jueves, 5 de octubre de 2017

CONTUNDENCIA, COHERENCIA Y OTRAS AUSENCIAS...

Obra y foto MTH
Colombia  se encuentra en un estado  febril, como cuando los seres humanos  sienten algo inasible, algo que definirían como “no me encuentro a mi mismo”. 
La fiebre es definida por el diccionario  como:

 una subida temporal de la temperatura corporal como consecuencia de la reacción del  cuerpo ante una infección o una enfermedad”
 ( gran diccionario del español actual)

Es temporal, porque solo tiene dos salidas: curarse o no curarse. Y la  definición  se aplica  al estado  del cuerpo social -colombiano en este caso-,  en que  todo se deslíe  por lo que  parece una alergia, gangrena, cáncer  o cualquier nombre  que se le quiera poner a la enfermedad. Causa, en todo caso,  de cierta  febrilidad  colectiva,  pues es bien  sabido que la  fiebre es un síntoma, no una causa.  

A pesar de lo  que se cree,  esa  enfermedad  es más urbana que rural y estremece más a quienes   están en  un clima  de discursividad  y de gritos  que a los  encerrados en sus endeudamientos  progresivos,  sus laboratorios,  sus consultorios,  su trabajo de campo, sus interminables  transportes  cotidianos para  ir al lugar del trabajo, sus colas para  curarse,  sus dificultades económicas,  o lo que sea. En todo caso, los anteriores  son los que no  se dedican  a fracturar  a la sociedad  colombiana, término que le escuché  a unos  comentaristas  españoles  y catalanes, y que me quedó sonando.

Cualquier  aspirante a  premio  Nobel en ciencias exactas  diría  sin mucha dificultad que  los que padecen la  epidemia  no se dedican  (porque no  quieren o no pueden) a mirar,  observar,  decantar,  comprobar, deducir, inducir, en una palabra, a analizar. Se  dedican  a perorar, insultar,  vociferar,  calumniar, ignorar,  estigmatizar,  a enceguecerse,  a no ver, a pasar agachados o,  en una palabra, a desconectarse. ¿ De qué? De la realidad, por supuesto.

Esas dos  Colombias  son las que  realmente  se dan la espalda en  este momento  por dos razones principales: la  saturación, por un lado,  y el egocentrismo por el otro.  

Hay gente saturada  de  corrupción, lo que la lleva a  aceptarla pasivamente  o a  combatirla discursivamente, lo que  viene a dar lo mismo. Y hay  gente que  protagoniza la corrupción, lo que la  lleva  a justificarla, como el señor Musa Besaile  cuando posa de víctima , o  el Malo señor  cuando dice  que demostrará  su inocencia  a  sabiendas que eso demorará más de la  cuenta posible.  Pero tambien, gente que se excede en el grito, como la admirada  Claudia Lopez.

Frente a  ese estado de ánimo  colectivo, los grises que no queremos   situarnos  ni en  el fatalismo ni en la inmoralidad, ni en la gritería, podemos aportar.

Pero  muchos no saben  discernir  o darle  la importancia  suficiente a la coherencia.  Es decir,  a los comportamientos  consecuentes o no,  contundentes o no.
El de Vargas  Lleras , que se mimetiza detrás de sus peones de brega como  el camaleónico y gritón  Velez, y el prontuario de Cambio  Radical,  como lo  recuerda  las dos Orillas, además del aval a Kiko Gómez (ver foto)  son tambien  inconsecuentes  y poco  cintundentes mas allá de las bravuconadas.                   
Ante esas realidades , no cabe sino una actitud colectiva, además  de la  coherencia : la contundencia en no aceptar lo inaceptable.

los ex magistrados reaccionan
De allí  el interés de reacciones  como  las  de  ex magistrados  que además de  no temerle a ser investigados,  proponen  soluciones concretas.

¿No hay  entonces más opción que el fatalismo  o la inmoralidad? No lo creo. Es cada  vez  más estrecha y profunda  asfixia  de lo que alguna vez llamé las  zonas grises, es decir, de los  hombres  o de las mujeres “sin atributos”.

Cuando en Cataluña  y en España se habla de “fractura social”   aquí podemos empezar a hablar de  Fracking social,  con las consecuencias  que llevaron al poder  a  Chávez  o  a los autoritarismos  inclementes de cualquier calaña.

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