autoridad
nombre femenino
1 Facultad o derecho de mandar o gobernar a personas que están subordinadas: abuso de autoridad; los agentes de la
autoridad.
2 Persona que tiene esta facultad o derecho: las autoridades judiciales; fue recibido
por el intendente y otras autoridades locales.
3 Aptitud para hacerse
obedecer o para influir sobre
otras personas: consideran que falta
personal para establecer los controles necesarios y nosotros pensamos que lo que
falta es autoridad para que se cumpla lo ordenado.
4 Crédito de la persona cuya opinión sobre cierta materia o
actividad es respetada y tenida en cuenta debido a su alto grado de
conocimiento o dominio sobre las mismas:
es un biólogo de gran autoridad; todos esos críticos gozaban de autoridad y
prestigio y escribían en un diario de inclinación intelectual y elitista.
5 Persona que tiene este crédito: es una autoridad en este campo de la ciencia.
6 Texto que se cita en apoyo de lo que se dice: diccionario de autoridades; un argumento de
autoridad.
(diccionario de
la lengua española)
El problema más grave del
país no son los más repetidos por
encuestas, sondeos y reuniones sociales (corrupción, violencia
etc.) sino otro: se tiene de la autoridad una percepción colectiva equivocada. Respecto de las tres primeras
acepciones de la palabra, esa
percepción se centra más en la
persona que en la facultad o el derecho
, y
casi nada en la aptitud para que
los demás obedezcan. Solo después importa lo que
supuestamente debió hacer la persona
nombrada para que el resto de los
colombianos obedecieran. Y eso en todos
los niveles.
El
mal no es exclusivo de Colombia, sino
de los países para los cuales importa un higo el “imperativo
categórico” a la kantiana. En ese sentido, y a
diferencia del protestantismo, la Iglesia
católica, tan cercana en nuestra
historia latinoamericana al poder
civil, se preocupó más del poder en esta
tierra, la confesión y el perdón, que en el deber moral colectivo terrenal.
Por eso,
aún a la definición personalista
del diccionario de la lengua española que puse como encabezamiento, le
hace falta un ingrediente fundamental
para que las cosas funcionen y las
normas dejen de acatarse para no
cumplirlas. Noten que en la definición
española, la referencia a la
persona es más central que a las
instituciones que representa, o al sentido
que tienen las normas, reglamentos o demás vehículos que supuestamente
hay que obedecer, y frente a las cuales, en Colombia
al menos, no hace mayor diferencia
el funcionario notable que lo
sea en
la teoría .
PERCEPCIÓN DE AUTORIDAD
No se trata de afirmar, ni mucho menos, que
individualmente los colombianos no sepamos qué es
la autoridad o al menos creemos saberlo.
Pero gracias - en parte- a los
medios de comunicación, la percepción predominante que se tiene
de la autoridad es un poder gritón, inepto, arbitrario o corrupto que ejerce una
persona.
Frente
a esa percepción se diluye la
importancia del sentido “razonable” o razonado de la norma, reglamento o instrucción que el
ciudadano y- por supuesto el
funcionario- deben cumplir.
Eso
responde también a otra percepción
predominante que se tiene desde la ciudadanía, además del
“no hay nada que hacer, así somos
los colombianos.” El fatalismo está
tan incrustado en
nuestras mentalidades que para responderle, solo hay soluciones
como la ley de la ventaja, hacerse el
pendejo(a), o reforzar el individualismo, aspirando a irse
para otras partes , en donde “las cosas si funcionan”. En otras palabras, aquí es válido
saltarse las normas o
reglamentaciones, pero no prevenir los problemas .
Se
termina por creer que la manera de
responder a la inercia del Estado es el
aislamiento, el grito o
una agresividad que callan a los demás,
lo cual no deja de ser una paradoja de
nuestra democracia. Lleva al extremo de que una persona que fue
tan autoritaria como Uribe
Vélez hablara del “Estado de opinión “ –
lo cual equivalía a saltarse los
conductores regulares como sucedió con
los consejos comunitarios- . Y produce
hoy una veneración
de sus seguidores que llega casi al ridículo con
producción de
justificaciones a cada
declaración del Jefe . La
autoridad queda subsumida por el autoritarismo. Y, en
el gobierno actual, por lo publicitario.
DOS EJEMPLOS Y
SUS CONSECUENCIAS
Tanto la actitud del Estado como, sobretodo, la de los
ciudadanos frente a lo prohibido, tienen consecuencias prácticas.
La más perturbadora es una desconfianza
generalizada que propicia el “todo vale” – para utilizar la expresión del
admirado Mockus. Esa desconfianza produce a su vez , desde los Gobiernos, escogencias equivocadas de
personas cuya única gracia es haber sido
recomendadas por alguien o ser
cercanas a alguien. Eso sucede en
forma grotescas en casos como el del director de la unidad anti corrupción de la fiscalía.
Pero en general, la vara de
la capacidad de hacer cumplir la ley o los reglamentos se mide por la
cercanía al funcionario o por hojas de vida
que acumulan títulos, pero no
en suscitar el
respeto o la legitimidad de las
autoridades susceptibles de ser controladas por la ciudadanía. Veamos dos casos.
LA
TRAGEDIA DE LA MINA EN CUCUNUBÁ:
El caso es tan repetitivo
que se convierte en formato. Ocurre la tragedia, y solo entonces autoridades, ciudadanos, reporteros improvisados,
luces, cámara y acción, se dirigen hacia el sitio
de la tragedia para descubrir el
problema.
A veces , se
incluye una visita presidencial, sobre
todo cuando el rating (perdón, las encuestas) muestran una preocupante caída.
Llega también al sitio de la tragedia el
ministro o funcionario delegado de
la autoridad nacional, departamental y local. Pero en el fondo, para hacerse visibles cuando no lo fueron antes más allá de sus intereses personales, para que la gente (es decir, los medios) sepa que
“se va a iniciar una
investigación exhaustiva y se van a tomar las medidas del caso”.
Nadie
supo inquietarse y ejercer autoridad antes de que el mal ocurriera. Y poco peso tiene en realidad, que la
minería ilegal proliferara por el
abuso de concesiones , por los
ojos ciegos y oídos
sordos de autoridades que no
supieron ponerle coto y son responsables de las tragedias.
Tomado de creative commons |
2-
EL HUNDIMIENTO DE UNA EMBARCACIÓN “TURÍSTICA” EN EL EMBALSE DE GUATAPÉ es la demostración
tajante de que el
turismo como política de
desarrollo económico y social no es viable
si se sigue alcahueteando su cooptación política . El mérito del ex
alcalde de Guatapé y socio de la empresa
responsable del naufragio por incumplimiento de normas elementales como
chalecos de salvavidas, termina siendo
que “ ayudó en las labores de
rescate” como si eso lo exonerara de
responsabilidad.
La
Ministra de Turismo, que lo es también
de Industria y Comercio exterior, vive hablando de como vamos a ser una potencia
turística, pero se olvida que
para serlo hay
que superar la etapa de turismo de mochila y crear la confianza de la seguridad en el
turismo, no solo por
bellas campañas que tapan el contexto real de Colombia en este
momento, sino ofreciendo garantías a los turistas.
Todos
hemos subido a lanchas o barquetas
como éstas, en lo que menos cuenta es la
seguridad de los pasajeros y ahí seguimos haciéndolo después de cada
tragedia. Es decir, así alcahueteamos que se incumplan las
normas y que se aproveche de la falta de rigor
del responsable. Luego, el periodismo “descubre”
que no se han cumplido las reglas
o que no existían y que los ciudadanos no se preocupaban por exigir
el cumplimiento de las normas,
como un simple chaleco salvavidas para los que no saben o la revisión periódica
de las embarcaciones y transportes .
Solo la tragedia viene a poner de relieve
esos incumplimientos, es decir, la incapacidad de la autoridad para hacerse obedecer, cuando ya es muy tarde. En
la cultura de la ilegalidad (trátese de
minería o de turismo, de educación o de ambiente ) hasta que no atrapen al
funcionario que no hizo la tarea , o se hunda la
barca, o haya avalancha, o se deforeste
sin medir las consecuencias, o llega la aftosa,
empiezan a existir normas que se
incumplieron o funcionarios que debieron hacerlas cumplir.
Así lo prohibido tiene razones
que se olvidan con demasiada
facilidad y la
costumbre de pasar la línea termina
favoreciendo a unos pocos.
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