los instalados en la violentología o  ahora en  la pazología, el autor, Enrique  Serrano,  presenta  algunos rasgos de  nuestra mentalidad :

Un “provincialismo  mental”, conservadurista,  originado en migraciones,   explica  por qué   somos  “una nación  no planeada,  no deseada”  y obsesionada por la limpieza de sangre. Esa  necesidad de blanquearnos, no como un juicio de valor del autor  sino como análisis de  valores prioritarios en la construcción de nación. O   la familia extensa, [2]   como base  del  desarrollo  social , lo  que explica, a mi modo de ver,  el poco impulso de  acciones colectivas más allá de las marchas de protesta, y por qué no,  el auge del clientelismo.

Somos-  escribe el autor -un grupo de personas   desconfiadas e individualistas ,   que   hacen del “pasar agachados” un  modus vivendi,  como  por cierto lo había observado ya   Fals Borda con  la estrategia de la oicotea en la Historia  Doble de la Costa.

Caricatura (1986) de Garzón para "La sociedad de la mentira"
 Analizar lo cotidiano,   como lo hizo  en relación con los países occidentales más desarrollados el sociólogo  Zigmunt Bauman,  es  tan   importante  para entender nuestra disolvente  mentalidad colectiva .  a la colombiana como   sin  fin de  academicismos, a decir verdad, bastante estériles, de nuestra pazología.

Detenerse, por ejemplo, como lo hace   Serrano, en  el  uso  tan prudente  del  “me da mucha pena” en el altiplano, o lo que  se ha mencionado  en este  blog  sobre la  manía de  usar diminutivos (hágame  un  gran favorcito, espéreme un momentico)  o el "sumercé" , no como chiste  sino como hábito, es más  indicativo de nuestras relaciones colectivas  que la verborrea pacifista que sigue inundándonos en el 2017.

 Para  Serrano, un antecedente histórico de migración de  cristianos nuevos   en huida irremediable  de la persecución por ser de origen  judío o musulmán en la Andalucía reconquistada,  determinará   por qué  la nación  colombiana  no  fue ni planeada  ni deseada.

Ser en sus orígenes   una  nación de paso, esa inadvertida historia  de colonos rasos   durante la colonia  fue minimizada por el énfasis  en   los   criollos de alcurnia.  Nos hemos  criado pensando  que   no había nadie más allá del   sabio Caldas o Camilo Torres, lo   que a mi modo de ver, ha marcado  nuestra  manera de vernos  históricamente. 

Nos  seguimos aferrando  al centro político  para explicarnos.   Esa tendencia  solo ha  sido reversada  por   historiadores no académicos  y de mochila  como un   Alfredo Molano.   Y no nos  digamos mentiras : una   “independencia mal digerida” , como la califica  Serrano,  llevó a   que a la mayoría de los    neogranadinos le importara un  higo la guerra de la independencia  a  pesar de que la sobrevaloremos .

Serrano  también recalca el papel preponderante de la Iglesia  en nuestra historia de fundaciones, por  esa manera  de los  historiadores de  sobredimensionar  lo político (agrego  yo) .  Hoy como ayer,  con el claro   ejemplo de la mística Vivian Morales,  justificar  desde   la religión es un  retorno a la caverna, que  explica que nuestros avances son para retroceder.

 El autor, en contracorriente, recalca   también  el papel poco resiliente de las comunidades indígenas que no tenían   el poder local suficiente, a diferencia de México y Perú.  A mi modo de ver , una cosa es respetar  las  etnias  y otra creer que  la cultura  del yagé  nos curará de nuestros  males, que  los wayu no van a adaptarse a  la necesidad de medicina y salud   de la época,  o que no hay corrupción en  algunas de las  consultas  que  se dilata desproporcionadamente, sin  mayor democracia.

Desde luego tengo  divergencias  con el  autor, además del título de su libro,  como por ejemplo :

  • Aunque coincido en que se  privilegia a la familia  frente a lo público,  no creo que seamos una sociedad matriarcal  tan solo porque nos   tocó parir a nuestros hijos y  ocuparnos del hogar  en  donde,   escribe  el autor,  se  toman  las decisiones básicas.

  • Tampoco me  parece  exacto   que  la  comunidad vallecaucana sea la única meztiza y más aún,  que eso se  deba en el Valle  a las élites.

Pero sin duda son  útiles  recorderis sobre como   el  dato  según el cual,  a finales  del siglo XIX el  95 %  de los colombianos era analfabeta,   lo que  explica en  el inconsciente colectivo la importancia que se le concede  al chisme  y  que  se traduce hoy  en los secreticos de Darcy,    el 1, 2, y 3 de los  rumores de CM&, o  la tendencia  a inventarnos la   realidad en  vez de confrontarla.

También vale la pena  recalcar  su análisis del manejo del  idioma  como distingo de clase , a propósito  del cual ver  al  final  otro recomendado: la  biografía novelada de Don Miguel Antonio Caro. O ese extranjerismo provinciano que, también a mi modo de ver, hoy se refleja en  la importancia  y la   admiración que suscitan  los  estudios en   Harvard  frente  a los   errores   que  cometen sus  PHD  en la apreciación de nuestra realidad. 

  ¿Y qué decir  de  esa  necesidad de “descrestar” o  la debilidad de estarse  justificando continuamente por lo que no se hizo, o  ese “Dios mediante” que  es una  manera de  esperar que el Supremo   resuelva   nuestros    problemas  (además del azar y el  destino, mencionados  por  el autor  y que, también a mi modo de ver, se  fortalece con el  crecimiento de las iglesias  Cristianas).


 Según Serrano , nos vamos a demorar    mucho mas que otros - los chilenos, los  argentinos o los uruguayos. Más allá de la especulación, y como tanto lo  hizo   Zigmunt Bauman   con  su análisis de lo  efímero  en  la sociedad, el amor,  la política,  para el caso colombiano   resultará  más útil para la paz que pontificar sobre ella , una perspectiva  como la de Serrano. Obviamente admite  otras complementarias.    Pero  debería    motivarnos,   resistir  a los vendedores de ilusiones, para  no acabar descalabrados.

  

OTRO   RECOMENDADO :

 El  ego alborotado de  Miguel  Antonio Caro  solo se compara con la manera como inflamos  su  imagen histórica e intelectual, de hombre que  hablaba griego y latín  pero  que se  vanagloriaba por  no haber salido nunca de la Sabana de Bogotá.


 La  agradable biografía   de un  autor  santandereano no suficientemente valorado, Gonzalo España,  [3] lo  restituye a Caro su mediocridad de  promotor indirecto de la guerra  de los mil días, fundamentalista, implacable censor y persecutor de los liberales radicales. De  envidioso y mal amigo de  Rufino  José  Cuervo. Pero también  es la novela de la mediocridad de una dirigencia    que aceptó un   anciano    como Sanclemente  o un intelectual inepto para  ejercer el poder como  Marroquín.




[1]  Enrique Serrano,  Planeta,  Cuarta Edición, 2016.
[2] Estudiada  por   la pionera   doña Virginia  Gutiérrez de  Pineda
[3] Gonzalo España, “Odios Fríos, la novela de Miguel Antonio Caro  en  el poder”, Grijalbo, abril 2016.

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