¿Rolos, cachacos u otros: ¿qué mas da? (fotoMTH) |
“El término rolo, en la medida de lo posible, no debe ser utilizado como sinónimo de cachaco ya que, como se mencionó, rolo es bogotano descendiente de personas del interior del país mientras que cachacos son un grupo antropológico de bogotanos que son hijos de bogotanos. …
Muchas veces los hijos
de la población migrante nacidos Bogotá no cuentan con un sentido de
pertenencia hacia la ciudad ni con una Identidad cultural tan marcada como
la de los cachacos.4
No obstante, debido a la creciente Aculturación de los bogotanos
y la cada vez menor cantidad de cachacos étnicos en Bogotá, la población rola
tiende a ser preponderante en la ciudad”.
Esta cachaca medio- rola, nacida en Bogotá, que sin
embargo ya no pronuncia las erres, se
sorprendió por la definición. ¿Por qué?
Porque consideraba un halago que la llamaran así quienes
no habían nacido en Santafé de Bogotá.
Como bien lo anota Andres Ospina http://bit.ly/1RaG3Dw
uno y otro término - rolo o cachaco-
tienen hoy connotación de desprecio. A lo
que agregaría una pizca de rabiecita por ser nuestra ciudad una capital de país. Normal:
lo mismo sucede con Paris o Buenos Aires. Gajes del desafortunado centralismo.
¿Nos merecemos hoy los bogotanos el
desprecio o la envidia?
Sin duda, la rabiecita envidiosa se
ha ido
apaciguando. Sobre todo cuando se
nos escucha hablar de los trancones, de
la ineficiencia administrativa, de lo ideales que resultan las ciudades intermedias, pero, y sobretodo, de un tema que se nos ha vuelto obsesivo: el
metro.
En cambio, se
va instalando desmesuadament
el desprecio, por varias razones.
La principal, a mi modo de ver, es no haber sido capaces de conseguir
que nuestros concejales o alcaldes ( rolos,
cachacos, ni lo uno ni lo otro sino
todo lo contrario) dejen de considerar
a la ciudad como un botín y sean, en
todo caso, bastante ineficientes. Y se interpongan cuando hay cualquier iniciativa de cambio, en vez de mejorarlo. Sin mencional, por supuesto, cada alcalde, costeño o no, paisa o no, rolo-agringado o no, que se reinventa a SU Bogotá.
Los cachaco-rolos sentimos que hay en esto algo
de injusto, puesto que quienes todavía
utilizan términos como sumercé,
chirriado, chiflón etc., son
minoría. Tampoco nadie en Bogotá, rolo o cachaco, se cree
el cuento aquel de la “Atenas
suramericana” que se debieron
inventar los Señores Caro y Holguín, el primero de los cuales, don Miguel Antonio, se jactaba de saber
latin y griego sin haber
salido nunca de la Sabana de
Bogotá. Y ya nadie responde por el regalo
medio lambón del tesoro
Quimbaya o el
todavía mas ridículo, de la manera como perdimos a Panamá,
por descuido del cachaquismo. ¡Eh Ave María, pues!
Además de las
insulsas peleaderas por la Plaza de Toros, otra razón del desprecio que tampoco nos merecemos del
todo es aquello de burócratas, porque ya pasó la época
para algunos dorada- de la
capital. Y no pocos caciques instalados
en el Congreso de la República traen su recua de acentos, costeños, paisas, o de
cualquier otro rincón del país, así como sus propios rollos, sanctos o no
sanctos .
El problema,
desde luego, radica en la manía de generalizar,
como si la región del país fuera
garantía de estereotipos favorables o
desfavorables.
¿ Pero de la otra
cara de la moneda, qué?
Más que instalarse en los esterotipos, hay que detectar entonces quienes
son los reforzadores de esos estereotipos. Y en el caso de marras, es decir Bogotá, el primero que
se me ocure es el doctor German
Vargas Lleras.
Maleducado, gritón,
despectivo, antipático, taimado en reconocer que duró siete años haciendo méritos agarrado de las
faldas de su Presidente para luego
hacerse el que yo no fui, saludador retenido que muestra la Jartera
de estar con el que
no le puede servir
más tarde, agresor de paraguas, petulante, malgeniado, y siga contando.
Lo siento, pero no me reconozco en él
como prototipo de cachaco, rolo o, en todo caso, de habitante de la ciudad
de Bogotá.
Tampoco
encuentro en él rasgo alguno que
me haga recordar al dr. Carlos Lleras Restrepo.
Como, por cierto, más allá
de rollos bogotanos, tampoco encuentro en el dr. Rodrigo Lara Restrepo, los rasgos que me hicieron admirar a Rodrigo
Lara Bonilla. Pero ese es otro cuento.
Subiendo por La Candelaria (Foto MTH) |
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